domingo, 30 de noviembre de 2008

SER MIGRANTE ANTE LA CRISIS


¿Qué significa hoy, en el mundo de la crisis económica globalizada, ser migrante? Significa ser el blanco, el objetivo, el sujeto sobre el cual tratar de descargar las consecuencias más apremiantes de la crisis económica, es decir los despidos masivos, la falta de empleos, la reducción salarial. Significa ser las primeras víctimas de la tentativa de descargar encima de los migrantes, justamente en el momento en el que el mundo celebra la elección del hijo de un migrante a la presidencia de Estados Unidos, el precio de una economía global inestable, de mercados financieros que supieron y pudieron eludir las reglas escritas por sus propios jugadores, de un estado del bienestar –en donde aún queda– incapaz de ofrecer respuestas a millones de precarios, permanentemente en la búsqueda de un rédito entre trabajo a destajo, despedidas y erosión de las garantías adquiridas en el pasado. De tal manera que la competición se traslada hacia abajo: los migrantes nos convertimos en los adversarios en la búsqueda de un trabajo y en algunos casos sujetos de peligro público. Claro está: no es la primera vez ni la última será que la individuación del enemigo, del peligro, se ubique en la figura de los migrantes. Sin duda la política y la información han jugado y siguen proponiéndolo un papel fundamental en este sentido. Sin embargo el verdadero nudo a resolver es que alimentar y volver a proponer este juego encuentra, en la crisis, aún mayor terreno en el que establecerse. Y entonces hoy, a la par con el establecerse de nuevas herramientas represivas y descriptivas del “peligro extranjero”, sobre todo en los países más ricos, se presenta una nueva apremiante problemática. Si bien es cierto que miles son los migrantes que tendrán que volver a su tierra de origen, tal como lo demuestra la reciente realidad que finalmente cumple con lo que por meses los gobiernos negaron, también es muy acertado afirmar que muchos migrantes –¿la mayoría?– no se irán a ningún lado. Quiérase porque decidan aguantar las vacas magras y no volver a arriesgar su aún precaria permanencia en el país receptor, quiérase porque muchos son los migrantes que ya están insertados cultural, económica, social e inclusive políticamente en la sociedad de acogida.

Miremos pues a la Unión Europea, en la que toda legislación migratoria siempre se ha centrado en interpretar a los flujos migratorios como a oleadas de mano de obra barata. Con la crisis actual, miles son los migrantes que están siendo despedidos y alejados de sus puestos de trabajo. ¿Qué hacer en estos casos? Algunos gobiernos se han planteado la expulsión inmediata de los miles de trabajadores nuevos desempleados. Protestan entonces los industriales europeos porque mañana –habrá un fin a esta crisis, esperan– cómo se podrá volver a contratar a esos miles de trabajadores ya calificados y preparados. No fuera suficiente, y más importante aún, lo mencionado arriba: habrá quienes no querrán irse. Por años criticamos a la perversión legal que amarra el permiso de legal estancia al contrato laboral. Así han sobrevivido millones de migrantes durante años, estableciendo sus redes sociales, enviando sus hijos a las escuelas del país receptor, en fin, construyendo vidas y sueños en el territorio de acogida. ¿Querrán moverse estas personas? Creemos que no. Y si así habrá de ser, nos encontraremos con millones de nuevos desempleados, sujetos a expulsión y que –esperamos nosotros– tendrán que oponer resistencia. Juntos a éstos, los otros, los que llegarán.

Circula una nueva consigna en la Unión Europea: bloquear las nuevas llegadas. Suspender el ingreso legal, los flujos legales y establecidos anualmente por cada país. Detenerlos, suspenderlos, pues no se necesita de nuevas manos migrantes para los trabajos sucios. Y bien, que lo hagan. Si con esto creen resolver el problema... como si hasta ahora el camino migrante hubiera dependido de las leyes europeas. La migración es un fenómeno que va más allá de cualquier ley –más si ésta es con enfoque represivo– que trate de regularla. Y esta crisis que hoy y durante el próximo futuro nos agobia no frenará ciertamente el deseo migrante de una mejor vida. Quizás será justamente el contrario.

¿Qué sucederá entonces? Difícil preverlo. Si es cierto que la crisis en los países del norte se está socialmente –y no sólo– descargando sobre la espalda migrante, lo posible serían una serie de medidas de resistencia que pongan finalmente al descubierto la misma realidad migrante no como una masa de trabajadores privados de identidad y de derechos, sino como un conjunto de sueños, deseos, vidas, proyectos que difícilmente se dejarán borrar del mapa. Es por esto que quizás hoy resulte urgente retomar la consigna que se mencionaba en una anterior entrega a este espacio (La Jornada, 15 de noviembre de 2008): no seremos nosotros quienes pagaremos la crisis. Y no sólo eso. La aparente derrota del neoliberalismo y la real crisis económica pueden estar abriendo espacios en los cuales los señores debilitados del poder globalizado se encuentren necesitados con volver a escribir las reglas del juego. De ser así, por parte migrante –y en general por parte de todos los que abajo estamos– debería ser urgente abrir los espacios para una redefinición colectiva y horizontal de las normas que cambien de signo las actuales leyes represivas.



jueves, 27 de noviembre de 2008

ASCENSO Y CAÍDA DEL CITYGROUP


Ojalá que las dos campañas de publicidad mejor conocidas de Citigroup: “Citi nunca duerme” y “Vive con opulencia,” se conviertan en una señal de advertencia para la próxima generación: no sigas los consejos de ejecutivos monetarios privados de sueño y vive dentro de tus posibilidades. A partir del cierre del viernes, Citigroup tenía 2 billones de dólares en “activos” y 20.500 millones en valor en el mercado bursátil, lo que sugiere fuertemente que el término “activos” es algo inexacto en Wall Street. Tarde anoche el gobierno de EE.UU. aceptó tirar cientos de miles de millones de dólares más a ese agujero negro sin que a la compañía se le haya exigido algún plan de supervivencia como se hizo con los fabricantes de automóviles: aparentemente si uno produce esas máquinas de cuatro ruedas que nos llevan al trabajo se convierte en sospechoso; si fabricas pérdidas en derivados ininteligibles, estás bien. 

Los cinco días de la espiral de la muerte de Citigroup la semana pasada fueron surrealistas. Conozco a unos 20 recién casados que tienen mejores planes de respaldo financiero que ese gigante de la banca global. El lunes tuvo lugar la reunión en la Casa del Ayuntamiento con empleados para anunciar el despido de 52.000 trabajadores. (¿No se supone que las reuniones en ese lugar inspiren confianza?) El martes vino el anuncio de que Citigroup perdió en un mes un 53% del dinero de un hedge fund interno y que vuelve a introducir a su balance 17.000 millones de dólares que habían sido ocultados en las Islas Caimán. El miércoles trajo la alegre noticia de que una firma legal sostiene que Citigroup vendió algo llamado MAT Five Fund como “sin riesgos” y “seguro” sólo para verlo perder un 80% de su valor. El martes, el príncipe saudí Walid bin Talal, de ese visionario país que no permite que mujeres conduzcan coches, se presentó para reasegurarnos que Citigroup está “subvalorado” y que él comprará más acciones. Como no tenemos príncipes propios, tendemos a asociarlos con cuentos de hadas... El día siguiente la acción bajó otro 20% y 1.020 millones de acciones cambiaron de manos. Cerró a 3,77 dólares. 

En total, la acción perdió un 60% la semana pasada y un 87% en este año. El valor en el mercado de la compañía ha caído ahora de más de 250.000 millones de dólares en 2006 a 20.500 millones el viernes 21 de noviembre de 2008. Son 4.500 millones de dólares menos de lo que Citigroup debe a los contribuyentes por el programa de salvataje del Tesoro de EE.UU. 

Para redondear las noticias de la semana apareció el viernes la revelación de que después de recibir 25.000 millones de dólares de dineros públicos, Citgroup seguiría cumpliendo con su compromiso de 400 millones de dólares, durante 20 años, y que haría un pago a cuenta de 20 millones para que el nuevo estadio de béisbol de los Mets se llame Citi Field, (Retroceso al pasado: 7 de abril de 1999: Enron acepta pagar más de 100 millones de dólares durante 30 años para bautizar un estadio de Houston como Enron Field.) 

Fue necesaria la revocación de la Ley Glass-Steagall, legislación promulgada después del derrumbe de 1929 que prohibía que los bancos comerciales se fusionaran con sus primos casinos (bancos de inversión y firmas de corretaje) para crear Citigroup.

Sandy Weill tomó Travelers Insurance, la firma de corretaje Smith Barney (que se había combinado con la firma de corretaje Shearson), el banco de inversión Salomon Brothers y anunció el 6 de abril de 1998, que fusionaría todas esas unidades con el gigante de la banca comercial, Citicorp, propietaria de Citibank. 

