miércoles, 30 de septiembre de 2009

PRIORIZAR EL BIENESTAR

José Manuel Naredo


Las estadísticas han venido cifrando el crecimiento económico como una victoria sobre la penuria, hasta que se apreció que este crecimiento destruye más que crea. ¿Cómo no van a sentirse engañados todos aquellos a los que se demandan esfuerzos y sacrificios [en aras de ese crecimiento]?”. Esta opinión, que subraya el divorcio entre crecimiento económico y calidad de vida, no es la de ningún crítico antisistema, ni siquiera de un representante de la izquierda. Ha sido emitida por Nicolas Sarkozy, presidente de la República Francesa, que propone “acabar con la religión de la cifra” del PIB, arremetiendo contra el primer axioma sobre el que reposa la ideología económica imperante: el que identifica ese agregado monetario con el bienestar de la gente. Este hecho rompe el habitual conformismo de la clase política –de derechas y de izquierdas– con la mitología del crecimiento. La novedad no estriba tanto en denunciar los engaños del PIB como indicador de bienestar, como en el hecho de que quien lo denuncia sea el presidente de un país importante en un foro cultural tan reputado como la Universidad de la Sorbona. Su discurso se orientó a divulgar las propuestas de una comisión de expertos a la que había encomendado la tarea de reforzar la presencia del bienestar en las estadísticas económicas.

Más que discutir aquí las 12 recomendaciones de la comisión orientadas a completar las estadísticas con este propósito, interesa subrayar que el problema suscitado no es un problema técnico, sino uno ideológico y social mucho más amplio. Pues las estadísticas son el reflejo del statu quo mental e institucional que sostiene la hegemonía del cuadro macroeconómico, con el PIB a la cabeza, como el cuadro de mandos por antonomasia para dilucidar si “van bien” los países, evitando preguntarse hasta qué punto el aumento de ese revender con beneficio recogido en el PIB es bueno para el país y para la mayoría de sus habitantes. No estaría de más reflexionar sobre estas cuestiones en España cuando el divorcio entre crecimiento y bienestar ha sido tan ostensible durante el auge y cuando la polarización social y la pugna distributiva se acentúan ahora durante el declive. Más que reactivar la actividad económica, habría que controlarla socialmente para evitar que se dirija de nuevo por sendas especulativas que redundan en perjuicio de la mayoría, alimentando nuevas burbujas y críticos sobresaltos. Para ello hay que abrir ese cajón de sastre monetario que es el PIB y mirar lo que hay dentro y lo que queda fuera, para separar el grano de la paja, distinguir los bienes de los males y debatir lo que interesa que crezca y lo que interesa que decrezca.

Por ejemplo, se debería cambiar el marco institucional que hizo del negocio constructivo-inmobiliario la verdadera industria nacional. Pues, para beneficio de algunos, hipotecó medio país y desencadenó un tsunami de obras que, además de impactar negativamente sobre la calidad de vida y sobre el patrimonio urbano y de los ecosistemas circundantes, originó a la vez viviendas desocupadas y necesidades de vivienda insatisfechas.

José Manuel Naredo es economista y estadístico.

lunes, 28 de septiembre de 2009

EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL DESARROLLO


Una sociedad no necesariamente es desarrollada porque disponga de cuantiosos bienes materiales, sino cuando haya logrado expandir las potencialidades de los sujetos que la conforman. Existe una visión degradada de lo que el desarrollo significa. Éste no debería comenzar en los mercados, sino en la gente, su educación y su capacidad de relacionarse con la vida toda.
Si es que, como sociedad, somos psicológicamente deficientes, el verdadero desarrollo dependería de la remoción gradual de estas deficiencias primarias. El desarrollo de las capacidades humanas, el aprendizaje de nuevas formas de relacionarse y de hacer las cosas, la energía social y comunitaria que pueden ser desplegadas tras objetivos compartidos, el “capital espiritual” y social de los pueblos deberían ser tenidos en cuenta; más que factores materiales se requiere de la formación de nuevos comportamientos, de una ética de responsabilidad individual y social, de determinados hábitos de trabajo y métodos de organización profundamente humanizados.
Todo aspecto cualitativo es excluido del ámbito económico, a pesar de que es evidente que las cuestiones cualitativas son cruciales para comprender las dimensiones psicológicas y sociales de los sistemas económicos y humanos. El Producto Interno Bruto (PIB) es la medida básica del desempeño económico de una nación pero su cálculo ignora muchos aspectos informales: la parte de la economía que no se basa en transacciones monetarias, las acciones motivadas por la confianza mutua, la cultura nutricional, el trabajo solidario y la conexión comunitaria entre las personas, la flexibilidad mental frente a los cambios que acontecen, toda esa ecología humana subterránea de recursos intangibles queda totalmente apartada de las estadísticas y, por lo tanto, de nuestro marco de análisis, y por ello son descartadas en las políticas que los gobiernos suelen implementar.
La sociedad civil queda afuera de los estudios económicos, salvo cuando se trata de calcular su incidencia en el producto o el empleo que ocupa. No se percibe la capacidad que la sociedad civil tiene como un posible factor movilizador en pro del bienestar de las personas y del desarrollo social. Una perspectiva comunitaria de nuestra interdependencia social y ecológica es críticamente necesaria.
La vida, el trabajo y la felicidad de las sociedades depende de ciertos “arreglos psicológicos” que son infinitamente preciosos. La cohesión social, la cooperación, el mutualismo, es decir el capital social, el respeto a sí mismo, la capacidad de las personas de sobrellevar privaciones, todo esto y mucho más se desintegra cuando esos “arreglos psicológicos” se dañan gravemente en virtud de la anomia colectiva de la mundo urbano. Ninguna política de crecimiento económico por eficiente que sea puede compensar los efectos de este tipo de daño.
La calidad debe complementar a la cantidad. Las cifras elevadas no siempre reflejan un espíritu optimista, indican muchas veces monstruosidades, epidemias, desastres y extinción. Vivimos hoy la paradoja de constatar que la aceleración del crecimiento económico, cuando este ocurre, está acompañada de la desaceleración del desarrollo.
Pensar sólo en el crecimiento como objetivo, es errado pues tiene un cariz canceroso. El término mismo puede representar un peligro potencial, si lo que crece es la deuda, el desempleo, la pobreza, la contaminación, la población, el costo de la vivienda, el rating, el colesterol o la obesidad. Aumentar puede significar declinar. Lo que en un tiempo fue la medida de progreso, hoy tal vez sea una mala señal que evidencia profundos desequilibrios futuros.
Hay una paradoja subyacente entre dos visiones poderosas: la visión economicista, sustentada en el concepto de crecimiento material y la visión de la sostenibilidad, basada en el concepto de desarrollo.Aunque frecuentemente confundimos estos dos conceptos, hay diferencias fundamentales entre ellos: crecimiento es un aumento en tamaño o en número, mientras que desarrollo es un aumento en capacidad de satisfacer aspiraciones legítimas e involucra el aspecto necesariamente cualitativo.
Así, por ejemplo, tanto un basurero como un cementerio crecen, pero no se desarrollan, mientras que una persona puede desarrollarse aún después de haber dejado de crecer. En la sociedad, el mejor reflejo del crecimiento económico es el nivel de vida, mientras que el mejor reflejo de su desarrollo es su calidad de vida. Claro está que la calidad es mucho más difícil de tratar que la cantidad, de la misma manera que el ejercicio de juzgar y valorar es una función más alta que la habilidad de contar y calcular.

