lunes, 12 de octubre de 2009

EN RECUERDO DE GREENSPAN, EL ORÁCULO DE WALL STREET

Charly en Economía catastrófica


Todo el mundo habla de que este hombre, Greenspan, fue uno de los principales culpables de la crisis financiera en la que estamos por mantener durante muchos años el dinero a tan bajo interés lo que permitió el endeudamiento (apalancamiento) salvaje de la sociedad americana, endeudamiento que originó las hipotecas subprime y la especulación salvaje que fueron las causas principales de la burbuja financiera. Los grandes especuladores siempre actúan con dinero prestado.
Pero ese señor hizo una mucho más gorda a mi entender cuando en 1999 convenció al presidente de EEUU por aquel entonces Clinton, para que aboliese una ley que duraba ya más de 60 años, concretamente desde después de la Gran Depresión de los años 30, que impedía a la banca comercial ser banca de inversión al mismo tiempo. A partir de esa fecha la gran banca comercial pasa a ser también de inversión y empieza a depredar hasta que 8 años después se alcanza el desastre financiero actual.


Bueno todo esto parece un plan perfecto para favorecer a los de siempre, 1º Eliminan la ley que impide a la banca comercial especular 2º Compran valores en Bolsa 3º Se presta gratis a todo el mundo todo el dinero que piden 4º La Bolsa sube, la burbuja financiera sube 5º Falta poco para que la burbuja explote y venden los valores comprados ahora que están por las nubes 6º Se continua prestando gratis todo el dinero que se pide para conseguir que la burbuja explote 7º La burbuja explota. 8º Vuelven a comprar ahora que la Bolsa está por los suelos. 9º Y vuelta a empezar

Realmente el oráculo ha tenido mucho que ver en este desastre.