Como nunca fue alguien que permitiera que lo estorbaran las leyes, el señor Weill anunció este acuerdo a pesar de que su combinación no era permitida en esos días por la Ley Glass-Steagall. 

Hizo “falta un pueblo” en el gobierno de Clinton [referencia a un libro de Hillary Clinton cuando era Primera Dama, N. del T.] para que fuera revocada la ley Glass-Steagall y se permitiera la creación del colosal monstruo financiero que necesitó exactamente una década para pagar 1.000 millones de dólares a su fundador y luego implosionar en un mar de pérdidas. Ese pueblo incluyó al Secretario del Tesoro Robert Rubin quien cabildeó exitosamente a favor de la abrogación de la ley de protección del inversionista, luego abandonó su puesto en el gabinete del gobierno de Clinton y mudó su plataforma de juego al consejo de administración de Citigroup, 17 días antes de que la ley que aniquiló Glass-Steagall fuera promulgada el 12 de noviembre de 1999. El señor Rubin cobraría 150 millones de dólares de Citigroup en los 9 años siguientes por su servicio en el Consejo, sin sacar ni una sola vez la tarjeta que lo manda a la cárcel; ni siquiera cuando levantó el teléfono y llamó a un funcionario del Tesoro y pidió al gobierno que impidiera que las agencias de calificación crediticia degradaran la deuda de Enron, con quien Citigroup enfrentaba considerables riesgos. En ese caso en particular, sufrió un revés. 

Y, por cierto, ese pueblo incluía a Alan Greenspan quien pocas veces veía una regulación de protección del inversionista que no lo llevara a agarrar un machete. Ahora, después de 19 años haciendo que el país escuchara sus barboteos ante el Congreso en habla académica, verbosa, enrevesada; después de haber ayudado hábilmente a convertir Wall Street en una “Tienda a un Dólar” y a compañías que otrora prosperaba en un yermo estéril de sindicaturas, bancarrotas y precios de acciones en caída libre, ofrece a un país en quiebra un dicho ingenioso: que se equivocó. 

La Reserva Federal realizó audiencias sobre la fusión propuesta de Citigroup el 25 y 26 de junio de 1998, en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Galen Sherwin, entonces presidenta de la Organización Nacional de Mujeres en la Ciudad de Nueva York, y yo, estábamos protestando el 16 de junio delante de las audiencias por la imposición por el señor Weill de sistemas de justicia privados para sus trabajadores. Los empleados tenían que renunciar por escrito a sus derechos de demandar a la firma ante un tribunal como condición de empleo y aceptar tribunales secretos llamados arbitraje obligatorio. Llevábamos letreros de protesta muy grandes y gráficos cuando salió un afable funcionario y preguntó si quisiéramos testificar en un panel en el que tenían algunas vacantes. Algo sorprendidas por la invitación (tal vez pretendía proveer una foto sin obstrucción del Edificio de la Fed para turistas), nos sentamos en el auditorio y comenzamos a escribir febrilmente nuestros discursos en trozos de papel. La Reserva Federal ha mantenido el original garabateado de mi texto en su sitio en la Red durante todos estos años y yo lo imprimí hoy como un triste recuerdo de la década que nuestro país ha estado encarcelado bajo el régimen corporativo. 

Con nuestros letreros de protesta apoyados contra la mesa de los testigos y un empleado de la Fed en un área trasera filmándolo todo para la posteridad, lo que sigue es un pasaje de lo que dije a la Fed el 26 de junio de 1998: 

    “Es sorprendente lo rápido que olvidamos. Hace sólo 60 años 4.835 bancos de EE.UU. quebraron y cerraron sus puertas, dejando desamparados a sus accionistas y depositarios. La razón subyacente para que eso haya sucedido fue la falta de coraje moral de nuestros reguladores y representantes elegidos para decir simplemente no a los poderosos intereses del dinero. En lugar de simplemente decir no, Washington entregó a los bancos el equivalente de una tarjeta para cajero automático para la ventana de descuento de la Fed para especular en acciones. 

    En días en los que Japón, la segunda nación industrializada por su tamaño, vuelve a vivir los años treinta en EE.UU., completos con insolvencia bancaria, es sorprendente y absurdo que estemos discutiendo la eliminación de Glass-Steagall. 

    También queremos recordar que la dinámica política que creó el telón de fondo para la catástrofe bancaria en los años treinta surgió de una cultura corrupta y confortable entre Wall Street y Washington. El juez de la Corte Suprema, William O. Douglas, (que sabía un par de cosas del tema, porque acababa de servir como presidente de la joven, nueva, Comisión de Valores (SEC) de EE.UU. antes de llegar a la Corte Suprema) lo calificó de lo que era: trapacería y corrupción. 

    Frank Vanderlip, por coincidencia, verdadero ex presidente de National Citibank, escribió en esos días en Saturday Evening Post que la falta de separación entre la banca y de los valores contribuyó a que el mercado bursátil perdiera un 90% - quisiera repetirlo: un 90% - de su valor entre 1929 y 1933. El público estaba tan disgustado por el orgullo desmedido y la corrupción que toda una generación se apartó del mercado bursátil. No fue hasta 1954, 25 años después, que Wall Street volvió a alcanzar el nivel que había fijado en 1929. 

    Existe un conjunto convincente de evidencia que sugiere que una vez más una corrupta cultura confortable se ha radicado en los cerebros de Washington. Apenas podemos mirar a los guardianes de la confianza pública cuando se deshacen por conseguir donaciones electorales de Wall Street.” 


martes, 25 de noviembre de 2008

CUMBRE DE WASHINGTON DEL G-20 ¡Que siga el juego!

Comunicado de ATTAC España


El pasado sábado vio la luz la Declaración de la Cumbre de Washington, celebrada por el grupo de países G-20. Desde ATTAC-España queremos hacer una valoración de la misma, señalando tanto aquellos aspectos que pueden considerarse como avances, como poniendo en evidencia aquellos otros que a nuestro juicio siguen constituyendo un lastre para escapar de la crisis sistémica en que se encuentra sumida la Humanidad. Hace unas semanas los movimientos de ciudadanos/as ATTAC de toda Europa utilizábamos el eslogan ¡¡Cerremos el casino financiero!! (1) para resaltar las características de juego de azar y de ausencia de control democrático en el funcionamiento de los mercados financieros, las cuales están en la base del actual colapso de la economía real. Una vez analizados los Principios y el Plan de Acción contenidos en la mencionada Declaración cabe afirmar, que se han sentado las bases “para que siga el juego”.

RESPECTO A LOS PAÍSES PARTICIPANTES EN LA CUMBRE. Cuando se trata de evaluar el desmoronamiento del sistema neoliberal que campa a sus anchas por todos los rincones del planeta desde hace 30 años, así como sentar las bases de otro que lo supere, sería necesario que en dicho proceso hubieran participado todos los pueblos de la Tierra en el marco de una conferencia auspiciada por Naciones Unidas, especialmente los que se han visto más afectados por las políticas neoliberales y sobre los cuales repercutirán mayormente los efectos de esta crisis. Sin embargo, la Cumbre de Washington ha sido convocada por Estados Unidos, la potencia militar y económica que ha conducido al actual “desorden mundial”, y más allá de los países con mayor PIB y/o renta per cápita del club de los más enriquecidos, sólo se ha ampliado el círculo para contar con las llamadas potencias económicas emergentes, lo que de hecho puede interpretarse como un paso hacia la multilateralidad en las relaciones internacionales. Si embargo, pesan mucho más las ausencias: ¿Quiénes han defendido y planteado en la Cumbre los intereses y los problemas de esa tercera parte de la población mundial ausente y, en particular, la de los pueblos empobrecidos y saqueados de África y el Magreb, Oriente próximo y Oriente medio, Asia Central o América Latina?.

NO SE CUESTIONA EN NINGÚN CASO EL PARADIGMA ECONÓMICO NEOLIBERAL PRODUCTIVISTA Y CONSUMISTA. Se sigue planteando el objetivo de restaurar el crecimiento económico en los términos en que lo ha entendido el sistema capitalista durante el último siglo, sin considerar como un grave problema el agotamiento de los recursos naturales y el aumento de los niveles de contaminación que están poniendo en peligro la continuidad de la vida sobre el planeta. Ante este inmovilismo sería necesario desarrollar conceptos emergentes como el “decrecimiento” y “la satisfacción austera de las necesidades básicas”, conectando la conservación del medio ambiente con la reducción efectiva de la pobreza. Sin embargo, se continúan poniendo como guía los principios del mercado libre en la forma de eliminación de obstáculos al comercio y la inversión, favoreciendo así unas mayores desigualdades entre los diferentes pueblos de la Tierra y aumentando los procesos de rapiña y expolio de los recursos y la riqueza de los pueblos del Sur, dirigidos desde los gobiernos y multinacionales del Norte. Ese no es el camino para la pretendida reducción de la pobreza.