domingo, 27 de septiembre de 2009

NECESIDAD DE UNA REFORMA FISCAL REDISTRIBUTIVA


Entrevista a Daniel Raventós


La revista Diagonal entrevistó a principios de septiembre a Daniel Raventós sobre los posibles cambios fiscales anunciados confusamente por el Gobierno del Reino de España. La entrevista la realizó Pablo Elorduy y se tuvieron que realizar algunos leves recortes por motivos de espacio. Aquí se reproduce la versión más amplia.  
Diagonal: Hay unas declaraciones recientes de Elena Salgado en las que ha asegurado que sin la situación de crisis, el Gobierno seguiría bajando los impuestos. Si la ministra de Economía mantiene que una "economía sana" se basa en la escasa contribución de las rentas más altas ¿qué podemos esperar de la reforma anunciada? 
Creo que hay que diferenciar claramente ambas proposiciones. Que sin la crisis el Gobierno seguiría disminuyendo los impuestos es una declaración de intenciones; que una economía sana se basa en la escasa contribución de las rentas altas es una afirmación de hecho. Esta afirmación debe sostenerse empírica e históricamente. Y, francamente, creo que los hechos muestran lo contrario. Un solo ejemplo de la economía más poderosa del mundo. Siendo presidente F. D. Roosevelt, el Gobierno de EEUU realizó una política fiscal que condujo a una gran redistribución de la renta. Los ricos salieron duramente castigados fiscalmente y los pobres muy beneficiados. Roosevelt no lo hizo, por cierto, de forma gradual, sino de forma rápida. El tipo máximo impositivo sobre la renta (hoy situada en el 35% y si se trata de rentas del capital es muy inferior aún) subió hasta el 63% durante el primer mandato de su presidencia. En el segundo mandato se incrementó al 79%. Todo ello en la década de los 30. En la década de los 50 el tipo máximo sobre la renta llegó al 91%. El impuesto de sucesiones (¿recuerdan el debate actual?) pasó de una tasa máxima del 20% al 77%. En palabras elogiosas de Paul Krugman: "A finales de los 50, los ingresos reales después de impuestos del 1% más rico de los estadounidenses probablemente eran un 20% o un 30% más bajos que una generación anterior." (1) A diferencia de las majaderías que se lanzan habitualmente desde algunos cargos públicos y desde algunas universidades sobre los terribles peligros que una política fiscal agresiva con los ricos podría acarrear, uno de los resultados de esta redistribución de la renta y la riqueza comportó un importante período de expansión económica que duró algunas décadas hasta la contraofensiva neoliberal que empezó con fuerza a finales de los 70. 
Diagonal: Si, como se asegura, las medidas van dirigidas más a la clase media-alta ¿Evidencia este tipo de argumento que Gobiernos como el español se ven incapaces de tomar medidas efectivas que contrarresten la irresponsabilidad tributaria de las grandes fortunas? 
Veremos quién gana y quién pierde una vez conozcamos las medidas. Que el Gobierno del Reino de España no toma medidas que contrarresten no ya la irresponsabilidad sino el pillaje tributario de los más ricos, me parece de una evidencia empírica incontestable. Recuérdese que existen 3.347 sociedades de inversión de capital variable (SICAV), con una capacidad de control de más de 27.000 millones de euros, que solamente tributan al 1%. Ahí se refugian, entre otros agujeros disponibles, muchas fortunas. Se resisten a subir ese mísero 1% porque, dicen, el capital se fugaría. Si este argumento lleva a alguna parte es a batallar para conseguir una coordinación internacional que impida  el bandolerismo con chantaje permanente del capital. Parece ser que esto es pedir la luna… 
Diagonal: La vicepresidenta primera del Gobierno ha hablado de una "revisión global del sistema tributario" pero, ¿qué características debería tener esta reforma para ser una medida eficaz en el objetivo de una fiscalidad más progresiva y justa? 
El objetivo debería ser: reforma fiscal redistributiva de los ricos a los pobres. Los medios: igualación de los tipos provengan las rentas del trabajo o del capital, lucha contra el fraude fiscal, seguimiento y disuasión a las empresas españolas que tienen negocios con los paraísos fiscales, aumento del impuesto de sociedades, abolición de la posibilidad de que los deportistas con salarios superiores a 60.000 euros mensuales puedan acogerse al tipo marginal del 24%, aumento del ridículo 1% de las SICAV y una renta básica de ciudadanía para toda la población. Es decir, casi todo lo contrario de lo que se ha venido haciendo a lo largo de los últimos años. Los distintos gobiernos del PSOE han realizado distintos recortes fiscales que han llegado al triste resultado de rebajar la recaudación fiscal en 4.000 millones por el impuesto de sociedades y de 1.800 por el exterminado impuesto del patrimonio, por destacados ejemplos.  
Diagonal: Sobre la propuesta de los 420 euros mensuales a parados que no tienen derecho a contribución ¿qué interés, a su juicio, ha movido a los sindicatos de concertación para que no planteen en este momento la posibilidad de implantar una renta básica ciudadana? ¿En qué estado queda la comisión creada para estudiar esta posibilidad después de este acuerdo entre Gobierno y sindicatos? 
En Sin Permisorevista a cuyo comité de redacción pertenezco, realizamos en el mes de mayo una entrevista al responsable de acción sindical confederal de CCOO, Ramón Górriz. Cuando se le preguntó qué opinaba sobre la renta básica, contestó: "Cuando exista una propuesta concreta la estudiaremos." Me permito añadir: CCOO, como UGT, tiene un conocimiento de la propuesta de la renta básica muy limitado, si es que tiene alguno. Otros sindicatos fuertes en sus naciones, como ELA, el holgadamente mayoritario de la Comunidad Autónoma Vasca, tampoco van mucho más avanzados en este punto. Me refiero a las estructuras, no a algunas individualidades. Es todo lo que puedo decir sobre la primera pregunta.  En lo que respecta a la segunda, no creo que el acuerdo entre Gobierno y sindicatos deba afectar a la subcomisión parlamentaria creada para estudiar la viabilidad de una renta básica. La subcomisión se creó, supongo, con la voluntad de estudiar a lo largo de unos meses los pros y los contras de esta propuesta. Más problemático es que, hasta donde yo sé, la subcomisión no ha dado aún un paso para iniciar su funcionamiento. Y es una lástima porque en una situación de crisis, una renta básica sería una medida especialmente indicada, como he explicado en otras ocasiones.
Diagonal: ¿Qué efectos tendría una renta básica sobre los impuestos?  
En realidad la renta básica sería una transferencia. Las transferencias son distintas de los impuestos aunque pueda hablarse en algunos casos de "impuesto negativo". La renta básica debe financiarse mediante la recaudación fiscal. No hay una única forma de hacer tal cosa. De hecho, a lo largo de los últimos años se han propuesto distintas formas de financiación. Solamente soy partidario políticamente de aquellas formas de financiación de una renta básica que favorezcan a los sectores de la población con menos ingresos. Es decir, una renta básica que incluya una financiación que signifique una redistribución de la renta de los ricos a los pobres y que garantice la existencia material a los residentes y a toda la ciudadanía. 
NOTA:  (1) Paul Krugman, La fi dels neocons, Ara Llibres, Badalona 2009, pág. 64.
Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de SINPERMISO y presidente de la Red Renta Básica. Su último libro es Las condiciones materiales de la libertad (Ed. El Viejo Topo, 2007).

sábado, 26 de septiembre de 2009

COOP57 EN LA PRENSA DIGITAL


abc.es

Tarragona y Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) serán las primeras ciudades en contar con una moneda social que intentará aumentar el poder adquisitivo de las familias afectadas por la crisis, favorecer el comercio de proximidad, evitar la dispersión de la riqueza y facilitar el acceso a bienes básicos.

Hace décadas que funcionan en Suramérica y Centroeuropa y ahora llegan a España. Las denominadas monedas sociales, paralelas a las oficiales, empiezan a experimentarse en algunas localidades catalanas en las que consumidores, comerciantes y redes de economía solidaria se están aliando para evitar la dispersión de la riqueza y favorecer el consumo sostenible y de proximidad.

"El 90% de la masa monetaria mundial no está en la calle, sino que se dedica a operaciones especulativas", afirma Sebastián Corrodini, coordinador de la Xarxa Eco de Tarragona, que a partir de octubre pondrá en circulación 10.000 Ecos -la nueva moneda tarraconense, que equivale al mismo número de euros- con la intención de dar un respiro a las familias que más padecen la crisis.

Los consumidores podrán solicitar que se les devuelva el cambio de sus compras en ecos en lugar de euros: "en un principio los consumidores recibirán más ecos de los que les correspondería en el cambio" con el fin de que los compradores acudan a los 30 comercios de la red y "que nunca falte moneda", explica Sebastián, conocedor de experiencias similares originadas durante la grave crisis económica argentina de la pasada década.

Corrodini considera que la iniciativa "desmitificará el dinero" y "permitirá que pequeños productores agrícolas puedan vender sus alimentos por un precio más justo que el que les ofrecen las cadenas alimentarias".

Sin embargo, el profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona Daniel Reventós considera que estas iniciativas son "simpáticas pero insuficientes" porque "no resuelven la gravedad de la actual coyuntura económica, necesitada de reformas estructurales".

Reventós asegura que las monedas sociales no conseguirán prácticamente nada y cita el caso argentino -donde funcionan numerosas de ellas desde hace décadas- como ejemplo: "la pobreza en Argentina llega al 25% y aumenta tanto que el Gobierno ha decidido no ofrecer más cifras" para evitar el alarmismo entre la población.

Este otoño el colectivo Ara! intentará, por segunda vez, implantar su moneda social -el Grama- en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), y servirá no sólo para comprar productos, sino también servicios.

"Puedo vender mis conocimientos a otros miembros de la red y recibir a cambio los suyos o bien un pago en gramas", explica Jordi García, miembro del colectivo.

García explica que las monedas sociales reaparecen cada vez que la situación económica empeora y el aumento del paro reduce la capacidad adquisitiva de personas que, aun teniendo capacidades y conocimientos para trabajar, no pueden hacerlo.

Por otra parte, la banca ética y solidaria también se encuentra en plena expansión. Así, la cooperativa de servicios financieros COOP57 ha recibido en los últimos meses un alud de clientes que desconfían de la banca tradicional y buscan un valor añadido a sus inversiones.

En 2008 concedieron créditos a entidades por más de tres millones de euros, la mayoría dedicadas al adelanto de subvenciones públicas.

Las entidades socias de la cooperativa deben aportar mil euros en concepto de inscripción y los socios particulares, un mínimo de 300 euros.