viernes, 9 de octubre de 2009

NO CABE SALVAR ESTA ECONOMÍA. ERA TODA UN ESPEJISMO


El Partido Laborista británico, que se niega a enterrar a Gordon Brown, exalta a Peter Mandelson como héroe y no comprende por qué es hoy tan impopular, ha celebrado esta semana su congreso en la ciudad costera de Brighton, calificado por algunos de "surrealista". Deborah Orr analiza con agudeza su problema más grave. 
Podía haber asistido al congreso del Partido Laborista. Lo que pasa es que pensé: ¿para qué desperdiciar un viaje a la costa? Pero sigo asombrada de la tímida mendacidad del acontecimiento. Allí estaban todos, esperando todavía contra toda esperanza que se les fuera a conceder todo el mérito -y otro mandato en el poder- por haber "salvado la economía", mientras prometían formalmente a la vez enfrentarse a los problemas sociales para poner freno a los cuales se les eligió hace doce años.    
 En primer lugar, ¿por qué no acaban de entender los políticos laboristas que no valía la pena "salvar" la "economía", puesto que ha exacerbado los mismos problemas sociales por los que ahora se retuercen las manos (de nuevo)? En segundo, ¿por qué no comprenden que de todos modos no se puede salvar la "economía" que fomentaron? Acabose porque era un espejismo.  
La transición de una economía de base manufacturera a otra centrada en las capacidades, iniciada con Thatcher en los años 80 y continuada de forma tan entusiasta por el Nuevo Laborismo, ha sido un fracaso. Sus éxitos no serían más que escombros, de no ser por los andamios levantados en torno para apoyar su rescate.
De nada vale gritar que el derrumbe lo provocaron las "condiciones internacionales". Poco antes del desplome financiero, el laborismo se emocionaba haciendo notar que Londres acababa de rebasar a Nueva York como centro financiero más poderoso del mundo. Gran Bretaña desempeñó un papel considerable a la hora de establecer esas condiciones internacionales, con un ministro de Economía [entonces el mismo Brown] que pensaba que podía aprovechar el dinero generado por una economía de libre mercado para cumplir con los servicios públicos y dejar a todo el mundo contento.
No todo el mundo está contento, como muestran las encuestas con sobrada claridad. Sí, nos agrada que haya mejorado el NHS [la sanidad pública británica], aunque sea desigualmente.[1] Y no, no estamos seguros de que nuevas instalaciones escolares hagan más capaces a esas instituciones para poder enfrentarse a los múltiples problemas con que llegan algunos alumnos. De todos modos, ¿podemos considerar que la construcción de esos edificios, de acuerdo con iniciativas financieras privadas, signifique verdaderamente "arreglar el techo mientras sigue el sol brillando"? John Maynard Keynes no habría dicho tal cosa. Pero tampoco habría pretendido que se podía proscribir el auge y el desplome.
Hoy Keynes abogaría por utilizar el dinero público en programas de  construcción de vivienda pública e inversión ferroviaria, dos cosas que Gran Bretaña tanto necesita, pero que no se puede permitir, precisamente porque Brown era -y no es- keynesiano. Si se hubieran atendido hace años esas mismas necesidades, probablemente no estaríamos metidos en el bonito desastre que tenemos ahora.
Los sectores de gran crecimiento durante el "boom" fueron el inmobiliario y sus servicios auxiliares, a gran y a pequeña escala, y el mismo sector financiero (todos dependientes en grado sumo de la burbuja inmobiliaria). Aparte de eso, no fue tanto el crecimiento que hubo, salvo en la bendita industria de siempre, que ha demostrado una resistencia bastante flexible frente a los esfuerzos por externalizarla. Sin la hiperinflación de los precios de la vivienda causada por un problema de oferta y demanda, no habría habido "boom" del que hablar.
Ese llamado prodigio económico conllevó un alto precio social. Los que se quedaron fuera del "boom" de la vivienda, las gentes de salarios demasiado reducidos como para competir en un mercado de la propiedad agresivo, o los que dependían de prestaciones, no tenían la impresión de formar parte de este milagro, por la sencilla razón de que no estaban en él. Las noticias a lo largo del verano según las cuales cerca del 60% de los inquilinos de vivienda de protección oficial vio su alquiler pagado por el Estado fueron recibidas como una suerte de juicio sobre el tipo de gente que "conseguía" vivienda social. En vez de eso, nos ilustra sobre cómo ha quedado Gran Bretaña compartimentada en guetos.   
¿Les "tocaron" sus viviendas de protección oficial a aquellos que reciben prestaciones a causa de los buenos colegios y hospitales de la zona? No lo creo. Donde menos ha penetrado la mejora de los servicios públicos ha sido en los puntos negros de la economía. Pero de algún modo, pese a su mala salud, a su baja esperanza de vida, a la desgracia grabada en los rostros jóvenes echados a perder por la dureza de su vida, los más pobres y aquellos más destructiva y horriblemente airados se ven señalados como si hubiesen estropeado un precioso paraíso por razones que ningún político llegaría a comprender. 
Pues también se ha despilfarrado el capital social en los últimos doce años. El laborismo alcanzó su aplastante victoria rechazando las ideas conservadoras de que los pobres, quienes tenían viviendas deficientes, los adictos, los deprimidos, los ignorantes, debían considerarse responsables de serlo. La gente había sufrido los recortes de los servicios públicos y la pérdida de empleo en el seno de sus propias familias, y comprendían los estragos que habían causado.       
Hoy nuestra sociedad está atomizada y el más somero vistazo al quintil situado en la parte inferior basta para justificar el desprecio y la aversión. Son malos: malos padres, malos hijos, un mal montón, y nada más que malo. Sin embargo, su mayor problema es que los empleos que en otro tiempo podrían haber desempeñado los tiene ahora la gente en China. La economía basada en las capacidades les ha pasado de largo. No están equipados para formar parte de la industria de servicios. Desde un punto de vista económico, hablamos de gente que no existe.
Lo triste es que el estamento político occidental comprende bien que la crisis financiera ha cambiado las reglas del juego. Saben que no pueden mantener el control de la globalización. Por eso han dado tan cortésmente su consentimiento a la idea del G20 como generador primero de la política económica. La idea de que China pudiera ser un puesto colonial avanzado de carácter industrial, que fabrique dócilmente aquellas cosas que no podríamos permitirnos comprar si las hiciéramos nosotros, ya es historia. Occidente le debe demasiado dinero a China como para seguir siendo su dueño en lo económico. El mismo Brown se da cuenta de ello, aunque sea incapaz de hablar de algo más concreto que "el primer gobierno laborista de esta nueva era global".  
El estamento político comprende que la transición sociopolítica a esta nueva de fase globalización va a ser extremadamente dolorosa. Por eso, las naciones del G 20 se muestran de acuerdo en que deben continuar los estímulos fiscales. Occidente mantiene las cosas al ralentí, y con la esperanza de que la resiliencia y el ingenio humanos hallarán la forma de volver al camino del crecimiento perpetuo, como siempre sucede. 
Pero la idea de crecimiento económico perpetuo, aun cuando pueda, masajeada, volver a corto plazo a la vida, ya tuvo su momento. Por más que fuera en si misma sostenible, aun así nos aniquilaría. Hace unos 160 años, John Stuart Mill reflexionaba sobre la posibilidad de un "estado estacionario", avisando de que la consecuencia del crecimiento ilimitado sólo podía ser la destrucción medioambiental y el empobrecimiento de la calidad de vida. "Sólo en los países atrasados del mundo sigue siendo una meta importante el aumento de la producción", escribió. "En los más avanzados, lo que se necesita desde el punto de vista económico es mejor distribución". Para Brown, sin embargo, el sueño de un crecimiento revitalizado todavía resulta, de un modo deslumbrante, seductor. Es su único modelo de éxito político.