SIGUEN TIRADOS EN LA CUNETA DEL OLVIDO OTROS GRAVÍSIMOS PROBLEMAS DE LA HUMANIDAD. La Cumbre ha sido monográfica sobre la reforma del sistema financiero mundial, y tan solo ha citado en una línea de la Declaración otros problemas más urgentes si cabe tales como el cambio climático, el comercio internacional de alimentos (soberanía alimentaria) y la seguridad energética (que no un acuerdo sobre la producción y el consumo de energía a escala mundial que promueva el uso de energías alternativas), eso sí, sin dedicarles ni una sola reflexión de calado político. En definitiva, otra ocasión perdida para hacer creíbles los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas, tanto en lo que toca al desmantelamiento de todo el entramado económico, político y militar que divide a la humanidad por un profundo abismo, así como por su nula concreción en apoyos financieros para acelerar su consecución (al contrario de los inmediatos y desbordantes fondos comprometidos en los planes de rescate del sector bancario y financiero, que superan ampliamente el billón de dólares y que se están destinando a cubrir las pérdidas de las entidades financieras que han jugado en el casino financiero). Hay que recordar que una veinteava parte de esta cantidad que ahora se regala a los bancos (por haber sido “perdedores, ineficientes, arriesgados o estafadores”) hubiera servido para hacer frente a la pobreza en el mundo y a cumplir con esos Objetivos del Milenio que una y otra vez se postergan.

AMBIGÜEDAD Y FALTA DE CONCRECIÓN AL DEFINIR LAS CAUSAS DE LA CRISIS. Tras una loa al reciente período de fuerte crecimiento global, crecientes flujos de capitales y prolongada estabilidad, que hace olvido de crisis recientes como la burbuja tecnológica o las crisis financieras o de la deuda en Argentina, México, Rusia o el sudeste asiático, la Declaración afirma textualmente ,como importantes causas subyacentes de la situación actual, que se han aplicado “unas políticas macroeconómicas incoherentes e insuficientemente coordinadas y unas reformas estructurales inadecuadas que han llevado a unos resultados macroeconómicos insostenibles a escala global”. La cita entrecomillada es absolutamente demoledora y pone en cuestión todo el marco institucional y de política económica neoliberal seguido en los últimos tiempos. No obstante, se deja ahí, como caída del cielo. Sería como decir que “la crisis se debe a que se ha hecho todo mal” y acto seguido, pasamos página.

UNA POLÍTICA MONETARIA DE MÁS AMPLITUD DE MIRAS. En la Declaración de la Cumbre también se apela a la política monetaria para salir del atolladero. Implícitamente se reconoce su capacidad anticíclica, con más posibilidades que las de estricto guardián de la estabilidad de precios que le asigna organismos como el Banco Central Europeo. En los tiempos que corren se abren dos opciones: la política monetaria contractiva, vía aumento del tipo de interés, para luchar contra la inflación y ahogar a las familias y a las PYMES; o la política monetaria expansiva, vía reducción del tipo de interés, para dar oxígeno a los agentes económicos más desprotegidos. En Europa, esta última política sólo se ha comenzado a instrumentar recientemente, con más de un año de retraso, favoreciendo así una crisis de la economía real de mayor profundidad. Los criterios “técnicos” del Banco Central Europeo para atajar presuntas tensiones inflacionistas de origen especulativo (precios del petróleo y de los alimentos) han prevalecido sobre los criterios políticos que aconsejaban financiar el consumo y la inversión de la economía real.

LA POLÍTICA FISCAL: ¿LA VUELTA DEL KEYNESIANISMO? También se afirma en la Declaración la conveniencia de recurrir a “medidas fiscales para estimular las demandas internas en un marco político de sostenibilidad fiscal”. Y eso no es otra cosa que la cuadratura del círculo. Por un lado, se propone la reducción de impuestos pero sin señalar cuáles. Por otro lado, aunque no se dice, será preciso un mayor gasto público para atender las prestaciones de desempleo de los/as trabajadores/as que están perdiendo y perderán su puesto de trabajo. Y por último, como la actividad económica retrocede por que ya se ha entrado en recesión (crecimiento económico negativo), los ingresos fiscales se reducirán aunque se mantuvieran los tipos impositivos. ¿Cómo se piensa obtener la sostenibilidad fiscal (el equilibrio presupuestario)? ¿Por qué no se habla abiertamente de incurrir en déficit público para financiar gastos sociales y servicios e inversiones públicas en infraestructuras destinadas a los colectivos más desfavorecidos?. Es hora de reconocer abiertamente que el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea es una reliquia del pasado que limita la acción política en el presente.

¿QUÉ HACER CON LAS ACTUALES INSTITUCIONES FINANCIERAS Y COMERCIALES INTERNACIONALES? Al respecto, la Declaración de Washington es absolutamente clara. Se sigue dando un voto en blanco a la OMC, al FMI y al l Banco Mundial para superar una crisis, a sabiendas de que estos propios organismos han contribuido a gestar y a hacer más dura en los países empobrecidos. Utilizando el símil, es como poner de bombero a quien hasta ahora se ha dedicado a meter broza seca en todos los rincones de la economía mundial y ha mirado a otro lado cuando las chispas de la especulación lo han incendiado todo. Nuestra propuesta es sustituir estos organismos por otros nuevos sobre las bases de la igualdad y el control democrático por parte de todos los pueblos del mundo y no de los países más ricos. El nuevo orden mundial que hay que definir no debe basarse sobre los cimientos del actual, sino sobre sus cenizas.

LA UNIÓN EUROPEA COMO CASO EXTREMO DE DESREGULACIÓN FINANCIERA. La Unión Europea carece de una regulación y supervisión comunitaria para las operaciones financieras transnacionales, ya que la supervisión bancaria y de las bolsas solamente existe en cada país; y a los Estados miembros se les prohíbe introducir cualquier restricción en los movimientos de fondos extracomunitarios. No obstante, en la Declaración de la Cumbre se sigue hablando de apoyar la “innovación en los mercados financieros”. Si por algo se ha caracterizado todo el período de primacía neoliberal en la economía mundial, ha sido por esa denominada “innovación financiera” opaca y desbocada, donde se ha llegado a extremos en los que se hace muy difícil de entender y gestionar productos financieros que están concebidos para la especulación y la ganancia rápida en vez de para financiar la economía real, comenzando por la satisfacción de las necesidades humanas más urgentes. Poner coto a esta situación implica frenar y revertir dicho proceso de innovación y regular férreamente los tipos y características de dichos productos. Sin embargo, en la Declaración de la Cumbre, las referencias a los acuerdos para mejorar la supervisión financiera tampoco cuestionan los presupuestos de la globalización financiera que, al desmantelar los controles bancarios de los Estados durante la década de los noventa, ha generalizado la libre movilidad internacional del capital como principio organizativo. Hay que destacar, que en el marco de las negociaciones de la Ronda de Doha, la UE continúa presionando a los países en desarrollo para que liberalicen aun más el sector de servicios financieros.

NADA SOBRE LA DENUNCIA Y SUPRESIÓN DE LOS PARAÍSOS FISCALES. A pesar de que los paraísos fiscales o centros offshore son la piedra angular sobre la que descansa la estructura financiera internacional, así como refugio de actividades delictivas de lo más variadas (evasión de impuestos, narcotráfico, contrabando de armas, tráfico de personas, terrorismo), en la Declaración de la Cumbre se los denomina eufemísticamente como “jurisdicciones no cooperadoras y poco transparentes”, como si la cooperación y la transparencia hubieran sido la enseña del marco financiero que acaba de derrumbarse. En los paraísos fiscales reposa a buen recaudo una cuarta parte de la riqueza mundial, entre la que cabe mencionar los activos de muchos bancos e instituciones que se supone han quebrado, por lo que la liquidación de estos escondites privilegiados podría ayudar a mejorar la transparencia del sistema, además de significar un buen estímulo financiero para salir de la crisis. Dentro de Europa, o como territorios dependientes de países miembros de la Unión Europea, están en la lista de paraísos fiscales las Islas Caimán, las Islas Vírgenes Británicas y Gibraltar (ligados al Reino Unido), Liechtenstein, Andorra y Luxemburgo.