La solidaridad y el compromiso es vital para el funcionamiento de la cooperativa, y para ello un comité social asesorado por un comité técnico gestiona la concesión de créditos, que no están orientados al consumo particular, sino a proyectos sociales y culturales.

Fuentes de COOP57 han informado a Efe de que la cooperativa goza de un envidiable tasa del 0% de morosidad y atribuyen su éxito a que trabajan con "economía real y no especulando como los bancos tradicionales, que actualmente son como casinos".

Así, en pocas semanas el euro se las verá en la calle con dos competidores que llegan para quedarse: el grama y el eco.




¿HARÁ CASO OBAMA A LAS IDEAS DE SUSAN GEORGE?


El blog salmón.

Con una propuesta de Estados Unidos para reducir su enorme déficit, aumentar su tasa de ahorro y reorientar su economía financiera, terminó la cumbre de Pittsburgh. Habrá que verlo. Lo cierto es que el plan para reorientar una economía mundial que se sacude en las catacumbas, necesita más que bonitas palabras al cierre.

El aumento de la tasa de ahorro para Estados Unidos implica disminuir el enorme déficit comercial que tiene con China, tarea que requerirá aplicar políticas proteccionistas con respecto a este país como las que comienzan a aplicarse hoy con las importaciones de acero y neumáticos, castigadas con impuestos del 31% y 35% respectivamente.

Esta medida extrema resulta ser una de las condiciones necesarias (ya vendrán otras) para estabilizar una economia mundial que se ha escapado de caer precipicio gracias a la urgente, aunque tardía, medida de los gobiernos para aplicar medidas de rescate. El costo de esta operación está significando elevar el endeudamiento público desde los 19 billones de dólares del año 1999, a los 45 billones de dólares al año 2011. Vale decir que la deuda de cada hombre, mujer o niño del planeta llegará a la suma de 7.000 dólares. Curioso dato para una situación en la cual el 40% de la población mundial vive con menos de 2 dólares diarios. Una vez más esta crisis ha significado enormes beneficios para un puñado, los verdaderos dueños del mundo. Ni siquiera se han salvado aquellos que tienen sólo un par de millones de dólares en sus cuentas bancarias.

Los líderes del G-20 se centraron en temas como las remuneraciones de los ejecutivos bancarios, pero no dieron el salto en tomar medidas para mejorar la equidad, pese a que el FMI ha reconocido el gran flagelo que está implicando la actual crisis para los países más pobres, y como la desigualdad se ha convertido el principal lastre de la crisis.

Tampoco se estabecieron políticas concretas frente al cambio climático en términos de establecer fechas y límites a las emisiones.

Los puntos más relevantes, rescatados por el presidente Obama, apuntan a una mayor regulación del sistema financiero, en la cual no se excluye la aplicación de la Tasa Tobín, un impuesto a las transacciones financieras meramente especulativas, sobre las cuales cae gran parte de la culpa de la actual crisis.

¿NUEVA CRISIS A LA VISTA?


blogecologista


El diario británico The Independent, informa sobre el riesgo de una crisis brutal de suministro de petróleo en 2010. El incremento de demanda que traerá consigo la recuperación económica es insostenible ya que no se están adoptando medidas obtener nuevos suministros de petróleo.

Es muy importante esta noticia en términos de recuperación ya que la restricción en el suministro del petróleo y su elevado precio puede poner a las economías en una situación de riesgo y debilidad.

Las economías deberán enfrentarse a que no hay petróleo, la escasez incrementará los precios y no será posible acceder a reservas nuevas de crudo al no haber invertido con anticipación en la búsqueda de las mismas.

La inflación sufrirá mucho con la crisis del petróleo ya que el incremento de precios provocará un fuerte impacto, principalmente si se le suma escasez de recursos.

Los principales productores de petróleo están presentando escasez de recursos y se encuentran al límite de la capacidad de suministro por lo que la situación ante un eventual aumento de la demanda es insostenible.

La Organización de Países Exportadores de petróleo ha dado por finalizada la época del petróleo sin restricciones y de bajo coste, hecho que convierte en algo fundamental el sustituir al petróleo antes que desaparezca y prepararse para el momento en el que no haya suministro.

Las economías y las sociedades están hoy sustentadas sobre el petróleo por lo que el cambio debe realizarse con tiempo y a conciencia.

Acelerar los recursos energéticos basados en energías renovables, incrementar la eficiencia energética, reducir la emisión de CO2 y luchar contra el calentamiento global son los aspectos más urgentes que las economías tienen que acometer para estar protegidos de una crisis energética situada en el espacio tiempo como “inminente” y que hace que los cambios a realizar sean ya, urgentes.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

IMPUESTOS Y SOCIALDEMOCRACIA


Me parece sorprendente que algunas voces del Gobierno socialista español hayan expresado repetidamente su satisfacción porque España sea el país que tenga una de las presiones fiscales más bajas de la Unión Europea. Entendería que un dirigente de un partido liberal hiciera esta declaración. Pero admito que no lo entiendo en un dirigente de una formación política que se define como socialdemócrata. Y lo que todavía entiendo menos es que el motivo de satisfacción no sólo sea el hecho de que la presión fiscal sea de las más bajas de la Unión Europea, sino que se enorgullezca de que haya descendido durante el mandato del Gobierno socialista. La causa de mi sorpresa es que la socialdemocracia en Europa se ha caracterizado, precisamente, por haber aumentado la presión fiscal con el fin de expandir y enriquecer las transferencias y los servicios públicos del Estado de Bienestar que contribuyen a enriquecer la calidad de vida de toda la ciudadanía y muy en particular la de las clases populares, base tradicional de la socialdemocracia. Los datos son claros y convincentes. A mayor fuerza la socialdemocracia (e incluyo bajo este nombre todos aquellos partidos de centroizquierda e izquierda, llámense como se llamen –socialistas, socialdemócratas, laboristas o eurocomunistas- que están comprometidos en un proyecto de enriquecer la calidad de vida de la población, y muy en particular de las clases populares, a base de políticas redistributivas encaminadas a reducir las desigualdades sociales y la discriminación y explotación que las sustenta), mayor desarrollo del gasto público, incluyendo el gasto público social, mayor extensión del Estado del Bienestar y menores desigualdades. Partidos socialdemócratas o coaliciones de partidos socialdemócratas han gobernado aquellos países por mucho tiempo durante el periodo 1950-2000. Suecia (45 años), Noruega (39 años), Dinamarca (35 años), Finlandia (32 años) y Austria (31 años). El promedio de gasto público social en este grupo de países es el 30%, y su carga fiscal representa un 52% del PIB. Son los países que tienen menos desigualdades sociales y están entre los que tienen índices de mayor calidad de vida. Y tienen economías altamente eficientes. Sus tasas de desempleo están entre las más bajas de la OCDE y de la UE.

En el otro polo están los países de tradición anglosajona liberal (EEUU, Gran Bretaña e Irlanda), en los que la socialdemocracia ha sido históricamente débil, habiendo estado gobernados la mayoría del tiempo por partidos conservadores de orientación liberal. Su gasto público social, como promedio del grupo, es de los más bajos de los países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo), sólo un 24% del PIB, su carga fiscal es sólo un 36%, y tienen las desigualdades sociales más elevadas, con bajos indicadores de calidad de vida. Los países del sur de Europa (España, Grecia y Portugal), son países que han sido gobernados en la mayoría de aquel periodo (en su primera parte del periodo) por regimenes fascistas o fascistoides y que heredaron Estados del Bienestar enormemente subdesarrollados y con enormes desigualdades sociales. Este subdesarrollo fue corrigiéndose durante la última etapa de aquel periodo, consecuencia de haberse establecido sistemas democráticos, aunque todavía tienen un gran retraso, poniéndolos incluso por debajo (o al mismo nivel) que algunos países liberales en su escaso gasto social. Todos ellos tienen grandes desigualdades sociales (ver Navarro, V. (ed.) Neoliberalism, Globalization and Inequalities. Baywood. 2008, y sección Economía política y Neoliberalismo, en www.vnavarro.org). En realidad, España continúa teniendo uno de los estados del bienestar menos desarrollados de la UE, e incluso de la UE-15 (que son los países de la UE de semejante desarrollo económico al español). Se mire como se mire, el gasto público social español es de los más bajos de la UE-15. El gasto público social por habitante (4.663 unidades de poder de compra), el gasto público social como porcentaje del PIB (20,3%), el porcentaje de la población adulta trabajando en los servicios públicos del estado de bienestar (escuelas, sanidad, servicios de dependencia, escuelas de infancia, entre otros, 11%) son mucho más bajos que el promedio de la UE-15 (6.737 upc, 27% y 16%, respectivamente) siendo uno de los más bajos de la UE-15. Estos datos muestran que después de treinta años en democracia continuamos estando a la cola de la Europa Social. Y un factor muy importante que explica este retraso es la subfinanciación del Estado, incluyendo su Estado de Bienestar, que es a su vez resultado de la baja presión fiscal. De ahí que estar satisfecho de tener una baja presión fiscal implica que estamos satisfechos de estar muy retrasados en nuestro Estado Social, lo cual no deja de ser sorprendente e incoherente en un socialdemócrata.