NOTA T.: [1] El mismo día de publicación de este artículo, 1 de octubre, The Guardian recogía como titular principal de su portada "El FMI advierte de que deben recortarse los costes del NHS para hacer frente a la deuda".
 Deborah Orr es columnista del diario británico The Guardian. 




jueves, 8 de octubre de 2009

LA DOBLE MORAL DE LOS LIBERALES Honduras y Colombia


El Plural


El pensamiento liberal siempre ha utilizado un discurso que enfatiza, en teoría, la defensa de los derechos individuales como razón de su propia existencia. En su versión económica, esta filosofía política utiliza este marco ideológico para promover la supremacía del mercado, en el cual el individuo consumidor supuestamente define las prioridades de la sociedad a través de su consumo. De ahí se deriva –según el credo liberal- la supremacía del mercado sobre el estado. No es pues sorprendente que haya sido el mundo empresarial el que haya promocionado con mayor intensidad el liberalismo, presentándose a si mismo como el gran defensor de las libertades individuales.La experiencia histórica, sin embargo, muestra que tal tradición liberal raramente ha respetado sus postulados ideológicos de respeto y defensa de las libertades individuales. Es bien conocido que uno de los mayores puntos de referencia del liberalismo, el economista Milton Friedman, apoyó la dictadura del General Pinochet (ver Navarro, “La prensa liberal y Milton Friedman”, en www.vnavarro.org sección economía política). En España conocemos muy bien esta incoherencia liberal. Fue precisamente un portavoz muy visible del liberalismo español, el banquero Juan March, el que, cuando vio sus intereses empresariales afectados por las políticas públicas del gobierno republicano democráticamente elegido, apoyó el golpe militar del año 1936 que instauró una de las dictaduras más crueles y sangrientas que haya conocido Europa en el siglo XX. Según el Profesor Edward Malefakis de la Universidad de Columbia, en Nueva York, investigador del fascismo en Europa, por cada asesinato político que hizo Mussolini, el dictador Franco hizo 30.000. En realidad, la Banca (que era el poder fáctico promotor del liberalismo en España, hecho que continúa hoy) fue el grupo fáctico, liderado por la Banca March, que financió aquel golpe militar. Un tanto semejante ocurrió en Cataluña con otro gran empresario liberal de la industria catalana, Francesc Cambó, el cual apoyó también vivamente el golpe militar cuando vio sus intereses de clase afectados por las políticas públicas del gobierno republicano democráticamente elegido.
Una situación semejante ha ocurrido a raíz del reciente golpe militar en Honduras que depuso a un gobierno democráticamente elegido. Los medios de información liberales españoles explicaron el golpe militar utilizando el mismo argumento que utilizaron los golpistas en Honduras para justificarlo, es decir, la necesidad de impedir que el Presidente Zelaya modificara la Constitución para perpetuarse en el poder. Una voz prominente de este coro liberal ha sido la de Mario Vargas Llosa que como era de prever, en un artículo en El País ("El golpe de las burlas", 12.07.09), aunque crítico en las formas, defendió la destitución del Presidente Zelaya, con los mismos argumentos. Según él, no podía permitirse que Zelaya se perpetuara en el poder. Mario Vargas Llosa, así como la mayoría de medios liberales, añadieron que la destitución de tal mandatario era también una lógica consecuencia de la falta de apoyos al Presidente Zelaya y a su elevada impopularidad, citando encuestas que en otro artículo mostré estar claramente manipuladas ("Las falsedades sobre Honduras", Público, 23.07.09).
El golpe militar en Honduras inició una enorme represión en contra de las fuerzas políticas que apoyaban al Presidente Zelaya, represión que incluyó la disminución sustancial de los derechos políticos y civiles de la población hondureña, con el cierre de medios de información contrarios al nuevo gobierno golpista y persecución de periodistas críticos del nuevo régimen. Otras medidas represivas incluyeron la interrupción del suministro eléctrico a medios no favorables al nuevo régimen, la violenta supresión de manifestaciones a favor del Presidente Zelaya, asesinatos y arresto de líderes de la resistencia frente al gobierno golpista, restricción de movimientos de la población y muchas otras medidas represivas que apenas aparecieron descritas en aquellos medios liberales. Ninguno de ellos (repito, ni uno) denunció aquella represión. Y Mario Vargas Llosa, que se presenta como un gran defensor de los derechos individuales, ha permanecido en un silencio ensordecedor.