CLAVES DE LAS REFORMAS QUE ESTÁN POR VENIR. En la Declaración de la Cumbre se afirma que dichas reformas deben basarse en “el libre mercado, la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en mercados competitivos”. Y esta contundencia dice a las claras el alcance y la profundidad de los cambios que se avecinan, es decir, maquillaje puro. Si partimos de que el libre mercado competitivo sólo existe en los manuales de Economía que se imparten (todavía) en las Facultades donde aprenden los/as economistas y gestores/as de empresas del futuro, lo que toca es acercarnos a la realidad, que es mucho más compleja en matices, y desenmascarar cómo las relaciones comerciales, inversiones productivas y/o especulativas y guerras “humanitarias y preventivas” están detrás de que cada vez haya una mayor parte de la humanidad sumida en la desesperación de la pobreza y la violencia. Por mucho que se empeñe el presidente saliente de Estados Unidos y los líderes mundiales que apoyan sus tesis el futuro pasa por abrir puertas al debate de otras formas de organización social, política y económica, así como a organizaciones de la sociedad civil que están detrás de ellas. Esta Cumbre ha mantenido cerradas bajo llave estas puertas hacia la esperanza.

LA OBSESIÓN ENFERMIZA POR EL LIBRE COMERCIO. La Declaración sigue abundando en las bondades del libre comercio internacional y en el papel de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en su empeño de desmantelar las barreras de la inversión y el comercio de bienes y servicios que perjudica notoriamente a los países menos desarrollados. Parafraseando a Reagan, podemos decir que la OMC no es la solución, sino el problema. En vez de reconocer los efectos perversos de la liberalización comercial en muchos aspectos que tienen que ver con la satisfacción de las necesidades básicas (incluyendo la provisión de servicios públicos esenciales), el deterioro ambiental del planeta y el empobrecimiento de amplias áreas marginales del mundo, la Cumbre de Washington corre un tupido velo y se reafirma en el compromiso de cerrar la ronda de negociaciones de Doha que quedó varada en la arena, entre otros motivos, por su cerrazón para no considerar el carácter prioritario del derecho a la alimentación (soberanía alimentaria) sobre aspectos instrumentales como la liberalización comercial. La incapacidad de acabar con el hambre es una muestra más del fracaso de la OMC tras décadas de desregulación de los mercados agrícolas. En materias que tocan a derechos humanos básicos, tenemos que ser escépticos respecto a las posibilidades del mercado y apostar por garantizar su cumplimiento mediante mecanismos públicos que operen con criterios de justicia social.

LA CRISIS DE LA ECONOMÍA REAL ES CONSECUENCIA DIRECTA DE LA CRISIS FINANCIERA. De la lectura de la Declaración de la Cumbre pareciera que hablamos de una crisis circunscrita al ámbito de lo financiero, de manera que las medidas acordadas sólo tienen que ver con éste. La realidad sin embargo es que la propagación de la crisis financiera a la economía real se está dejando sentir con una contundencia dramática a la vez que marca una evolución propia: explosión de la burbuja inmobiliaria, aumento de la morosidad en el pago de préstamos hipotecarios, familias a las que se les embarga su casa o que no pueden acceder a su primera vivienda, despidos masivos y sin precedentes en los sectores más sensibles o estratégicos de la economía, con efecto dominó sobre el resto del sistema productivo. En el origen de todo está la escasez y/o encarecimiento del crédito para financiar la producción de las PYMES y el consumo de las familias, este último ya maltrecho por el creciente peso que la devolución de los préstamos está alcanzando en una renta familiar cada vez más cautiva a largo plazo. Hoy día, los problemas más graves y urgentes de la economía ya no tienen que ver con la delicada situación de las entidades financieras (algunas con beneficios absolutamente desmedidos) y sí con actividades productivas y personas damnificadas por la codicia de dichas entidades que ha contado con la bendición de los poderes públicos.

Ahora más que nunca abogamos por la puesta en marcha de un proceso incluyente, que incorpore la participación activa de todos los gobiernos del mundo, los representantes de la sociedad civil y los movimientos sociales en los foros de debate y decisión que deben abrirse en los próximos meses. Juntos todos, tenemos que ir por delante, articulando las demandas sociales, señalando a la ciudadanía y a los decisores públicos los caminos que entendemos ya están agotados así como las sendas que están por transitar en la búsqueda de alternativas. Es lo que ATTAC ha venido haciendo en los últimos 10 años y nuestro compromiso para esta nueva etapa crucial de grandes cambios en la que ya estamos inmersos/as.

ATTAC España - 18 noviembre 2008


lunes, 24 de noviembre de 2008

CRISIS ECONÓMICA Y POLARIZACIÓN POLÍTICA

Es parte de un artículo de Antoni Domenech

Hace unos días, el Financial Times publicó una encuesta de opinión sobre la crisis económica realizada entre las poblaciones del Reino Unido, Francia, Italia, Reino de España, Alemania y los EEUU. Preguntaba por las causas de la crisis financiera, con cuatro tipos de respuesta posibles: a) se trata de abusos del capitalismo; b) se trata de fallos intrínsecos del capitalismo; c) Ninguna de las dos cosas; d) No está seguro. He aquí los resultados:



INGFRITESPAL    EEUU
Abusos del capitalismo: 52%68%65%62%46%66%
Fallos del Capitalismo: 13%17%11%15%30%  7%
Nada de eso:7% 5% 8%9%13% 10%
No está seguro:28%10%16%14% 10% 10%
 

Se pueden sacar varias conclusiones de esta encuesta, algunas enjudiosas. Por ejemplo, ésta: la enorme desorientación de la población británica tras más de una década de "tercera vía" y "nuevo laborismo" (28% de los encuestados "no están seguros"). O esta otra: a pesar de tener el gobierno más derechista desde el final de la II Guerra Mundial, con un presidente que ganó abrumadoramente las elecciones prometiendo "americanizar" la vida económica francesa (aunque que ahora dice querer nada menos que "refundar el capitalismo" mundial), el formato republicano de la vida política gala parece todavía lo bastante robusto como para que un 17% de la población culpe directamente de la crisis a los males endémicos del capitalismo.

Pero lo que me importa destacar aquí es ésto: se da la coincidencia de que el país en donde la "guerra cultural" y la consiguiente polarización "artificial" inducida por la derecha en las campañas electorales ha sido más baja –Alemania— es también el país en el que el potencial de crítica al capitalismo como sistema económico intrínsecamente irracional y desastroso es más alto (30% de la población). Por el contrario, las actitudes más conformistas (¡en pleno suicidio del capitalismo financiero, sólo un 7% de la población norteamericana, un 11% de la italiana y un 15% de la española culpan al sistema!) se dan entre las poblaciones de países que cuentan con una derecha (los Bush, los Berlusconi, los Aznar) entregada a feroces "guerras culturales" y enterquecida en una crispante polarización elitista de la vida política, capaz de anestesiar políticamente el debate, o de distraer al menos la atención sobre la tremenda polarización socio-económica objetiva a que se ha asistido en las últimas décadas, y por lo mismo, capaz hasta ahora de frenar la polarización política de masas que esa situación objetiva debería normalmente propiciar. Se diría, pues, que las "guerras culturales" de la derecha son posibles sobre todo en países en los que las clases populares han perdido buena parte de la coherencia política cognitiva, y les resulta más fácil a las elites conservadoras buscar estrategias de polarización basadas en la radicalización de asuntos políticamente debatibles más o menos periféricos, pero capaces de dividir al adversario.

Se insiste estos días en España en el fiasco y aun el suicidio de Izquierda Unida y, en menor medida, de EUiA e Iniciativa per Catalunya-Verds, los restos de una izquierda que, aun si tremendamente disminuida por sus graves errores estratégicos en la llamada Transición democrática española, fue relativamente fuerte hasta hace poco, y a la que todavía se asigna razonablemente un potencial de voto superior a los 2 millones de votantes. A mí me parece fuera de duda que sus fracasos recientes, además de con el esperpéntico cainismo político de unos dirigentes sin otro oficio ni otro beneficio que el medro logrero programáticamente inane, tienen que ver también con la incapacidad para entender el peculiar modo en que se manifiesta la polarización política en el Reino de España. Una incomprensión que les ha llevado a oscilar epilépticamente entre, de un lado, la miopía de la subordinación a la (eficaz) estrategia reactiva del PSOE a las chillonas "guerras culturales" desencadenadas por los aprendices de neocon del PP (y por los "transversales" de UPyD) y sus poderosos altavoces mediáticos y, del otro lado, la ceguera de la atrabiliaria confrontación con un PSOE poco menos que vituperado como enemigo principal.