IMPUESTOS Y DÉFICIT DEL ESTADO

Los datos que acabo de presentan explican mi sorpresa y preocupación cuando leí que algunas voces del partido socialdemócrata expresaron su orgullo porque teníamos la carga fiscal más baja de la UE-15. Esta preocupación se diluyó algo cuando leí que, por fin, iban a subir los impuestos. Pensé que por fin iban a intentar reducir el déficit social en España (que es nada menos que de 70.000 millones de euros), tal como, por cierto, consta en su programa electoral. Pero me equivoqué. Inmediatamente leí que esta subida de impuestos se debía al deseo de reducir el déficit del Estado, que llegaría al 10% del PIB. No sólo me entristecí, sino que me alarmé, puesto que lo que no debe nunca hacerse ahora, en una gran recesión, cuando el desempleo llegará al 20%, es disminuir el déficit del Estado. Esto lo hizo Franklin D. Roosevelt al inicio de la recuperación económica durante la Gran Depresión, y retrasó enormemente la recuperación económica. España está todavía en una gran recesión, y no saldrá de ella a no ser que haya un gran aumento de la demanda interna, ligada al aumento del gasto público sostenido por un largo déficit. Es ilusorio creerse que este necesario incremento de la demanda interna lo vaya a resolver una bajada de impuestos tal como propone la derecha liberal española (el PP y CIU). La población está enormemente endeudada y la bajada de impuestos la utilizará predominantemente para pagar sus deudas. La evidencia de ello es abrumadora. De ahí que las propuestas de recuperación del PP y CIU reflejadas en sus documentos económicos son profundamente erróneas. Creer que la crisis enorme que estamos viviendo se puede resolver a base de expandir, todavía más, las políticas liberales, es haber perdido toda conexión con la realidad económica que nos rodea. Pero esta visión liberal aparece también en la Comisión Europea y en su comisariado de Asuntos Económicos, que está presionando a los países para que reduzcan su déficit. En realidad, el déficit debería aumentar más, a fin de estimular la economía (cuya tasa de crecimiento es negativa) a base de nuevas inversiones públicas (no sólo en infraestructuras y comunicación sino, sobre todo, en servicios públicos y nuevas energías creadoras de empleo) que deberían alcanzar hasta un 5% del PIB, como ha ocurrido en EEUU (el país que saldrá primero de la crisis). Bajar el déficit quiere decir bajar el estímulo económico. Y bajar la carga fiscal quiere decir bajar el gasto público y con ello la inversión y estímulo económico, precisamente lo contrario que debería hacerse.

¿SON LOS IMPUESTOS IMPOPULARES?

Ya sé que me dirán que un político tiene que ser consciente de que subir los impuestos es muy impopular, lo cual no es necesariamente cierto. Depende de quien es el que paga los impuestos y para qué fines. Le aseguro al lector que si a la ciudadanía se le pregunta “¿Está usted a favor de subir los impuestos a fin de reducir el déficit del Estado?”. La respuesta será, por gran mayoría, un no. En cambio, si a la ciudadanía se le pregunta “¿Está usted de acuerdo en que la gente más rica del país (digamos las tres decilas superiores del país) pague más impuestos para mejorar la sanidad pública (o la escuela pública, o las escuelas de infancia, o los servicios domiciliarios, o la vivienda social, o las pensiones)?” la respuesta sería abrumadoramente positiva. No se ha hecho tal pregunta en España, pero se ha hecho en EEUU y la gran mayoría ha respondido afirmativamente, mayoría que alcanza niveles por encima del 80% entre las clases populares. Ni que decir tiene que a mayor renta, menos entusiasmo por el incremento de impuestos. Es lógico que el 30% de renta superior del país (que incluye los creadores de opinión) sea reacio a la subida de impuestos. Pero no así la mayoría de la población, que sí la favorecen en caso de que tales impuestos vayan a cubrir tales déficits sociales. Por cierto, este apoyo mayoritario se mantiene cuando el objetivo de la subida de impuestos es crear empleo, como ha estado ocurriendo con el programa de estímulo económico de la Administración Obama. No así las rentas más superiores, que son las que proporcionalmente pagan más impuestos y quedan menos afectadas por los déficits de gasto público social al utilizar menos los servicios públicos. De ahí que se opongan, utilizando improperios para definir tales medidas redistributivas como “demagógicas”, “anticuadas”, “imitación de Robin Hood”, y otros insultos a la usanza de las derechas cuando las izquierdas piden que se redistribuyan los recursos

El aumento de la presión fiscal progresiva es necesario no sólo para reducir el déficit del Estado del Bienestar, sino también para incrementar el gasto público y estimular la economía (objetivos, en sí, necesarios) y también para redistribuir la renta excesivamente polarizada en nuestro país. España continúa siendo uno de los países con mayores desigualdades sociales. La disminución de las rentas del trabajo ha creado un gran problema de insuficiente demanda y excesivo endeudamiento, mientras que las exuberantes plusvalías de las rentas del capital, invertidas en actividades especulativas, han llevado al desastre financiero. De ahí que sea necesario revertir esta enorme polarización social, causa de la Gran Depresión en el siglo XX y de la Gran Recesión ahora. Como bien dijo el Presidente Franklin D. Roosevelt, “hasta ahora sabíamos que la excesiva acumulación de riqueza, resultado de la avaricia, era un mal moral. Ahora sabemos que es también un mal económico”. Sería de desear que el Gobierno español, que se autodefine como socialdemócrata, actuara consecuentemente y viera que Roosevelt llevaba razón.


lunes, 21 de septiembre de 2009

OBAMA Y GULLIVER: EL CAPITAN NAUFRAGA EN WASHINGTON


SP

Cuenta Jonathan Swift que, cuando el Capitán Gulliver naufragó en Lilliput, los nativos lo trataron bien. El retribuyó sus atenciones ayudándoles a capturar una nave. Pero se negó a ayudarles a sojuzgar a sus vecinos. En castigo, los lilliputienses lo condenaron a arrancarle los ojos. Puesto que no medían sino unos 15centímetros de estatura, para dominarlo esperaron a que se durmiese.

Una vez dormido, lo sujetaron con cuerdas a estacas clavadas en la tierra. La unión hace la fuerza. Pero a veces la astucia supera a la fuerza. En efecto, sabemos que el astuto capitán logró huir, y que visitó otras tierras extrañas, tales como Laputa.

Swift ubicó esos acontecimientos en 1699.

Tres siglos después, el Capitán Obama llega a Washington con una gran visión y con la ilusión de ponerla en práctica. Sueña un porvenir justo, próspero y pacífico para su patria y para el mundo. Pero nuestro capitán naufraga a poco de llegar a puerto y pierde a casi todos los miembros de la tripulación que lo había acompañado en su viaje: los liberales movilizados por su visión generosa.

El Capitán no podía prever la crisis económica que se desató de golpe y que parece hecha a medida para hacerlo naufragar; ni con que sus asesores económicos, casi todos heredados del gobierno anterior, han ayudado a reflotar a los financistas pero no a los desocupados. La tasa de desocupación en los EE.UU. se ha duplicado en poco más de un año y llega casi al 10 por ciento.

... El Capitán prometió crear 3 millones de puestos de trabajo; pero éste es, precisamente, el número de puestos perdidos desde que fue electo. ¡Qué contraste con el gobierno laborista australiano! Su “paquete de estímulo” fue invertido en ayudar a los jubilados y a las familias con niños, así como en renovar o construir escuelas, todo lo cual hizo aumentar el consumo y mejorar la educación.

Tampoco contaba el Capitán Obama con la negativa de los parlamentarios de su propio partido a clausurar la infame prisión de Guantánamo, ubicada en tierra cubana, y donde el gobierno anterior había estado torturando a niños. Ni previó que su partido, en complicidad con las compañías de seguros, se negaría a reformar el sistema de asistencia médica, la gran causa por la cual luchó el finado senador Ted Kennedy durante cuatro décadas.

Al prometer un cambio de rumbo de la política exterior norteamericana, el Capitán Obama la puso en manos de Hillary Clinton, quien había aprobado las agresiones militares del gobierno anterior. El resultado es que no hubo cambios importantes en este capítulo, salvo de retórica. Por ejemplo, Joe Biden, el imprevisible vicepresidente, visitó Ucrania y Georgia para asegurarles el sostén de sus políticas respecto de Rusia, su poderosa vecina, al mismo tiempo que anunció al mundo que su país había renunciado a la política de las esferas de influencia.

El nuevo gobierno advirtió a Irán que no toleraría que fabricase bombas nucleares, pero nada dijo sobre las 200 bombas que se le atribuyen a Israel, la única potencia nuclear del Medio Oriente. Ni mencionó el destino de las 800 bases militares norteamericanas distribuidas entre los cinco continentes, y cuya clausura aliviaría considerablemente el déficit fiscal, estimado en 10 millones de millones (la unidad seguida de 13 ceros) de dólares. En cambio, afirmó que la Guerra en Afganistán es necesaria, aunque sin mencionar que sólo lo es para el siniestro Talibán, que se ha infiltrado en Pakistán.