Esta enorme represión ha alcanzado su máxima expresión en la vuelta a Honduras del Presidente Zelaya. Hay hoy un estado de sitio con una ocupación del país por parte de su propio Ejército. Recordando la situación de Chile durante el golpe del general Pinochet, también un estadio, el estadio de Chochi Sosa está siendo utilizado como campo de detención para los resistentes al regimen. Este estado de sitio es la mejor prueba de la falsedad de los argumentos utilizados tanto por los golpistas hondureños como por Mario Vargas Llosa que subrayaron la supuesta impopularidad del Presidente Zelaya. Si el Presidente Zelaya era tan impopular como ellos indicaron, ¿como explican que el nuevo gobierno golpista haya sido forzado a imponer tanta represión y brutalidad? Y repito la pregunta, si el golpe era tan popular, ¿cómo explican tanta resistencia? En realidad, la historia de América Latina está llena de casos como Honduras. Cuando las oligarquías dominantes (todas ellas muy “liberales”) ven sus intereses afectados por las políticas públicas de un gobierno democráticamente elegido, sacan su Ejército a la calle, iniciando las dictaduras que han dominado aquel continente. Y casi siempre, por cierto, con el apoyo de las voces liberales, supuestamente defensoras de la Constitución (ver mi artículo la "¿Se repite la historia en Latinoamérica?" El Plural, 21.09.2009).
El silencio de estas voces liberales hacia aquella brutal represión, se ha roto ahora, no para condenar la represión, sino para condenar la vuelta de Zelaya a su país del cual es Presidente. Señalan que no tenía que haber vuelto pues ha contribuido a crear las tensiones existentes. Las tensiones sin embargo, han sido creadas por los golpistas que realizaron el golpe y que han rechazado todas las medidas de resolución del conflicto.
El apoyo liberal a Uribe
Esta condena de los liberales hacia Zelaya contrasta con su apoyo al Gobierno Uribe en Colombia, el cual, está intentando cambiar la Constitución para “mantenerse en el poder”. No hay evidencia, por cierto, de que Zelaya intentara mantenerse en el poder, argumento utilizado para explicar (Mario Vargas Llosa) o justificar (los golpistas) el golpe militar. Incluso en el caso de que la encuesta del 28 de junio que Zelaya favoreció (preguntándole a la población si deseaba establecer una Asamblea constituyente) se hubiera podido realizar y la población hubiera favorecido el establecimiento de tal Asamblea, el Presidente Zelaya habría tenido que dejar el cargo en enero de 2010, sustituido por un nuevo presidente. Lo único que podría haber ocurrido, en caso de que la nueva Constitución lo permitiera y Zelaya lo deseara, es que éste podría haberse presentado a las elecciones en un futuro lejano, después de que el mandato del nuevo presidente terminara y cuando la nueva Constitución lo indicara. De ahí que la acusación a Zelaya de perpetuarse en el mandato presidencial sea falsa.
Ahora bien, la que no es falsa es la de Uribe que está moviendo cielo y tierra para mantenerse en el poder. Ahí, sí que el caso es claro y transparente. Lo dice el propio Uribe. Éste quiere cambiar la Constitución para mantenerse en el poder. Y no ha habido ninguna denuncia de Mario Vargas Llosa y otros liberales, como tampoco han denunciado la enorme represión existente en Colombia en contra de las fuerzas políticas pacíficas colombianas que se oponen a su gobierno. En realidad, Colombia es uno de los países de Latinoamérica donde sistemáticamente se violan más los derechos civiles y políticos de los individuos. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha denunciado al gobierno Uribe por la violación sistemática de los derechos sindicales y laborales. Como ha indicado la OIT, Colombia, dirigida por el gobierno Uribe, es el país del mundo donde han sido asesinados más sindicalistas y, por cierto, también más periodistas. Y muchos de estos asesinados se han realizado por la policía política directamente dirigida desde el gobierno de Uribe. Mario Vargas Llosa ha mantenido un silencio también ensordecedor sobre tal represión.
Es más, los paramilitares colombianos, una de las fuerzas más represivas en Latinoamérica (establecidas y apoyadas por Uribe por muchos años), han ayudado al gobierno golpista hondureño en la protección de la oligarquía hondureña, sin que haya sido siquiera noticia en aquellos medios liberales. ¿Se imaginan que hubieran dicho tales medios si tropas del Gobierno Chávez hubieran ido a Honduras en apoyo de los movimientos populares en contra del gobierno golpista? La respuesta hubiera sido histriónica. Estos son ejemplos, no solo de la profunda incoherencia de los supuestos defensores de las libertades individuales, sino de su doble moral, altamente moldeable según sus intereses de clase.
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Políticas Públicas de The Johns Hopkins University, U.S.A.



miércoles, 7 de octubre de 2009

PARA QUE LA ESPECULACIÓN PAGUE

Tomás Lukin


En el G-20 algunos líderes plantearon la posibilidad de un impuesto al movimiento de capitales. Sin mucha voluntad política, indicaron que el FMI sería el encargado de cobrar ese tributo. Más firme, Joseph Stiglitz reclamó la fijación de ese impuesto.