Las dimensiones y la profundidad de la crisis del capitalismo en España, que ponen un abrupto final a décadas de prosperidad ilusoria, a los odiosos alardes propios del pésimo gusto de los nuevos ricos y, sobre todo, a las ridículas fantasías neoimperiales en América Latina (¡había que ver a Zapatero pidiendo en San Salvador apoyo a Lula y a la señora Kirchner para lograr una silla en la reunión del G-20! ¡Hay que ver estos días al santo y seña del neoimperialismo español, la compañía Repsol –neciamente privatizada en su día— a pique de quedar a merced de los intereses geoestratégicos de Rusia!), deberían augurar unas perspectivas razonables a la izquierda anticapitalista española. Pero el futuro de una izquierda parlamentaria capaz de representar dignamente a cerca de tres millones de potenciales votantes, capaz de consolidarse como tercera fuerza política del Reino y capaz de crecer aupada por la evidente polarización de la vida social y económica de la España actual –casi un 60% de asalariados "mileuristas"; la mayor tasa de desempleo de la UE; la mayor tasa de crecimiento de millonarios en la última década— pasa, entre otras cosas, por comprender la peculiar dinámica de la polarización política en nuestro país.



jueves, 20 de noviembre de 2008

ALABANZA DE LA TRANSICIÓN BRUSCA

Cuantos más detalles se conocen, más claro resulta que Washington está lidiando con el rescate de Wall Street no ya con incompetencia, sino bordeando el delito.

En un momento de crecido pánico a finales de septiembre, el Tesoro estadounidense se aventuró a un cambio radical en el trato fiscal de las fusiones bancarias, un cambio deseado desde hacía tiempo por el sector. A pesar de que esa medida privará al gobierno de cerca de140 mil millones de ingresos fiscales, los legisladores sólo reaccionaron tras el fait accompli. De acuerdo con el Washington Post, más de una docena de especialistas en derecho fiscal coinciden en que “el Tesoro no tenía autoridad para introducir el cambio fiscal”.

De legalidad igualmente dudosa son los acuerdos que el Tesoro ha negociado con muchos de los bancos del país. De acuerdo con el congresista Barney Frank, uno de los arquitectos de la legislación que permitió esos acuerdos, “cualquier uso de esos fondos con propósitos distintos al préstamo –para obligaciones, para pagos de vencimientos, para adquisiciones de oras instituciones, etc.— es una violación de la ley”. Pero así es como se usan precisamente los fondos.

Luego están los cerca de 2 billones de dólares lanzados por la Reserva Federal como préstamos de emergencia. Increíblemente, la Fed no revelará qué corporaciones han recibido esos préstamos o qué acepta como colateral de los mismos.Bloomberg News cree que ese secreto viola la ley, y ha interpuesto una demanda exigiendo total transparencia.

A pesar de toda esta carga de potencial ilegalidad, los demócratas, cuando no defienden abiertamente a la administración, se mantienen pasivos sin intervenir. “Sólo hay un presidente en cada momento”, le oímos decir a Obama. Es verdad. Pero cada resolución tomada por la administración del pato cojo que es un Bush a fines de mandato amenaza a un Obama que, renqueante, no será capaz de honrar sus promesas de cambio. Para mencionar un solo ejemplo: 140 mil millones de dólares menos en ingresos fiscales equivale prácticamente al monto del programa para energías renovables de Obama. Obama le debe al pueblo que le votó llamar a las cosas por su nombre: eso es un intento de socavar con latrocinio el proceso electoral.

Es verdad: sólo hay un presidente en cada momento; pero ese presidente necesita el sostén de los mayoritarios demócratas, incluido Obama, para que los legisladores aprueben el rescate. Ahora que es claro que la administración Bush está violando los términos del acuerdo alcanzado por ambos partidos, los demócratas no es que tengan el derecho, es que tienen el deber y la responsabilidad de intervenir con contundencia.

Yo sospecho que la verdadera razón de que los demócratas se inhiban a tal punto tiene menos que ver con el protocolo presidencial que con el miedo: miedo de que el mercado de valores, que tiene el temperamento de un niño malcriado de 2 años, reaccione con alguna de esas rabietas que estremecen al mundo. Se nos dice que revelar la verdad sobre los destinatarios de los préstamos federales podría traer la desagradable consecuencia de que los mercados gruñones comenzaran a apostar contra esos bancos. Pon en cuestión la legalidad de los acuerdos de 360º, y ocurrirá lo mismo. Oponte al recorte fiscal de 140 mil millones de dólares, y las fusiones empresariales caerán. “Ninguno de nosotros quiere cargar con la responsabilidad de arruinar esas fusiones y crear una nueva Gran Depresión”, explicó un anónimo ayudante del Congreso.

Más aún: los demócratas, incluido Obama, parecen creer que la necesidad de aliviar al mercado debería presidir todas las decisiones económicas clave en el período de transición. Razón por la cual, a los pocos días de la eufórica victoria del “cambio”, el mantra cambió abruptamente, y comenzó a hablarse de “transición suave” y “continuidad”.

Tomemos la selección de su equipo a que está procediendo Obama. A pesar del ruido que hacen los republicanos sobre su partidismo, Rahm Emmanuel, el congresista demócrata que mayores donaciones ha recibido del sector financiero, lanza un mensaje inconfundiblemente tranquilizador para Wall Street. Cuando en el programa This Week With George Stephanopoulos se le preguntó si Obama reaccionaría rápido para aumentar los impuestos a los ricos, como había prometido, Emmanuel se zafó de la respuesta con una mordacidad.

La misma lógica de mimos al mercado, se nos dice, debería orientar el nombramiento por Obama del Secretario del Tesoro. Stuart Varney, de la cadena Fox News, explicó que Larry Summers, que tuvo el cargo bajo Clinton, o el antiguo jefe de la Fed Paul Volcker “comunicarían la mayor confianza al mercado”. Y Joe Scarborough, de la MSNBC, nos aclaró que Summers es el hombre “que más le gustaría a Wall Street”.

Digamos claramente por qué. Wall Street celebraría el nombramiento de Summers exactamente por la misma razón que el resto de nosotros lo temería: porque los actores del mercad de valores presumirían que Summers, campeón de la desregulación financiera bajo Clinton, ofrecería una transición tan suave a partir del legado de Paulson, que apenas nos enteraríamos. Por otra parte, alguien como la presidenta de la FDIC (Corporación federal de aseguramiento de depósitos, por sus siglas en ingles), Sheila Blair, desataría el miedo en Wall Street (y por buenas razones).

Una cosa sabemos de cierto, y es que el mercado reaccionará violentamente ante cualquier señal de que hay un nuevo sheriff en la aldea dispuesto a imponer una regulación seria, a invertir en el pueblo y a cortar el chorro de dinero libre que fluye hacia las corporaciones empresariales. En suma: podemos estar seguros de que los mercados votarán exactamente en el sentido opuesto al sentido en que acaban de votar los norteamericanos. (Una reciente encuesta de USA Today/Gallup mostró que el 60% de los estadounidenses están muy a favor de “estrictas regulaciones de las instituciones financieras”, mientras que sólo el 21% apoyan la ayuda a las empresas financieras.)

No hay forma de reconciliar el sufragio público por el cambio con el pataleo del mercado en favor de más de lo mismo. Todos y cada uno de los pasos encaminados a cambiar el curso de las cosas se encontrarán con vigorosas reacciones contrarias de los mercados a corto plazo. Lo bueno es que, una vez quede claro que las nuevas reglas se aplicarán con equidad y afectando a todos los valores y a todas las acciones por igual, el mercado se ajustará y se estabilizará. Además, no podía ser mejor el momento en que las presentes turbulencias han llegado. En los pasados tres meses nos hemos acostumbrado a la inestabilidad de los mercados. Eso le da a Obama un margen para hacer oídos sordos a los llamamientos a una transición tranquila, y comenzar tomando por los cuernos los asuntos más espinosos. Pocos tendrán la avilantez de culparle deuna crisis que, evidentemente, no ha generado él, o de echarle en cara que honre los compromisos de campaña y satisfaga los deseos de su electorado. En cambio, cuanto más se retrase, tanto más se desvanecerán las memorias.

Cuando de lo que se trata es de transferir un poder procedente de un régimen funcional y fiable, todo el mundo prefiere una transición suave. Cuando se sale de una era marcada por su criminalidad y su ideología en bancarrota, aunque sólo fuera un adarme de dureza y brusquedad sería una excelente señal de partida.



martes, 18 de noviembre de 2008

EL DOLAR RECULA, ¡ALELUYA!

Honorio Cadarso

La crisis financiera evidencia un desequilibrio y desorden generado por la dictadura-tiranía del dólar y sus gendarmes, el FMI y el Banco Mundial; ella misma desvela la llegada de un nuevo orden económico en el que el yen japonés, el yuan chino, el euro europeo y otras monedas tendrán que “coexistir” pacíficamente.

Un artículo de Le Monde Diplomatique de noviembre 2008 nos da el “status quaestionis”, el momento actual de este forcejeo entre las distintas monedas; y tal vez nos abre una ventana a la esperanza de un orden mundial económico menos despótico, más equilibrado.

1) El peso del dólar en las reservas de cambio mundiales ha bajado en 10 puntos en menos de 10 años. Las divisas retenidas por los bancos centrales en dólares eran de un 71,2% al final del año 2000, en junio de este 2008 son del 62%; algo parecido ocurre con el yen: que en las mismas fechas ha pasado de un 6,1% a un 3,4%, mientras que el Euro ha remontado de un 18,3% a un 27%..