... El Capitán Gulliver era vulnerable por haber perdido a su tripulación. El Capitán Obama es casi impotente por el mismo motivo: porque no lo acompaña su propio partido, debido a que no comparte su visión y es casi tan conservador como el Partido Republicano. Este conservadurismo no es propio de un grupo marginal, sino la ideología básica del pueblo norteamericano desde Nixon en adelante. Mientras escribo estas líneas, millones de norteamericanos anuncian que van a sacar a sus hijos de las escuelas públicas para protegerlos de la “propaganda socialista” que le atribuyen al presidente. Esa debe ser la misma gente que aún no se ha enterado de que la Tierra gira en torno al Sol, ni de que los humanos somos animales, productos de la evolución.

Ya nadie recuerda las reformas sociales puestas en práctica por los gobiernos de Franklin D. Roosevelt y Lyndon Johnson, que ni siquiera los gobiernos de Reagan y los Bush lograron demoler. Tampoco se recuerda mucho la excelente película política Mister Smith va a Washington (1939). En este clásico de Frank Capra, un honesto e ingenuo político provincial, que encarna el gran Jimmy Stewart, va al Capitolio a limpiarlo, como Hércules cuando se le ordenó limpiar los establos de Augías. El senador Smith no logró terminar su misión, pero sacudió a la opinión pública.

¿Logrará desatarse el Capitán Obama? Lea los próximos episodios.

Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.

domingo, 20 de septiembre de 2009

¿TERMINARÁ ESTA CRISIS COMO SI NO HUBIERA PASADO NADA?

Por Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa

Han pasado ya dos años desde que en agosto de 2007 se desatara la crisis financiera en Estados Unidos. Una crisis que de forma inmediata sacó a relucir los graves problemas por los que atravesaba no sólo la economía estadounidense sino también el resto de economías desarrolladas que en muy poco tiempo se vieron igualmente afectadas. Desde entonces, todas las economías industrializadas se han visto sumidas en recesiones más o menos profundas que han provocado importantes incrementos en los niveles de paro y en los déficits públicos, una fuerte caída en las recaudaciones de ingresos y, en algunos casos como el español, el desmoronamiento absoluto de todo un modelo de crecimiento económico.

Desde el primer día en el que emergiera esta crisis, los gobernantes y altos mandatarios de la economía mundial han dedicado sus esfuerzos a combatir las consecuencias y no las causas de la misma. Las muy mediatizadas reuniones de urgencia a las que asistieron una y otra vez, siempre con el objetivo declarado de reformar el sistema o de realizar los cambios oportunos para que otra crisis igual no volviese a tener lugar, no sirvieron sino para confirmar y consolidar las políticas que ya habían llevado a cabo desde el primer momento. Políticas que han tenido como objetivo mantener el sistema funcionando bajo las mismas reglas, y con independencia del coste social y económico asumido.

Así, en la lucha contra las consecuencias de la crisis ya en agosto de 2007 comenzaron las millonarias inyecciones de dólares y euros al sistema financiero. Se trataba de salvar de la quiebra a innumerables entidades financieras, a las que además se dio otro tipo de facilidades económicas para que, en definitiva, pudieran mantener sus negocios a salvo. En otros casos incluso los gobiernos se hicieron cargo de la totalidad de las pérdidas mediante la nacionalización de las entidades.

Sin embargo, ¿dónde están los cambios anunciados para combatir las causas de la crisis? En ninguna parte. La reforma del capitalismo, tal y como lo anunció en su día el presidente francés N. Sarkozy, ha terminado por no llegar, y las condiciones de base no han sido modificadas un ápice. El sistema económico sigue padeciendo hoy los mismos problemas que le llevaron a la crisis: desregulación financiera, descontrol absoluto de la ingeniería financiera y predominancia de la actividad financiera sobre la actividad productiva, creación ingente y desproporcionada de dinero bancario, altos niveles de desigualdad, etc.

De momento parece que los gobernantes mundiales han conseguido taponar la herida, y algunas de las economías desarrolladas están recientemente comenzando a recuperar la actividad económica. Sin embargo, la hemorragia continua y no se está haciendo nada por evitar que en algún momento la situación económica vuelva a empeorar y con mucha mayor gravedad.

En las actuales circunstancias no es la crisis lo que habrá sido temporal, sino precisamente su presunta recuperación. De hecho, la situación ahora mismo es realmente precaria e inestable. Los balances de las entidades financieras no están mostrando el verdadero estado de las mismas, y muchas están sobreviviendo gracias a las ayudas económicas que les ofrecen los gobiernos o incluso a mentiras y ocultaciones contables. A su vez, los gobiernos han incurrido en millonarios gastos que merman el estado de las arcas públicas y que tendrán que ser compensados de alguna forma. La subida de impuestos generalizada es inminente, pero mientras no se modifique la regulación actual este coste recaerá una vez más en las clases más desfavorecidas. Además, el paro y el deterioro de las condiciones laborales continua haciendo estragos en una sociedad cada vez más desigual.

Si no se toman decisiones de raiz e inmediatas, lo que equivales a decir, justas y capaces de frenar el inmenso poder y la avaricia de las clases oligárquicas, la crisis volverá con mucha mayor fuerza. Que a nadie le quepa la más pequeña duda sobre eso.

Hay que esclavizar al sistema bancario financiero para que la economía pueda estar al servicio de los seres humanos para lo cual es requisito imprescindible modificar toda la reglamentación actual. Es necesario abolir los paraísos fiscales, pero también es urgente introducir nuevas y duras normas sobre las operaciones especulativas realizadas mediante la ingeniería financiera, así como imponer también nuevos e importantes límites al privilegio de creación de dinero que tienen los bancos. De la misma forma, es necesario reformular el modelo de desarrollo económico, haciéndolo compatible con las exigencias cada vez más evidentes del medio ambiente y promoviendo una pauta de reparto mucho más equilibrada y justa para que todas las clases sociales sean igualmente beneficiarias del crecimiento económico logrado.

¿Es posible esperar estos cambios que aquí formulamos someramente? Probablemente no, y es que somos conscientes de que ningún gobernante se ha atrevido aún a denunciar claramente a los verdaderos responsables de esta situación actual. Los gobiernos quieren hacer creer que la crisis ha sido un evento accidental y que no ha tenido relación alguna con la configuración actual del sistema económico, y es por eso por lo que no han tenido la valentía de señalar a los verdaderos responsables y a sus cómplices. Estos no han sido ni los Madoff y compañía, los sujetos e instituciones que aprovechan cualquier marco legal para enriquecerse haciendo trampas, sino las entidades financieras, los bancos centrales y los gobiernos que han configurado la economía mundial como un gran escenario donde hacer trampa está permitido y premiado.

Por lo tanto, es ahora más urgente que nunca que la izquierda y los movimientos populares se reorganicen y preparen para enfrentar tiempos mucho más difíciles. Son los desfavorecidos quienes tienen la capacidad de cambiar el rumbo de esta sociedad, que si no cambia de rumbo irá directamente el desastre, y sólo pueden hacerlo sabiendo responder con contundencia y firmeza a los atrevimientos y ataques de los poderosos y sus representantes en las altas esferas políticas y económicas. De lo contrario estaremos abocados a una situación mucho más dramática para millones de personas, aquellas que nunca son tenidas en cuenta por quienes manejan el mundo económico y político.

Vale la pena intentarlo. Es más, es un imperativo moral irrenunciable para cualquier ser humano honesto y responsable.


sábado, 19 de septiembre de 2009

ALGUNOS MITOS CLAVES DEL "LIBRE COMERCIO"

Marco Antonio Moreno, en el Blog Salmon

A propósito de la próxima aplicación de impuestos a las importaciones de acero y neumáticos de China en Estados Unidos, que ha enfurecido al gigante asiático, hay un hecho que no se puede pasar por alto. La próxima G20 se realiza en Pittsburgh, que fue justamente la principal ciudad acerera de Estados Unidos hasta principios de los años 80, cuando el libre comercio la hizo decaer desmantelando todo ese sector industrial. La ex ciudad del acero que figura en la pelìcula The Deer Hunter, de 1977 (los personajes que interpretan Robert DeNiro y Christopher Walken, trabajan en una acerera), es un testigo directo de los cambios que implica el libre comercio.

Por ello podemos cuestionar una de las afirmaciones centrales de la globalización que dice que el libre comercio es la clave de la prosperidad y que a mayor comercio de bienes, a mayor cantidad de productos circulando por el mundo, mejor será la prosperidad humana y mayor el bienestar. Parte de esta creencia nace del hecho de que los países hoy desarrollados se hicieron ricos con el libre comercio. Y si ellos pudieron… ¿por qué no el resto del mundo? Pensar de esta manera en la era de internet, en la “aldea global” de profetizó MacLuhan, tiene sus bemoles. Un examen más atento de la verdadera historia del capitalismo y del libre comercio arroja consideraciones diferentes. Existen mitos claves no revelados frente al “libre comercio”.

Cuando aquellos países, hoy desarrollados, estaban en pañales, no practicaban para nada el libre comercio. Actuaban como economías cerradas que se protegían del comercio externo con altos aranceles para promover su industria interna.