La aparente estabilización del descalabro global que difunde el Fondo Monetario consiguió postergar las reformas estructurales de la arquitectura financiera a las que se habían comprometido los miembros del G-20. Así, las propuestas de cambio quedaron reducidas a una materia de estudio, como la creación de un impuesto a las transacciones financieras global. Ayer, el economista Joseph Stiglitz se sumó al grupo de especialistas que en las últimas semanas reactivaron la propuesta para instalar un tributo que desestimule las operaciones especulativas con divisas y otros instrumentos financieros. La idea está presente desde 1972 y se la conoce como tasa Tobin. El establishment financiero global se opone firmemente a la instalación de este tipo de impuestos a escala global que complicarían algunos negocios muy rentables.

La propuesta de Stiglitz se suma a las declaraciones en ese sentido que ya hicieron la mandataria alemana, Angela Merkel; el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro inglés, Gordon Brown. Frente a la postergación en las reformas regulatorias, la reaparición de la tasa Tobin como herramienta para disminuir el grado de volatilidad en las operaciones financieras transnacionales parece, por ahora, más un atajo discursivo que una declaración de intencionalidad política.

Los países centrales invirtieron alrededor de 4 billones de dólares para rescatar a sus entidades financieras del colapso y el argumento de Stiglitz para impulsar la aplicación del gravamen en este momento en que la crisis la tienen que pagar los responsables: “El sector financiero contaminó la economía global con activos tóxicos y ahora deben limpiarla”, sostuvo el profesor de la Universidad de Columbia. La propuesta de Stiglitz es aplicar una tasa marginal a todas las operaciones financieras transnacionales y la recaudación podría destinarse a “ayudar” a los países pobres. “Los gobiernos dieron a los bancos dinero cuando ellos realizaron préstamos malos. Esa es la razón por la que hay un consenso amplio de que debería imponérseles tributaciones.” Según estimó el economista, esa medida generaría de 60 mil a 70 mil millones de dólares anuales. Los cálculos varían según el monto de la alícuota.

Especialistas como Dani Rodik reconocen el limitado alcance que tendría la imposición de un impuesto frente a la magnitud de los desbalances globales, pero remarcan que es un “buen punto de partida” o, como sostuvo el creador del impuesto, James Tobin, “un grano de arena en el engranaje financiero”. Sus defensores sostienen que una tasa marginal a las operaciones financieras transfronterizas desestimularía las operaciones especulativas de corto plazo.

La propuesta de Tobin, declarado defensor del libre comercio, surgió en 1972, meses después de que Estados Unidos decretara el fin del sistema de tipos de cambio fijos instalado en Bretton Woods. El objetivo del economista era lograr que los tipos de cambio flotantes no fueran tan volátiles. En 1971 sólo once bancos de Wall Street operaban en los mercados de divisas, hoy con la desregularización y liberalización el número ronda las 200. Según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés), entre 1992 y 2001, el promedio diario de operaciones en el mercado de divisas pasó de 776 mil millones de dólares a 1,17 billón de dólares. Esas operaciones superan en más de 50 veces el comercio diario de bienes y servicios.

Los mandatarios que incluyen en su discurso la posibilidad de instalar este tipo de impuesto postulan al revitalizado FMI como ente global de aplicación. Sin embargo, el mismo titular del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, desestimó la posibilidad de avanzar sobre la tasa Tobin: “No creo que una idea tan simplista funcione por muchas razones, pero sobre todo por motivos técnicos, porque sería muy difícil de implementar”, apuntó. Más sincera fue la respuesta que el propio Tobin dio en 2001 al diario alemán Der Spiegel. “No hay ninguna oportunidad, me temo. La gente que decide en el mundo financiero internacional está en contra”, sostuvo el economist.




martes, 6 de octubre de 2009

EL NUEVO ROL DEL FMI: SER LA MANO DERECHA DEL G-20


The Wall Street Journal


El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, está haciendo campaña para convertir el fondo en una especie de banco central con al menos US$1 billón (millón de millones) en activos para prestar a países en desarrollo en caso de una crisis.