2) La crisis americana está siendo financiada por las economías de terceros países, por este orden: Japón, el primer fiador, ha asumido bonos del tesoro americano por valor de 1.197 miles de millones de dólares; le sigue China con 922 miles de millones; estos dos países, junto con Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, tienen cubierta la mitad de la deuda americana; y en menor medida acuden al rescate de la economía americana Inglaterra, Rusia, los países petrolíferos…

3) Sin embargo, algo está cambiando en esa relación de dependencia vergonzante o dominio tiránico; ya pasaron los tiempos en que John Connally, secretario del Tesoro americano, decía a sus aliados: “El dólar es nuestra moneda, y vuestro problema”. Un banquero chino proclama en Financial Times que “see acabó lo de consideerar la aportación china (a la economía americana) como un vertedero de activos inseguros y tóxicos, sin ningún derecho de intervención por nuestra parte). Este mismo banquero ponía como ejemplo el de la banca japonesa Mitsubishi, que tras acudir al rescate del banco Morgan Stanley va a tener un puesto en su consejo de administración.

De hecho, China se negó a acudir al rescate de la banda Lehman Broders.

El gigante asiático ha basado su crecimiento económico en la producción y la investigación. Justamente, esta crisis actual demuestra que no se puede desenganchar los servicios y finanzas de la producción material. Y que el estado debe controlar más de cerca todo el sistema financiero…Recientemente, el FMI ha anunciado su intención de llamar la atención a China por el control estatal sobre la banca, que efectivamente existe, y justamente ha librado a este país del azote de la crisis financiera. Pero, en vista de la que está cayendo, el FMI ha desistido de leerle la cartilla al gigante asiático.

Ciertamente, la crisis afectará a la China por cuanto la pérdida de poder adquisitivo de sus clientes en el exterior: (USA, Japón, UE) le obligará a reducir su producción. Pero China tiene ya su solución de recambio: primera, estimular y potenciar el consumo interno, con lo cual mejorará el nivel de vida de sus zonas rurales; segunda, intensificar los intercambios comerciales con África, con sus proveedores de petróleo Irán, Arabia, Venezuela etc. Por supuesto, al margen de las imposiciones del FMI y del Banco Mundial.

De hecho, China ha promovido para Asia otro FMA, “asiático” junto con Corea del Sur y Japón.
Cabría quizá una pregunta, que se hace en Le Monde Diplomatique el profesor Arvind Subramanian: “Está China en posición de fuerza como para prestar dinero a USA bajo condiciones como acceder al control de los bancos, el reforzamiento de los fondos destinados a la Seguridad Social…al estilo de las condiciones que imponía el FMI, pero con unas miras de bienestar público? A día de hoy, creemos que China no tiene ni ganas ni medios para imponer condiciones” termina.

Sudamérica, Europa

En torno a un Brasil emergente comienza a articularse un bloque económico autónomo. Se ha creado un Banco del Sur en el que participan Brasil, Argentina, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela, para financiar infraestructuras en estos países. Brasil y Argentina han firmado un acuerdo para prescindir del dólar en sus intercambios comerciales, y efectuar los pagos en monedas de su propio país. Brasil, Rusia, India y China (BRIC) tejen entre ellas fuertes lazos institucionales.
Europa asiste a estos cambios desunida, con un crecimiento fuerte dele paro. En el plano político es como la UE no existiese…
“Ni el euro, ni el yuan están en condiciones de tomar el relevo del dólar, hoy por hoy. Solo una combinación de poderío económico firme y una visión política original y atrayente podrían hacer bascular el sistema, o por lo menos, conseguir que el Euro y las otras monedas tuteen al dólar de igual a igual” señala Le Monde.

¿Esperanza? ¿Escepticismo?

La elección de Obama, que pondrá fin a la era Bush, abre una ventana a la esperanza. Pero no demasiado, mientras el dólar siga siendo el dictador, déspota y tirano del sistema financiero internacional El cambio en la correlación de fuerzas y en el equilibrio mundial está condicionado por un crecimiento del poder de las otras monedas frente a la moneda americana. Es la mejor manera de “ayudar” a Obama a cambiar de política…
La cumbre de Washington debería dar una salida a un sistema económico en el que dialoguen, de igual a igual, el yuan, el dólar, el yen, el euro, dando fe con ello del nuevo equilibrio de fuerzas que se ha producido. Este equilibrio significaría que el poder económico se reparte, se comparte, y las decisiones se consensuarán de una manera menos tiránica, más democrática…
Contra este claro que se abre entre nubarrones oscuros, está la machacona tesis de Bush: el capitalismo es irremplazable, insustituible, dogma de fe. Pero justamente la fuerza de filosofías económicas menos cerradas como las de Lula, tal vez las de la India o China (?) podrían forzar un giro hacia una economía de rostro más humano y más ecológico.
O sea que ya sabemos lo que toca: esperar contra toda esperanza, como Abraham; y presionar en dirección hacia ese cambio que soñamos, como Cristo nos enseña.



domingo, 16 de noviembre de 2008

LA LUCHA DE CLASES EN WALL STREET


Le Monde


Lo primero que salta a la vista cuando se observan las reacciones actuales ante el derrumbe económico es que nadie sabe lo que hay que hacer. Esto surge debido al hecho de que la incertidumbre es parte del juego económico; la manera en cómo reaccionará el mercado depende no solamente de la confianza que los principales actores otorguen a las intervenciones gubernamentales, sino también, y es esto aún más importante, dependerá del grado de confianza que ellos estén dispuestos a otorgar a los otros actores implicados; es decir, no se puede tener en cuenta, con certeza, los efectos de sus propias intervenciones. Estamos así obligados a hacer elecciones sin disponer del conocimiento necesario que nos permita elegir claramente, o, como dice John Gray: “Estamos obligados a vivir como si fuésemos libres”.

Pero, puesto que no cesamos de repetir que la confianza y la credibilidad son determinantes, nos deberíamos de preguntar en qué medida el hecho de que la administración americana esté, justo en medio del pánico, aumentando el riesgo de sus apuestas, no ha agravado el peligro que ella misma intenta conjurar. Es fácil señalar la similitud entre el lenguaje utilizado por el presidente Bush en sus discursos tras los ataques del 11-S y aquel utilizado ante el colapso financiero: se podría decir que son dos versiones de un mismo discurso.

En ambas ocasiones, Bush alude a una amenaza que se cierne sobre la “American way of life” misma, y por ende, la necesidad de reaccionar, de manera rápida y decisiva, con el fin de hacerle frente. De manera reiterada, hace un llamado para abandonar, provisionalmente, los valores típicos americanos (las garantías concernientes a las libertades individuales, el capitalismo del mercado, etc.) para poder salvar precisamente esos mismos valores. Acaso, ¿es inevitable la paradoja? 

La presión dirigida a “hacer cualquier cosa” ante un problema, aparece aquí como una compulsión supersticiosa por hacer algo, lo que sea, cuando observamos un proceso sobre el cual no tenemos ninguna influencia verdadera. Llega también en esas ocasiones en que actuamos para eludir el tener que hablar o pensar sobre aquello que hacemos. Por ejemplo, para responder rápidamente a un problema, el liberar 700 millones de dólares en lugar de preguntarse cómo es que esta situación llegó a este punto. 

Recordemos que el pasado 15 de julio, el senador republicano Jim Bunning atacó al presidente de la Reserva Federal de Estado Unidos, Ben Bernanke, afirmando que su propuesta confirmaba que “el socialismo está bello y saludable en América”: “La FED quiere ser, de ahora en adelante, el regulador del riesgo en el sistema. Pero, la FED es el riesgo en el sistema. Incrementar el poder de la FED vendría a ser como darle a un niño que ha roto nuestra ventana, mientras jugaba beisbol, un bate más grande, pensando que eso resolverá el problema”. 

Bunning fue el primero en exponer públicamente las grandes líneas del razonamiento que justifica la oposición del Partido Republicano contra el rescate federal. Dicho argumento amerita que lo miremos más de cerca. Podemos, así pues, remarcar que la resistencia al plan de salvamento fue formulada en términos de “luchas de clases”: la Bolsa, Wall Street, contra la calle, Main Street (1). ¿Por qué deberíamos ayudar a los responsables de la crisis (Wall Street), y dejar que sean los simples prestatarios (en Main Street) los que paguen la mayor parte? Esto último se define como “el riesgo que alguien asume, de manea inmoral, debido a que se sabe protegido por medidas de seguridad, leyes u otras instituciones, contras los prejuicios que su comportamiento podría engendrar”. Dicho de otra manera, si yo estoy asegurado contra los incendios, entonces tomaría menos precauciones contra él (o, llevando esta lógica al extremo, yo mismo metería el fuego al edificio asegurado que me está generando pérdidas). La misma cosa sucede con los grandes bancos. ¿No están protegidos contra las grandes pérdidas, todo para ser capaces de conservar sus ganancias? No nos tomará por sorpresa el saber que Michael Moore ya ha escrito una carta pública en la que califica al plan de rescate como el robo del siglo. Estas inesperadas imbricaciones entre la izquierda y los republicanos conservadores deberían darnos algo sobre qué pensar.

