lunes, 27 de julio de 2009

LA TRAMPA DEL ESTIMULO ECONÓMICO





En cuanto el Gobierno electo de Obama anunció su plan de estímulo económico (antes de la toma de posesión), algunos de nosotros empezamos a temer que el plan resultase insuficiente.

Y también nos temíamos que podría ser difícil, desde el punto de vista político, volver a por otra ronda. Desgraciadamente, se ha visto que estos temores estaban justificados. Los malos datos del empleo de junio han dejado claro que el estímulo económico era, en efecto, demasiado pequeño. Pero también ha dañado la credibilidad de la gerencia económica del Gobierno. Ahora existe un riesgo real de que el presidente Barack Obama se vea pillado en una trampa político-económica.

Hablaré sobre esa trampa y la forma de escapar de ella en un momento. Pero antes permítanme volver atrás y preguntar cómo deberían los ciudadanos responsables reaccionar antes las decepcionantes noticias económicas. ¿Deberíamos tener paciencia y darle al plan de Obama tiempo para que funcione? ¿Deberíamos exigir acciones más audaces y de más envergadura? ¿O deberíamos afirmar que el plan ha fracasado y pedir al Gobierno que lo abandone por completo? Antes de responder, tengan en cuenta lo que sucede en épocas normales.

Cuando hay una recesión normal y corriente, la tarea de combatir esa recesión se le encomienda a la Reserva Federal. La Fed responde recortando los tipos de interés de manera gradual. Al bajar los tipos poco a poco, los va recortando hasta que la economía se recupera. De vez en cuando, se detiene para evaluar los resultados de su actuación; si la economía sigue siendo débil, continúan los recortes. Durante la última recesión, la Fed recortó repetidamente los tipos a medida que la depresión se hacía más profunda: 11 veces en 2001. Entonces, cuando hubo unos primeros indicios de recuperación, se detuvo, y dio a los recortes tiempo para que funcionasen. Pero cuando estuvo claro que la economía aún no crecía lo bastante deprisa como para crear empleo, siguió con los recortes.

Por eso, normalmente, esperamos que los responsables políticos respondan a los datos de empleo negativos con una combinación de paciencia y resolución. Deben dar a las medidas tiempo para funcionar, pero también deben plantearse la posibilidad de intensificar dichas medidas. Y eso es lo que el Gobierno de Obama debería estar haciendo ahora mismo con su plan de estímulo fiscal.
(Hay que recordar que el estímulo era necesario porque la Fed, tras haber recortado los tipos de interés hasta cero, se había quedado sin munición para luchar contra esta crisis).

Es decir, los responsables políticos deben mantener la calma frente a los primeros resultados decepcionantes, y admitir que el plan necesitará algún tiempo para dar todos sus frutos. Pero también deben estar preparados para aumentar el estímulo ahora que está claro que la primera ronda no ha sido lo bastante generosa.

Desgraciadamente, la estrategia de la política fiscal es muy distinta de la de la política monetaria. Durante los últimos 30 años, se nos ha dicho que el gasto gubernamental es malo, y la oposición conservadora al estímulo fiscal (que podría hacer que la gente tuviese una mejor opinión del Gobierno) ha sido agria e implacable, incluso frente a la peor crisis que ha habido desde la Gran Depresión. Es de suponer, por tanto, que los republicanos (y algunos demócratas) han considerado toda mala noticia una prueba del fracaso, más que un motivo para reforzar la política. De ahí el peligro de que el Gobierno de Obama se vea atrapado en una trampa político-económica en la que la propia debilidad de la economía mine la capacidad de la Administración para responder con eficacia.

Como he dicho, me temía que esto sucedería. Pero eso es agua pasada.

La pregunta es qué deben hacer ahora el presidente y su equipo económico. Es perfectamente lógico que el Gobierno defienda lo que ha hecho hasta ahora. Está muy bien que el vicepresidente Joe Biden recorra el país y subraye las muchas cosas buenas que el dinero del estímulo está haciendo. También es razonable que los economistas del Gobierno pidan paciencia y señalen, con buen criterio, que nunca se ha esperado que el estímulo fuese a dar todos sus frutos este verano, o incluso este año.

Pero hay una diferencia entre defender lo que uno ha hecho hasta ahora y estar a la defensiva. Fue inquietante que Obama rectificase la afirmación de Biden de que el Gobierno "malinterpretó" la economía, diciendo que "no había nada que hubieran hecho de forma diferente". Había un tufillo al complejo de infalibilidad de Bush en esa observación, un indicio de que el actual Gobierno podría compartir con su predecesor algo de la incapacidad de éste para reconocer sus errores. Y ésa es una actitud que ni Obama ni el país se pueden permitir.

Lo que Obama tiene que hacer es ser franco con los estadounidenses. Tiene que reconocer que puede que no haya hecho lo suficiente en el primer intento. Tiene que recordarle al país que está tratando de guiarlo a través de una fortísima tormenta económica, y que tal vez sea necesario reajustar algo el rumbo (incluyendo, muy posiblemente, otra ronda de estímulo). En resumen, tiene que hacer por la política económica lo que ya ha hecho por las relaciones raciales y la política exterior: hablar a los estadounidenses como a adultos.

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