"Estas reuniones anuales pueden ser el punto de partida para un nuevo FMI", dijo en una conferencia de prensa antes de inaugurar la asamblea anual de la organización. "Y cuando les estén hablando a sus nietos les podrán decir que estuvieron en Estambul durante este momento".

Pero una realidad muy diferente se esta configurando: esencialmente, el FMI se está transformando en el brazo de gestión del G-20, una organización de países desarrollados y en vías de desarrollo que no tiene una sede permanente, personal ni reglas de afiliación. Hasta ahora, los líderes del Grupo de los 20 han operado como la junta directiva de la economía global y necesitan que el FMI los ayude a desarrollar esa función.

El FMI analizará planes propuestos por los países del G-20 para estimular el crecimiento y supervisará el nivel de cumplimiento de sus miembros. Junto con la Junta de Estabilidad Financiera, una organización de banqueros centrales y reguladores, el FMI desempeñará una tarea similar sobre propuestas de regulación, incluyendo un posible impuesto sobre las instituciones financieras para que ayuden a pagar por el desmantelamiento de firmas en problemas que de otra manera serían consideradas demasiado grandes como para dejarlas colapsar. El G-20 también cuenta con el FMI para emitir advertencias sobre la inminencia de burbujas de activos y otros problemas graves.

En una reunión en noviembre en Escocia, los ministros de finanzas del G-20 planean determinar los procedimientos precisos para esto.

"Esperamos que el FMI juegue un papel clave y colabore en la evaluación de las políticas económicas y financieras del G-20, así como en la definición de una postura de vista sobre el equilibrio y sostenibilidad de la economía global", dijo el secretario del tesoro de EE.UU., Tim Geithner, a un comité del FMI.

La estructura más dinámica es la respuesta a un continuo problema político del fondo: sus accionistas más grandes a menudo ignoran sus consejos. El FMI presionó durante años a China para que aceptara que su moneda estaba peligrosamente devaluada, pero luego el fondo cedió para reparar las relaciones con Beijing. EE.UU. ha ignorado las recomendaciones del FMI sobre los bancos.

Ahora, el G-20 manejará la política de la economía global principalmente a través de la evaluación de sus políticas entre los mismos miembros y la presión a los países para que cumplan sus promesas. En el caso de China, eso significa depender menos de las exportaciones (y por consiguiente dejar que su moneda se aprecie), y en el caso de EE.UU. significa la reducción de su deuda a largo plazo. El G-20 "le dará una ventaja política a algunas de las cuestiones que tienen lugar en el FMI", dijo el ministro de Hacienda británico, Alistair Darling.

Una disputa creciente fue evidente en la asamblea de Estambul. En una reunión independiente, el presidente de la junta directiva de Deutsche Bank AG, Josef Ackermann, se quejó de que las nuevas capas de regulación que están siendo consideradas por el G-20 podrían asfixiar el crecimiento. Geithner y Darling rechazaron las advertencias del banquero. "Eso no se compara con el mayor riesgo que enfrentamos hoy", agregó Geithner.

El nuevo papel de administrador del FMI podría aliviar las presiones políticas sobre el G-20 que ejercen naciones que no son parte del club. El ministro de Finanzas de Egipto, Youssef Boutros-Ghali, que encabeza el comité de políticas del FMI, se preguntó "¿cuál es el papel de los otros 165 países? Son 2.000 millones de personas que se quedan fuera".

El cambio en el poder institucional global también se reflejó en otro frente. Los ministros de Finanzas del G-7 (EE.UU., Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Japón) se reunieron, como es habitual, antes de la asamblea anual del FMI. En el pasado, dichos encuentros llegaron a opacar al FMI. Esta vez, el G-7 jugó un papel de bajo perfil.

NUEVO ROL DEL FMI: 