Ambos comparten el desprecio por los grandes especuladores y los CEOs (2) que se hacen de grandes beneficios a costa de decisiones azarosas que, sin embargo, están protegidas de fallos por “paracaídas dorados”. ¿No va esto mismo en relación con el escándalo de Enron en el año 2002, que se ha interpretado como una clase de comentario irónico sobre la idea de sociedad de riesgo? Los miles de trabajadores que perdieron su empleo y sus ahorros fueron expuestos a un riesgo, pero sin tener realmente ninguna otra opción. Aquellos que, por el contrario, tuvieron un real conocimiento de los peligros, y también la posibilidad de intervenir en la situación (los dirigentes), minimizaron los riesgos e hicieron efectivas sus acciones y sus opciones antes del derrumbe. Si es verdad que vivimos en una sociedad de elecciones riesgosas, entonces, algunos (los patrones de Wall Street) hacen las elecciones, mientras que son otros (las personas ordinarias que pagan hipotecas) los que asumen los riesgos…

Entonces, ¿el plan de rescate es realmente una medida “socialista”, el alba del socialismo de Estado en los Estado Unidos? Si ese fuera el caso, es claro que lo es en un sentido muy singular: una medida “socialista” en la que el primer objetivo no es ir en ayuda de los pobres, sino de los ricos, no de aquellos que piden prestado, sino de aquellos que prestan. La ironía suprema reside así en el hecho de que la “socialización” del sistema bancario es aceptable cuando sirve para salvar al capitalismo: el socialismo es nefasto, excepto, claro, cuando permite estabilizar al capitalismo.

¿Y si, al mismo tiempo, un “riesgo moral” estuviera inscrito en la estructura fundamental misma del capitalismo? En otras palabras, el problema es resultado del hecho de que es imposible separar ambos aspectos, en el sistema capitalista, el bienestar en Main Street está subordinado a la prosperidad de Wall Street. Así, entonces los populistas republicanos que se oponen al plan de rescate financiero actúan incorrectamente, motivados por buenas razones, y los partidarios del rescate actúan correctamente movidos por malas razones. Para decirlo en los términos más refinados de la lógica proposicional, su relación no es transitiva, pues aquello que es bueno para Wall Street no lo es necesariamente para Main Street, y Main Street no puede prosperar si a Wall Street le va mal. Y dicha asimetría le otorga, a priori, una ventaja a Wall Street.

Todo eso muestra claramente que no existe algo así como un mercado neutro; en cada situación particular, las coordenadas de la interacción mercantil están siempre reguladas por decisiones políticas. El verdadero dilema no es aquel de saber si el Estado debe o no intervenir, sino bajo qué forma debe de hacerlo. Y en este punto nos confrontamos a la verdadera política: la lucha por definir las coordenadas “apolíticas” de nuestras vidas. Todos los problemas políticos son en un sentido no partidistas, ellos se relacionan más con la pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de nuestro país?

Así, es precisamente el debate sobre el plan de rescate lo que constituye un verdadero problema político concerniente a las decisiones a emprender sobre los elementos fundamentales de nuestra vida social y económica, yendo hasta el movilizamiento del fantasma de la lucha de clases (¿Wall Street o los acreedores hipotecarios? ¿Intervención del Estado o no?). No encontraremos ninguna posición claramente “objetiva” que nos baste aplicar aquí; debemos tomar partido políticamente.

¿Cuál es la solución? El gran filósofo idealista de origen alemán Emmanuel Kant respondió a la divisa conservadora: “¡No piense, obedezca!”, no con otra como: “¡No obedezca, piense!”, sino con: “¡Obedezca, pero piense!”. Cuando somos sometidos a un chantaje como el del plan de rescate financiero, debemos vigilar la intención de dicho chantaje, y esforzarnos entonces por resistir a la tentación populista de dar expresión a nuestra cólera y darnos de golpes. En lugar de ceder a una expresión impotente como esa, debemos dominar nuestra molestia para transformarla en la firme resolución de pensar, reflexionar de una manera realmente radical, de preguntarnos sobre el tipo de sociedad, que estamos en camino de dejar, que hace posible chantajes de este género.



jueves, 13 de noviembre de 2008

"UNA" O "LA" CRISIS

¿Una crisis en Wall Street? ¿Una crisis del capitalismo? ¿La crisis del capitalismo?


No es posible contar la historia de la economía capitalista, y menos la de los últimos treinta años, sin referirse a sus crisis recurrentes. La mal llamada “crisis del petróleo” en los años 70s; la crisis de la deuda externa en los 80s; las que sacudieron a los “mercados emergentes” durante los 90s (México, sudeste asiático, Rusia, Turquía, Argentina); la de las empresas tecnológicas con el cambio de siglo; y ahora, una crisis inmobiliaria y crediticia que arrastra al sistema financiero internacional. Cuando un fenómeno se repite con tanta obstinación es sensato interrogarse sobre si existe una causa común que explique todas sus manifestaciones. Y cuando efectivamente encontramos esa causa común, también es sensato sostener que ese rasgo constituye un elemento inherente al sistema que genera el fenómeno. 

En los años setenta el capitalismo entra en una grave crisis de rentabilidad: el capital no obtiene una proporción “suficiente” de beneficios sobre sus inversiones; suficiente según la lógica capitalista (las exigencias de beneficios que tienen los capitalistas para seguir invirtiendo). Frente a esta crisis el capital despliega su ofensiva neoliberal, poniendo en marcha mecanismos que intentan resolver los problemas de rentabilidad por dos vías: incrementando la ganancia de la que se apropia en actividades que ya le generan beneficios (obteniendo ese incremento de la única forma posible, el recorte de salarios y derechos laborales); y abriendo nuevos espacios, o ampliando los ya existentes, en los que puede “hacer negocio” (como las privatizaciones). Sin embargo, la respuesta neoliberal no es del todo eficaz para superar la crisis. Los problemas de rentabilidad persisten y eclosionan en crisis periódicas. Por lo que el capital no para de intensificar su respuesta, acelerando con el paso de los años sus “avances neoliberales”. Así, podemos decir que llevamos 30 años en crisis, y 30 años sometidos a la gestión neoliberal con la que el capital intenta superar la crisis. 

Uno de los espacios de ganancia que el capital amplía en estas décadas son los mercados financieros. Su liberalización, en colaboración con otros factores, los convierte en una fuente aparentemente ilimitada de beneficios. Por eso asistimos, especialmente durante los 90s, a la explosión de las finanzas. La lógica de los mercados financieros, que se expande y afecta a todos los ámbitos económicos, tiende a generar burbujas: la valoración financiera de algunos bienes se dispara. Parece la solución perfecta para el capital, que obtiene beneficios enormes y rápidos mediante la mera compra-venta de esos bienes (especulación), al margen de la “rentabilidad real” asociada a su producción. Pero la posibilidad de esquivar así los problemas de rentabilidad es efímera: los precios especulativos, irreales, que han alimentado unos beneficios colosales, terminan siempre desinflándose. Antes o después las burbujas estallan, los precios vuelven a conectarse con el valor que se incorpora en la producción, y los valores y beneficios financieros desaparecen como si de humo se tratara.

Así, una de las salidas del capital frente a su crisis de rentabilidad, la huida a lo financiero, se convierte en origen de nuevas crisis. La proliferación y el estallido de burbujas, con más o menos capacidad de arrastrar a la “economía real”, es un rasgo propio de los últimos años. La crisis actual es de este tipo. Eclosiona con el estallido de una burbuja especulativa, en este caso inmobiliaria. Y como dicha burbuja se alimentó con la concesión masiva de créditos que tienen el aval de las mismas viviendas cuyos precios se desinflan, los sectores bancarios tienen problemas serios de solvencia. El estadounidense se ve especialmente afectado, porque concedió hipotecas muy arriesgadas (subprime), y porque los bancos que las concedieron después las titularizaron y las vendieron insertas en productos financieros con apariencia sofisticada. Por eso en EEUU no sólo quiebran bancos dedicados al crédito hipotecario, también entidades financieras de todo tipo que compraron productos financieros con subprimes camufladas. Además, el sistema financiero estadounidense no es el de cualquier país: su quiebra ha colapsado el mercado monetario mundial, vaciándolo de la liquidez de la que se nutren todas las economías. El capital, que trataba de escapar de sus problemas, se ha generado uno monumental. 