El economista coreano Ha-Joon Chang en su libro La patada a la escalera, reseña que ninguno de los países hoy desarrollados practicaba el liberalismo económico en la forma en que el neoliberalismo lo ha querido imponer al mundo en los últimos 30 años.

Aquellos países que hoy son desarrollados promovieron las más sorprendentes tasas arancelarias, impuestos, subsidios y otras medidas a los productos que cruzaban sus fronteras. Entre 1820 y 1870 las tasas arancelarias de Estados Unidos y Gran Bretaña superaban el 50%. Por eso es que la mayor brecha entre la historia “real” y la historia “imaginaria” del libre comercio es la que se refiere a estos dos países, pues se piensa y se da a entender que alcanzaron la cima de la jerarquía económica mundial adoptando políticas de “libre comercio”. Sin embargo, ambos países fueron los pioneros y más ardientes practicantes de las políticas intervencionistas en el comercio y la industria a través de los aranceles e impuestos. Eso demuestra que la “historia oficial” del capitalismo aún no se escribe.

Por eso, nada mejor que las palabras de Friedrich List, economista alemán que en pleno siglo XIX escribe:

“Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás. Aquí está el secreto de la doctrina cosmopolítica de Adam Smith y de las tendencias cosmopolíticas de sus contemporáneos… Para cualquier nación que, por medio de aranceles proteccionistas y de restricciones, haya elevado su poder industrial y su capacidad de comercio hasta tal grado de desarrollo que ninguna otra nación pueda sostener una libre competencia con ella, nada será más sabio que eliminar esa escalera por la que subió a las alturas y predicar a otras naciones los beneficios del libre comercio, declarando en tono penitente que siempre estuvo equivocada, mientras que ahora ha descubierto la senda de la verdad” (Friedrich List, 1885)

Es interesante constatar, de una vez, que sin el proteccionismo de Estado la revolución industrial del siglo XVIII nunca habría sido posible, y Gran Bretaña no habría destacado como la primera potencia mundial que fue en aquellos años. Más aun si se constata que entre los siglos XIII y XIV su economía se hallaba plenamente atrasada y se basaba en exportaciones de lana en bruto hacia países, obviamente, más adelantados (Holanda, por ejemplo).

Daniel Defoe, comerciante, político y escritor, autor de Robinson Crusoe (1725), describe cómo los monarcas de la dinastía Tudor, sobretodo Enrique VII (1485-1509) transformó Inglaterra de un país exportador de lana en bruto a una fábrica de productos laneros a todo el mundo. Según Defoe, las políticas que en 1489 puso en marcha Enrique VII se caracterizaban por el proteccionismo a la industria interna y los altos aranceles aplicados a todo tipo de lana que llegara del exterior.

La receta del proteccionismo en los Estados Unidos nació casi a la par que su Independencia. Los intelectuales y políticos de ese país entendieron claramente que la economía propuesta para el libre comercio por Adam Smith y los otros liberales de la época no era la apropiada. Por eso protegieron fuertemente sus industrias frente a los consejos de Smith y de Jean Baptiste Say.

Ulises Grant, héroe de la Guerra Civil y presidente de EE.UU. de 1868 a 1876, muestra claramente que los estadounidenses no permitirán a los británicos “patear la escalera”:

“Durante siglos, Inglaterra confió y aplicó medidas de protección, las llevó al extremo y obtuvo resultados satisfactorios. No cabe duda de que a ese sistema debe su fortaleza actual. Tras dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el libre comercio porque la protección ya no tiene nada que ofrecer. Muy bien, caballeros, mi conocimiento de nuestro país me lleva a pensar que en un par de siglos, cuando los Estados Unidos hayan obtenido todo lo posible de la protección, adoptará el libre comercio”.

Una de las cosas que poco se les ocurre a los gobiernos y economistas actuales es el arte de la comparación. Este gesto tiene que ver con las capacidades reales que cada quien tiene (país, empresa, individuo) y dichas capacidades tienen que ver con la ética. Pero el neoliberalismo no está con la ética, de hecho es justamente uno de los elementos que Hayek y Friedman llaman a no tener en cuenta frente al análisis económico.

Los modelos neoliberales también tienen el defecto de no tomar en cuenta las lecciones de la historia. Dan la patada a la escalera que ellos utilizaron para alcanzar la posición privilegiada que hoy ocupan y con eso aumentan la brecha de la desigualdad. A comienzos del siglo XX la renta per cápita en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA) de los países más ricos era dos a cuatro veces mayor que la de los países más pobres. Hoy, gracias a las políticas aplicadas en los últimos treinta años, esa brecha ha aumentado 60 veces.

Sean cuales sean las intenciones que hay tras la “patada a la escalera” lo cierto es que una globalización desordenada y con tratados de libre comercio por doquier, la economía mundial no ha alcanzado el dinamismo prometido y en muchos países simplemente se ha estancado. Esto es porque los tratados de libre comercio a secas no generan beneficios que se propaguen a toda la comunidad, sino que más bien tienden a favorecer a unos pocos.



viernes, 18 de septiembre de 2009

BANCOS Y DINERO

Emilio Carrillo

Es largo, pero aconsejo que lo leáis para entender muchas de las cosas que están pasando


No quiero ser pesado con el asunto de losbancos y la crisis que ellos mismos han provocado (véase, por ejemplo, laentrada del blog de fecha 4 de agosto pasado: “¿Dónde está el dineroperdido por los bancos?”), pero hay una noticia, poco divulgada en losmedios de comunicación, que ha de ser conocida y comentada.


Se estaban esperando con expectación los datos del primer semestre del año relativos a los resultados de la banca española. La pregunta que flotaba en el aire giraba a acerca de cómo le está yendo a nuestras grandes entidades financieras en estos tiempos de crisis. Cabía suponer que mal,pero podía haber sorpresas. Y las ha habido: navegando por en el proceloso mar de una depresión que ha arruinado a miles de empresas y llevado al paro a más de cuatro millones de españoles, la gran banca ha logrado en el primer semestre unos beneficios de 9.300 millones de euros (más de 1,5 billones de pesetas) en el caso de los cinco grandes (Santander, BBVA, Caja Madrid, La Caixa y Banco Popular); y de 1.100 millones, la banca mediana (Banesto, Bankinter, Banco de Valencia, Banco Sabadell, Banco Guipuzcoano, Banco Pastor,...).


Con la que está cayendo, estas cifras de beneficios resultan a todas luces escandalosas. Pero aún lo es más el cómo lo están consiguiendo. Para empezar, han vuelto a usar dos viejos trucos bancarios para acumular ganancias: +rebajar más rápidamente el interés de los depósitos y cuentas (tomando como base la bajada de tipos) que el interés de las hipotecas y créditos que conceden; lo que se ha visto favorecido por el retraso en la aplicación de las bajadas del euribor en las hipotecas al ser las revisiones semestrales o anuales; y +subir un 6,2% en lo que va de año las comisiones que cobran a sus clientes por las tarjetas de débito, hasta situar su importe en 16,11 euros anuales; y un 3,7% lo que cobran por las de crédito, hasta los 32,43 euros al año, según datos del Banco de España.


Pero donde está la madre del cordero del beneficio obtenido radica en otro hecho que es francamente tremendo, aunque por sus contenidos muy técnicos es fácil que pase desapercibido para el gran público.


Intentaré ser muy didáctico y aconsejo que leáis lo que viene, pues no tiene desperdicio para comprender muchas de las cosas que estás ocurriendo.


La auténtica clave de las ganancias de la banca española ha estado en la mejora en un ¡un 20%! de la base de su negocio. Esto es, el llamado margen de intermediación, denominado ahora margen de intereses.


Como todos sabemos, el fundamento del negocio bancario consiste en comprar y vender dinero. ¿A quién le compra la banca el dinero?: a los ahorradores (particulares, familias, empresas,…), a los que abona como precio de compra el tipo de interés que aplica a sus depósitos (sean cuentas corrientes, de ahorro, imposiciones a plazo fijo, etcétera). Y ¿a quién vende la banca ese mismo dinero?: a aquellos -personas físicas o jurídicas- a quien concede préstamos (hipotecarios, al consumo, con garantía personal,…), a los que cobra como precio de venta el tipo de interés que establece para tales créditos. Finalmente, el diferencial entre el precio de venta y el de compra determina el aludido margen de intermediación, que es el que ha subido ese 20% durante el primer semestre de 2009, originando pingües beneficios para las entidades financieras.


Pero, vamos a ver, dada la situación de crisis, el desempleo galopante y el cierre de empresas, ¿quién puede ahorrar dinero y proporcionar así a la banca la materia prima con la que arranca el circuito de compra/venta que se acaba de describir?; es más, ¿quién está en condiciones de recibir los préstamos, cuando el grifo de los créditos está prácticamente cerrado para familias y empresas?. Estamos llegando al núcleo duro del asunto.