lunes, 5 de octubre de 2009

LOS IMPUESTOS DE LOS RICOS

Xavier VIDAL-FOLCH El País 01/10/2009

Una vez que la vicepresidenta Elena Salgado reconoce que la vuelta de tuerca fiscal recaerá "sobre la amplísima clase media", la más numerosa y la que más impuestos paga, es lógico que arrecie el debate no sólo sobre la oportunidad de subir impuestos en plena recesión, sino también sobre la equidad de su reparto. Incluso a riesgo de virus demagógicos.
Un aumento de la presión fiscal a las Sicav debiera llevarse al ámbito de la UE y el G-20
Ricos y superricos, como las meigas, haberlos haylos. Y en su mayoría refugian sus fortunas en unas peculiares Instituciones de Inversión colectiva (IIC), las 3.300 Sociedades de Inversión de Capital Variable (Sicav), con un patrimonio de 27.000 millones de euros, algo menos de 4,5 billones de pesetas.
Distintos robinhood locales alegan que estas fortunas apenas tributan: sólo el 1%, una afrenta a todos los demás. No es exactamente así. Las Sicav tributan, sí, al 1% en el Impuesto de Sociedades. Pero cuando sus socios retiran dividendos o venden sus participaciones obteniendo plusvalías, lo hacen al 18% en su impuesto personal sobre la renta, IRPF.
De modo que sus rendimientos finales tributan como las demás rentas de capital, sean dividendos o intereses de los depósitos bancarios. Ahora, verán aumentar su tipo un punto (al 19%) para un tramo de hasta 6.000 euros y tres (hasta el 21%) para cantidades superiores. Ése es uno de los escasos propósitos de progresividad en el paquete fiscal del Gobierno, pues la parte del león, el aumento del IVA y la supresión de la mal diseñada deducción de 400 euros, son lineales.
Se destaca el agravio comparativo de que las rentas del capital vengan tributando a ese 18%, mientras que las del trabajo (abrumadora mayoría de la recaudación por IRPF) lo hagan en una escala entre el 24% y el 43%. Ese mejor trato fiscal lo comparten las Sicav con las demás IIC, como los fondos de inversión. O con las cartillas de ahorro.
La diferencia más llamativa está entre el tipo del 1% aplicado a todas las IIC, Sicav incluidas, y los que gravan al resto de compañías en el Impuesto de Sociedades: un 30% como tipo básico, antes el 35%. Aunque en realidad el tipo efectivo era inferior. Tras acogerse a las deducciones disponibles, podía acercarse al 28%.
O sea que una compañía industrial pagará por sus beneficios el (teórico) 30% en Sociedades, y los beneficios que recojan sus accionistas, el 19%-21% en el IRPF. Mientras que para las Sicav será del 1%, y sus partícipes pagarán igual que los otros accionistas.
¿Tienen sentido estas asimetrías entre el capital financiero y el, digamos, industrial? Es discutible. Conviene mimar al capital financiero, que encarna el ahorro de ayer, la inversión de hoy y el empleo de mañana. Con límites. Mientras el distinto trato no desemboque en clara distorsión e inequidad flagrante. Y mientras las Sicav y compañía sean auténticas herramientas de inversión y no meros instrumentos de gestión de cartera de las grandes fortunas, como es frecuente aquí. Y siempre que el control de cualesquiera rentas pasen por la ventanilla de Hacienda, que no es el caso, pues aquí la tutela de las Sicav corresponde a la CNMV.
Tiene sentido mimar la inversión en economías que la necesitan como agua de mayo. Pero también hay un correlato histórico menos risueño: la globalización supuso el libérrimo movimiento de capitales. Para atraerlos, los Estados, estimulados por las rebajas fiscales del republicanismo y del thatcherismo, compitieron entre sí y con los multiplicados paraísos fiscales. Desfiscalizaron así el capital: la contrarreforma tributaria. Acierta Salgado al describir que "el capital viaja a la velocidad de la luz": en Alemania, Austria, Holanda o Francia las Sicav tributan cero en el Impuesto de Sociedades.
Pero a ese viaje se le puede imponer algún peaje. Siempre que albergue ambición global y alcance, al menos, europeo. Si ésa es la opción, aproveche el Gobierno su silla en el G-20, y su próxima presidencia de la Unión Europea, para impulsarla. No tanto por su capacidad recaudatoria inmediata, sino como alivio del contribuyente de a pie, y para evitar que se haga el "distraído", el "polizón", como ironizaba Luigi Einaudi en su mítico Mitos y paradojas de la justicia tributaria
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¿HACIA DÓNDE VA LA ECONOMÍA?


La crisis económica que estamos padeciendo y que tanto daño está causando a tanta gente debería servir para aprender de la experiencia pasada y de las causas que han conducido a la situación en la que nos encontramos. En un primer momento parecía que iba a ser así. Los economistas que habían exaltado con tanto entusiasmo las bondades del mercado autorregulado se quedaron callados y daba la impresión de que se encontraban noqueados. No obstante, se han ido rehaciendo y vuelven a las andadas.
La ceguera que padecen resulta llamativa y el peso de lo que han aprendido y enseñado es demasiado grande para que vean con claridad lo que ha sucedido. La resistencia a cambiar sus formas de pensar es tan fuerte que dentro de poco les veremos volver a explicar lo mismo y a exaltar las excelencias del mercado sin intervenciones, que pueden resultar, desde su perspectiva, dañinas para el buen funcionamiento económico. El pensamiento económico es más importante de lo que puede suponerse, como ya lo señaló con claridad Keynes en la “Teoría General de la ocupación, el interés, y el dinero”.
Las responsabilidades de lo que ha pasado son muchas. En primer lugar, de los grandes intereses económicos, y sobre todo financieros, que han presionado a los gobiernos para fomentar la liberalización de los mercados, la eliminación o disminución de los mecanismos de regulación. En segundo lugar, de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), que han presionado en la dirección de favorecer la globalización neoliberal y financiera. En tercer lugar, de los gobiernos que se han doblegado a las exigencias de los poderosos y que han tomado medidas en la dirección liberalizadora y privatizadora. En cuarto lugar, de un pensamiento económico que argumentó la necesidad de tomar las medidas correspondientes para potenciar al mercado frente a las intervenciones públicas y que ha servido de soporte teórico al proceso creciente de pasar de un capitalismo regulado a un sistema desbocado.
Los economistas con sus enseñanzas teóricas han tenido una gran parte de responsabilidad tanto por la influencia que han ejercido en las esferas del poder económico y político, como por la que ejercen a través de la enseñanza. Los numerosos graduados que han salido en los últimos años de las facultades de Economía y de Administración y Dirección de Empresas, se encontraban convencidos del buen funcionamiento del mercado que les habían enseñado. Así desde la dirección de empresas, administraciones públicas y órganos de decisión política han recomendado políticas económicas que se basaran en una adecuada asignación de los recursos a través fundamentalmente del mercado, y de rechazar el uso de políticas públicas. Todo lo que supusiera regulación, empresas públicas o servicios públicos había que eliminarlo a favor de la privatización y del mercado. Han olvidado una idea básica que señala Stiglitz en el libro “Microeconomía”: el mercado, aunque sea eficiente, que no siempre lo es, no genera por ello modelos socialmente deseables.
Efectivamente, el mercado por sí mismo no posibilita la igualdad de rentas y de género, de derechos y oportunidades. Al mismo tiempo, causa daños al medio ambiente. Las políticas públicas, que en muchos casos responden a reivindicaciones sociales, tratan de llevar a cabo mecanismos que permitan modelos sociales más equitativos y sostenibles. Esto, que se aprende analizando la historia y el comportamiento diferente de las economías actuales y los resultados tan distintos que ofrecen, sin embargo ha desaparecido de los estudios de economía como materia central. Pero la abstracción teórica en la que se han movido las generaciones últimas les ha hecho irse despegando de la realidad concreta y optar por la elegancia formal de los modelos. Al mismo tiempo se han dejado seducir por el virtuosismo académico, que apenas tiene que ver con la realidad social en la que nos encontramos. La elección racional que tanto impacto ha tenido en la economía, y también en la sociología, ha conducido a errores apreciables a la hora de analizar a fondo las relaciones sociales existentes y los procesos dinámicos a los que las sociedades se encuentran sujetas.
Además de haber confiado tanto en el mercado, lo limitado de su análisis les ha impedido observar lo que estaba sucediendo. En el enfoque estrecho en el que han caído no tenía cabida el análisis de las burbujas especulativas financieras e inmobiliarias, la desigualdad económica y social, la pobreza y las capacidades de las gentes para realizar un proyecto digno de vida. Todo se reducía a magnificar el crecimiento sin adentrarse en el estudio sobre los pilares en que ese crecimiento se sustentaba y a quién se dirigían los frutos de ese crecimiento
De todos modos, siempre ha habido voces minoritarias, unas partiendo de la ortodoxia, pero negándose a hacer esas grandes simplificaciones, o desde la heterodoxia, que han supuesto un contrapunto a esos análisis. Han sido estos planteamientos los que han advertido de los peligros en los que la economía se había metido, y son estos enfoques los que nos pueden salvar de la debacle a la que la economía dominante nos ha conducido.
La crisis debe servir para repensar los supuestos teóricos de la ciencia económica, y estos a su vez deberán utilizarse para crear unas condiciones económicas diferentes de las que se han dado en las últimas décadas. El problema es que no parece que vayamos por ese camino ni en el pensamiento ni en la realidad. Los votantes se inclinan por optar por posiciones políticas de derechas y de centro derecha que son precisamente las que han hecho más para crear las condiciones de las causas que han originado la crisis. Los partidos de izquierda moderada se encuentran perdidos sin dar opciones diferentes y sin ofrecer a las gentes vías que se desmarquen de la ideología de la globalización financiera. Esto explica la crisis de la izquierda moderada y que ascienda, en algunos países, una izquierda con unas posiciones más críticas.
Lo que resulta evidente es que tanto en el ámbito de la teoría como de las realidades concretas las cosas no marchan bien, y es más, se va en dirección equivocada.
Carlos Berzosa