El dinero se lo está proporcionado a los bancos una institución oficial: el Banco Central Europeo, el que fabrica los euros y sustituyó al Banco de España cuando la moneda única ocupó el lugar de la peseta. Y se lo está dando a un precio muy bajo: el 1% de interés anual, con plazo de devolución a 12 meses. Con estas condiciones, el BCE ha facilitado a la banca 400.000 millones de euros (cerca de 70 billones de pesetas; un 40%, aproximadamente, del PIB español).


¿Qué están haciendo las entidades bancarias con esta auténtica fortuna?; ¿están intentado paliar la crisis que ellas han generado canalizando tamaño montante como préstamos a familias y empresas?. De ningún modo. El dinero que la banca recibe del BCE está siendo utilizando para conceder préstamos al gobierno español y a las otras haciendas públicas europeas mediante la compra de bonos de la deuda –deuda pública- que están emitiendo. Concretamente, la banca está percibiendo de esta forma entre el 3 y el 4 por ciento anual del dinero que presta a los gobiernos.


Los números, por tanto son sencillos: el BCE proporciona dinero a la banca al 1%; y la banca se lo vende a los gobiernos a una media del 3,5%. El diferencial, margen de intermediación, es pues de 2,5 puntos porcentuales. Que aplicados a 400.000 millones de euros, representa una ganancia de 10.000 millones de euros (1,7 billones de pesetas). Me imagino que muchos os estaréis preguntando por qué no es el BCE, institución bancaria oficial, el que le presta el dinero directamente a los gobiernos, con lo que la hacienda pública -que somos todos- pagaría un interés del 1% y no del 3,5%.


Y a tan lógica cuestión, pido que añadáis esta otra que completa el cuadro: ¿para qué necesita el gobierno español y sus homólogos de la UE tanto dinero?. Principalmente, para financiar las ayudas que están concediendo a la banca al objeto, aseguran, de que supere la crisis. Si has terminado de frotarte los ojos ante lo increíble del tema, te lo resumo de otra forma: el gobierno se endeuda (emisión de deuda pública) para, fundamentalmente, disponer de fondos con los que apoyar a la banca; el Banco Central Europeo tiene el dinero preciso para ello, pero lejos de darle créditos directamente a las haciendas públicas, se lo proporciona a la banca al 1% de interés; la banca se lo presta a los gobiernos al 3-4%, metiéndose en el bolsillo una margen de intermediación del 2,5%, aproximadamente (que, aplicado a 400.000 millones de euros, representa una ganancia de 10.000 millones de euros - 1,7 billones de pesetas-); y, por último, los gobiernos usan ese mismo dinero para conceder subvenciones y ayudas a la propia banca.


Creo que esto ayuda a comprender mejor la afirmación que incluí en el blog el 5 de agosto, (en la entrada “Al filo de lo imposible”): el sistema se las basta para ir contra sí mismo y sobrevive, paradójicamente, gracias a ello



jueves, 17 de septiembre de 2009

TESTAMENTO VITAL PARA LA BANCA

Juan Hernandez Vigueras, en Público

Hace días anunciaba Financial Times que las filiales en Europa de Lehman Brothers Holdings Inc. presentarán una serie de demandas reclamando unos 100.000 millones de dólares a esa sociedad de cartera matriz a la que están vinculadas y que quebró hace un año. Es una de tantas complejas derivaciones de una quiebra bancaria sobre la que últimamente predomina la opinión de que fue un fallo político del Gobierno Bush y de Bernanke, el presidente del Banco Central (la Reserva Federal o Fed), porque dejaron caer a este banco global sin ofrecerle la ayuda que antes habían prestado al Bear Stearns y luego a Citigroup y a tantos otros. El caso es ya una referencia histórica, porque para una vez que los neoliberales intentaron ser consecuentes con su fe en la capacidad autorreguladora del mercado, se tambaleó el sistema financiero globalizado, dejando claro que no funciona sin el apoyo de los contribuyentes.

La bancarrota del entonces cuarto banco de inversiones pesa como una losa sobre los debates del G-20, como reflejan los dos documentos aprobados por los ministros de Finanzas en Londres el pasado 5 de septiembre. Olvidado aquello de refundar el capitalismo, la preocupación dominante se ha centrado sobre medidas concretas que impidan otro derrumbe de los bancos globales, demasiado grandes para dejarlos que fracasen (el “too big to fail” de los anglófonos) porque, cuando se les deja caer, tiembla todo el sistema mundial. Es decir, intentan sentar las bases para que, superada la larga crisis actual, el sistema financiero vuelva a funcionar con normalidad sin abandonar el paradigma neoliberal. Pero las discrepancias encubiertas van más allá del tema de las retribuciones variables de los altos directivos de la banca (los bonus), que algunos querrían que jugara como otra cortina de humo, del mismo modo que se utilizó el asunto de los paraísos fiscales con éxito mediático para la pasada cumbre de abril. Para entender las discusiones en la cumbre, hay que recordar que Lehman Brothers se declaraba legalmente en quiebra un lunes 15 de septiembre con un pasivo de 613.000 millones de dólares frente a unos activos teóricamente valorados en 639.000; una quiebra diez veces mayor a la de Enron Corporation en 2001. Sin embargo, para comprender la trascendencia sistémica del caso, hay que tener en cuenta que el terremoto que siguió demostró que ni Bernanke ni nadie en el Gobierno de Bush tenían idea de la compleja dimensión de este banco de negocios, revelada luego por la firma encargada de investigarla por orden del juez neoyorquino competente.

En febrero de 2009, la firma Álvarez & Marsal presentó un informe con el plan de actuaciones (denominado International Protocol Proposal) a partir de la situación en que se encontraba Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, que la define literalmente como “caos”. Entre otros rasgos, destacamos sólo dos: “La pérdida de los sistemas contables” y “la inexistencia de inventarios de activos”; aunque utilizaba más de 2.700 aplicaciones informáticas diferentes. Algo así como si en una gigantesca inmobiliaria en quiebra no se tuvieran a mano las relaciones de pisos vendidos y de los que están sin vender. Y los datos aportados explican qué se nos quiere decir cuando las autoridades estadounidenses reconocen que hubo fallos en la supervisión bancaria. Para escapar a la contabilidad oficial supervisada por la Reserva Federal y las autoridades, como en otros casos de rescates bancarios que hemos analizado, en Lehman Brothers se gestionaba una banca paralela a la oficial, en la sombra, a través de la cual se obtenían fondos y se especulaba con valores innovadores, entre ellos los respaldados por las famosas hipotecas subprime, sin garantías; todo para protegerse frente a los riesgos al mismo tiempo que para dispersar estos de sus transacciones, apoyadas en entidades opacas en centros off-shore conocidos como paraísos fiscales. Lehman Brothers operaba como una firma global en más de 40 países con más de 650 entidades legales fuera de Estados Unidos, incluidas las filiales en lugares como Las Caimán, Bermudas, Suiza, Hong Kong o Singapur, según el citado informe.

De ahí que el G-20 intente que los bancos recauden más capital para lograr mayores niveles de solvencia una vez superada la crisis y además que se obligue a los grandes bancos para que dispongan siempre de un plan propio de decisiones finales (“resolution plan”, dice Geitner, Secretario del Tesoro estadounidense) o “testamento vital”, como lo llaman los británicos. Este plan para el caso de quiebra de un gran banco permitiría su disolución y liquidación ordenadas con el fin de tener un control de los riesgos que pudieran derivarse para el sistema financiero global. Y este nuevo concepto se ha reflejado en las medidas acordadas por los ministros de Finanzas, que tienen que ser ratificadas en la próxima cumbre de Pittsburg. Desde luego, a nuestro juicio, la exigencia de que los bancos globales “hagan testamento” podría tener consecuencias letales para el papel opaco que los llamados paraísos fiscales desempeñan en las finanzas mundiales. Porque conllevaría un permanente inventario de activos y entidades vinculadas para el caso de disolución de una entidad compleja, lo cual podría romper la opacidad con que funcionan los grandes bancos. Sin embargo, hay quien subraya que la cosa habría sido más fácil hace seis meses, cuando la gran banca estaba políticamente en la cuerda floja; pero recuperados ya del shock de Lehman Brothers, parece más difícil que sobreviva esta idea de hacer testamento en vida.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA ABOMINACION QUE NO CESA




José Vidal-Beneyto

El patrimonio de los 10 más ricos del mundo es superior a la suma de las rentas nacionales de los 55 países más pobres. La sociedad debe cuestionar al capitalismo que glorifica la riqueza de unos pocos.

... Ahora, además, ideología y política se han sumado a esta estrategia, que ha hecho suya el liberalismo económico radical, una de cuyas formulaciones programáticas más populares son los Diez mandamientos para el éxito que nos propone Dany Robert-Dufour en su obra La Revolución cultural liberal, de los que pueden servir de muestra estos tres que traduzco del francés: “Tu única guía será el egoísmo”, “Violarás las leyes sin que consigan cogerte”, “Los otros serán sólo instrumentos para el logro de tus objetivos”.

En una línea más atenuada y de recibo, pero respondiendo sustancialmente a la misma orientación, se inscriben los preceptos del Consenso de Washington, formulados por John Williamson, en los que se resume la quintaesencia de la política económica de los grandes organismos económicos mundiales, celosos guardianes del credo liberal -Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio, Departamento del Tesoro de Estados Unidos, Ministerios de Hacienda de los principales países occidentales- cuya hermética defensa de la doctrina y de la práctica del neoliberalismo no admite una sola excepción, y cuya sustancia resumen estos tres principios que completan los mandamientos de Robert-Dufour:
1. Libertad total para los intercambios de bienes, capitales y servicios.
2. Desregulación absoluta de la vida económica sin ningún tipo de reglas.
3. Reducción drástica del gasto público, establecido en volúmenes mínimos y sometido a rígido control presupuestario sin ninguna excepción. Como dicen sus promotores, “el único gasto público productivo es el que no se hace”.
Esta glorificación del individuo y de sus obras tenía que traducirse, en una radicalización de la desigualdad tanto entre individuos como entre los colectivos, en especial países. Nunca los ricos han sido tan ricos, ni los pobres tan pobres. Más de la mitad de la población mundial tiene que conformarse con menos de dos dólares diarios, y más de 1.300 millones de personas intentan sobrevivir con un dólar al día.

Cada tres segundos muere un niño por causa ligadas a la pobreza y frente a ello cada día se multiplica vertiginosamente la fortuna de los más ricos.
Emanuel Saez y Thomas Piketty, grandes especialistas de esta aritmética de la ignominia, nos recuerdan que, en EE UU, el 1% de los habitantes situados en la cumbre patrimonial disponen de una fortuna superior a la suma de las que tienen los 170 millones de estadounidenses con menos recursos.
Robert Reich, de la Universidad de California, sostenía en un artículo en el Wall Street Journal que un director ejecutivo medio (un CEO, en sus siglas en inglés) gana hoy 364 veces más que un empleado medio, cuando hace 40 años apenas llegaba a 20 veces más. Lo cual, además, nada tiene que ver con la eficacia de su gestión. Como vemos en tantos casos.

Por ejemplo, en el de Stan O’Neal, director ejecutivo de Merrill Lynch, con pérdidas superiores, durante su mandato, a los 10.000 millones de dólares entre préstamos de riesgos fallidos y cuentas negativas de su gestión ordinaria, que recibió en su despedida 161 millones de dólares, o Hank MacKinnell, presidente de Pfizer, que perdió durante su mandato 137.000 millones de dólares en valor de mercado y se llevó a casa algo más de 200 millones.

Con carácter más general, en los últimos 30 años se ha confirmado y generalizado la práctica de los contratos blindados, conocidos popularmente como paracaídas dorados, que aseguran a sus titulares una cuantiosa retribución cuando dejen de ejercer sus funciones. Para limitarnos a nuestro país y a un solo caso, que fue objeto de controversia en la prensa, el presidente de Endesa, Manuel Pizarro, y su consejero delegado, Rafael Miranda, si hubiera funcionado la OPA que organizaron, su relevo hubiera costado 17 millones de euros. Un ejemplo francés: el superpatrón de Carrefour Daniel Bernard, que se negó a aumentar el salario a sus empleados y puso en la calle a más de mil y que, cuando dejó la empresa después de haber acumulado en provecho propio 171 millones de euros, arrambló con 38 millones como prima de salida.

Con todo, lo más oprobioso es lo que se califica como la actividad de los fondos buitres contra los países pobres -de la que me he ocupado en este diario-, fondos especializados en comprar las deudas comerciales de los países más desvalidos e intentar revenderlas con sustanciosos beneficios. El caso más sonado últimamente ha sido el de la financiera Donegal International, que compró por menos de cuatro millones de dólares a Rumania una deuda de Zambia de 11,4 millones de euros, que la Alta Corte de Londres había convertido en ejecutiva y por la que luego Donegal pedía a ese país africano 55 millones de dólares.

Y luego no digamos que ese desafuero y todas las otras fechorías globales son inevitables como consecuencia de la situación mundial. El último informe anual de la ONU sobre Desarrollo de los Recursos Humanos desmonta una vez más el mito de que la pobreza global deriva necesariamente de un conjunto de circunstancias inmodificables por los escasos recursos disponibles frente a tanta población desasistida.
Y de ahí la malnutrición, las cuantiosas enfermedades, la explotación y el crimen, el analfabetismo, la mortalidad infantil. Lacras que podrían eliminarse si se pusiera fin a un orden social, cuyo objetivo principal es aumentar la riqueza de los ricos. Conductas que aplaudimos con las dos manos. Porque ¿qué puede justificar que el patrimonio de las 10 primeras fortunas del mundo sea superior a la suma de las rentas nacionales de los 55 países más pobres? ¿Cuándo dejaremos de tolerar tanta ignominia, cuando pondremos fin a tanta abominación?

martes, 15 de septiembre de 2009

¿EL FINAL DE LA CRISIS?

Carlos Taibo

Tiene su miga determinar quiénes son los que establecen cuándo una crisis es tal y cuándo esa misma crisis ha tocado a su fin. Y tiene su miga porque las fórmulas abrazadas por estas gentes son cualquier cosa menos claras, confundidas como aparecen con intereses a menudo inconfesables. Que el capitalismo global estaba en crisis manifiesta antes de septiembre del 2007 era una evidencia para cualquier analista moderadamente sensible, y ello por mucho que los adalides de los sistemas que padecemos prefiriesen esquivar, entonces, esa conclusión. Hoy, en paralelo, sobran las razones para afirmar que el final de la crisis que empieza a cobrar cuerpo en el discurso oficial sólo puede darse por bueno si se cancelan las cautelas más elementales.

Para dar cuenta de lo anterior lo primero que se impone es recordar que las reiteradas declaraciones que se han producido en los últimos días en lo que atañe al final de la etapa de recesión beben en buena medida de un designio prefijado: el de crear un escenario psicológico que permita que ese final se haga realidad, y ello aun en ausencia de elementos materiales que apuntalen el proceso. Más allá de ello, y comoquiera que, fanfarria retórica aparte, no hay motivos para afirmar que las reglas del juego han cambiado sensiblemente -la desregulación sigue campando, en otras palabras, por sus respetos-, lo suyo es afirmar que, de entrar las economías en una fase de bonanza, por muy relativa que esta sea, lo más sencillo es que el retorno a un escenario de recesión sea rápido. Hay quien sostiene al respecto que, comoquiera que los problemas principales no nacen del capitalismo desregulado, sino de la propia lógica del capitalismo en sí mismo, sin adjetivos, debemos prepararnos para un escenario marcado por el descrédito de los esquemas cíclicos que hemos manejado durante decenios. O lo que es lo mismo: debemos aceptar que la recuperación de la que hablan tantos estudiosos no es sino un fuego de artificio que esconde una nueva crisis que se manifestará con rapidez.

Que las reglas, y los valores, no cambian lo demuestra palmariamente un hecho: nadie parece dispuesto a tomarse en serio una discusión central como es la de la idoneidad del crecimiento económico y del despegue del consumo a la hora de medir cómo van las cosas. Nunca se subrayará lo suficiente que, a diferencia de lo que ocurrió en 1929, el capitalismo se topa hoy con un problema central: el de los límites medioambientales y de recursos del planeta. Cualquier apuesta que dé en defender inopinadamente el crecimiento como panacea resolutoria de todos los males - y en ese magma mental se hallan, entre nosotros, tanto el Gobierno como la oposición-arrastra problemas sin cuento que nacen del olvido de circunstancias importantes. Entre ellas despuntan la precaria, por no decir nula, relación entre el crecimiento económico y la cohesión social, el agotamiento de recursos básicos, el despliegue de agresiones medioambientales acaso irreversibles y el asentamiento de un modo de vida esclavo que confunde interesadamente felicidad con consumo.

Parece, por otra parte, que quienes anuncian el final de la crisis sólo tienen en mente la manifestación de esta que hemos decidido etiquetar de financiera. Hay, sin embargo, en la trastienda, otras crisis que no suscitan, llamativamente, atención alguna. Porque ¿hemos puesto un freno convincente, por ejemplo, al cambio climático, una realidad inexorable de efectos en todos los casos negativos? ¿Hemos asumido políticas de reducción del consumo y de despliegue de energías renovables que nos permitan encarar con optimismo el incremento, inevitable a medio y largo plazo, de los precios de la mayoría de las materias primas energéticas, manifiestamente escasas, que hoy empleamos? ¿Estamos actuando de manera creíble para poner coto a un problema de siempre, como es el de la pobreza y el hambre que atenazan a buena parte de los habitantes del planeta?

Los hechos así, más bien parece que quienes se empeñan en contarnos que la crisis ha terminado están pensando, en exclusiva, en sus intereses más inmediatos y mezquinos, y están olvidando lo que perciben todos los días en su carne la mayoría de los seres humanos. Y es que, y dicho sea de paso, muchos de los habitantes del sur de Asia, del África subsahariana y de América Latina han vivido siempre inmersos en una crisis de la que, las cosas como van, tienen pocas esperanzas de salir.

Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de ´En defensa del decrecimiento´.
Fuente: La Vanguardia.