No se trata, por tanto, de una crisis en Wall Street. Es una crisis de la respuesta que el capital le intentaba dar a la crisis. Su origen, como el de las crisis a las que empezamos refiriéndonos, es que el capital no es capaz de resolver eficazmente sus problemas de rentabilidad. Esa es la causa común que explica el fenómeno recurrente. Y, efectivamente, nos señala un rasgo inherente al sistema capitalista: para seguir “funcionando” requiere la obtención de tasas de rentabilidad crecientes; pero “al funcionar” socava las condiciones de las que obtiene la rentabilidad. Es un dilema suicida. Y ahora es más evidente que nunca.


domingo, 9 de noviembre de 2008

¿ROBO EN VERDE O EN AZÚL?


Estados Unidos y la Unión Europea lejos de ayudar a mejorar las economías de naciones en desarrollo, les han puesto nuevas zancadillas a los países pobres con la finalidad de extraer de sus territorios recursos humanos que con enormes esfuerzos y sacrificios han logrado formar durante años.

Mientras los ricos incumplen los acuerdos aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas de otorgar a los pobres el 0,7 de su Producto Interno Bruto (PIB) para el desarrollo de esos pueblos, Estados Unidos ha puesto en marcha un programa denominado Tarjera Verde para extraer profesionales de las naciones en desarrollo, a la par que los 27 de la Unión Europea le han seguido los pasos con otro ardid similar llamado Tarjeta Azul.

Estados Unidos, la potencia hegemónica mundial (que ahora se halla en una de sus peores crisis económico-financieras) ha sido la impulsora de esas políticas de escamoteo humano pues para mantener su desarrollo y producción necesita constantemente mano de obra y de profesionales ajenos sin gastar un centavo en sus formaciones.

En primer lugar depende de la mano de obra barata proporcionada por los inmigrantes la mayoría indocumentados (ahora obligados a retornar a sus países de orígenes tras finalizar sus contratos leoninos) para trabajar en las siembras en zonas agrícolas.

Pero el robo de cerebros va más allá pues varias agencias publicitarias estatales y privadas en páginas Web, ofrecen 50 000 Tarjetas Verdes (Green Card) para que profesionales con títulos universitarios de ingeniería, telecomunicaciones, medicina, física, matemáticas u otras carreras puedan trabajar y vivir en el país.

Como es de suponer, los mensajes se dirigen a los que en el mundo subdesarrollado poseen computadora y acceso a Internet, lo cual significa que disponen de buena posición y grado cultural suficiente para emigrar a Washington.

Durante la XVI Cumbre Iberoamericana realizada en Montevideo, Uruguay en 2006, el vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba, Carlos Lage denunció que 24 000 profesionales universitarios latinoamericanos emigraron en 2005 hacia los países altamente desarrollados lo que representó para los primeros la pérdida de 5 000 millones de dólares solo en la educación y preparación de ese personal.

Lage enfatizó que médicos, informáticos, maestros, enfermeras y otros profesionales y técnicos, son estimulados a emigrar a los países ricos con todas las facilidades, ofreciéndoles salarios y condiciones que en nuestros países no pueden obtener. Para ellos no hay muros ni devoluciones forzosas, por el contrario, hay planes y programas para captarlos.

El Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, en la Reflexión del 18 de julio de 2007, expuso que “la fuga de cerebros es un golpe por partida doble para las economías débiles pues no solo pierden sus mejores recursos humanos y el dinero en su capacitación, sino que después deben pagar aproximadamente 5 600 millones de dólares al año para emplear a los expatriados” que ocupen esas plazas.

Añadió que en los últimos años la promoción de esta emigración se convertió en una polí tica oficial de Estado en varios paí ses del Norte, con incentivos y procedimientos especialmente diseñados para ese fin como el Acta para la Competitividad Americana en el Siglo 21aprobada por el Congreso de Estados Unidos en el 2000 la cual incrementó las visas para trabajo temporal, conocidas como H-1B, de 65 000 a 115 000 en el año fiscal 2000, y después hasta 195 000 para los años 2001, 2002 y 2003. El objetivo del incremento fue promover el ingreso a Estados Unidos de inmigrantes altamente calificados que pudieran cubrir puestos en el sector de la alta tecnologí a

Fidel Castro señaló que ese continuo saqueo de cerebros en los países del Sur desarticula y debilita los programas de formación de capital humano, un recurso necesario para salir a flote del subdesarrollo. No se trata solo de las transferencias de capitales, sino de la importación de la materia gris, cortando de raí z la inteligencia y el futuro de los pueblos.
Seguidamente informó que “entre 1959 y el 2004 se graduaron en Cuba 805 903 profesionales, incluyendo médicos. La injusta polí tica de Estados Unidos contra nuestro paí s nos ha privado del 5,16 % de los profesionales graduados por la Revolución.”
Un informe del Banco Mundial publicado en 2005 indicaba que en los últimos 40 años, más de 1 200 000 profesionales de la región de América Latina y el Caribe emigraron hacia Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. De Latinoamérica han emigrado como promedio más de 70 científicos por día, durante 40 años.
Varios paí ses, sobre todo los pequeños de África, el Caribe y América Central, han perdido a través de la migración más del 30 % de su población con educación superior.
El Caribe insular, donde el idioma de casi todos los países es el inglés, posee la fuga de cerebros más alta del mundo. Ocho de cada 10 haitianos y jamaicanos con títulos universitarios viven en el extranjero, y más del 50 % de los graduados en altos centros de estudios de Centroamérica y el Caribe. En América, otras dos naciones cuentan con un alto grado negativo en este aspecto: Guyana con 86 % y Surinam con 90 % de profesionales emigrantes.

La formación de un profesional universitario, según sea la carrera o el país de Latinoamérica donde curse los estudios tiene un costo que estriba entre los 50 000 y 90 000 dólares y lo más perjudicial es que después, si emigra, no prestará ningún servicio a sus países ni a sus pueblos que tanto lo necesitan. Por ese motivo, Carlos Lage apuntó en aquella Cumbre: “El Norte opulento y derrochador usa y discrimina a los inmigrantes; el Sur es el proveedor de la materia prima del Norte, el almacén de donde sacan recursos de todo tipo, desde el mineral hasta el talento.”

Datos aportados por la emisora Voz de Alemania señaló que el 55 % de los médicos, expertos en computación y especialistas de otras ramas que emigran hacia el Primer Mundo, lo hacen hacia Estados Unidos y solo el 5 % escoge por destino a la Unión Europea.

En la competencia por el saqueo de cerebros, los países europeos desarrollados se han quedado a la zaga de Estados Unidos y por tanto se hacía necesario tratar de equiparar esa realidad...y surgió la Tarjeta Azul.

Sin ningún disimulo, el Consejo de Ministros de Justicia e Interior de la UE acordó crear en su última reunión la Tarjeta Azul (la proposición que databa de julio de 2007), para inmigrantes cualificados, destinada a atraer a los trabajadores, técnicos y expertos desde países del tercer mundo.

De esta forma, dice, se ofrecerán ventajas prácticas legales a los inmigrantes más capacitados procedentes de países extracomunitarios, que por ahora se dirigen preferentemente a Estados Unidos o incluso Canadá, donde las condiciones para ellos son mucho más simples. El mecanismo europeo es más o menos una imitación de la conocida Tarjeta Verde estadounidense.

Según el Pacto, los países de la UE siguen siendo libres para organizar la inmigración legal en función de sus prioridades, sus necesidades y sus capacidades de recepción nacionales y mediante el nuevo mecanismo, los beneficiados y sus familiares podrán trabajar y residir en el Estado que se lo otorga.

Como la verdadero motivo de la medida resulta difícil de ocultar, el ministro francés de Inmigración, Brice Hortefeux, declaró primero que la Tarjeta Azul no es la tarjeta verde de Estados Unidos, aclaró después: “lo cierto es que la propuesta europea es una respuesta a la iniciativa del otro lado del Atlántico para captar a los mejores profesionales de todo el mundo.

Por su parte, el ministro de Interior de Alemania, Wolfgang Schäuble fue más allá al decir que con la tarjeta azul se refuerzan y amplían los derechos de los extranjeros cualificados con el objetivo de competir con la oferta estadounidense. Así, a los trabajadores que hayan cumplido 18 meses de residencia en un país se les permitirá trabajar en otros países de la Unión, con la única limitación administrativa de que no se rebasen las cuotas establecidas por cada Estado.

Tanto Azules como Verdes, las tarjetas, visas o como deseen llamarles a estos nuevos ingenios, van dirigidas a un solo objetivo: robarse a los profesionales que con tanto esfuerzo se han formado en los países en desarrollo, sin que las naciones ricas beneficiadas por esta emigración incurran en gastos para sus formaciones. Se hace necesario detener este robo Verde-Azul.



viernes, 7 de noviembre de 2008

CONFIANZA Y DESCONFIANZA ECONÓMICAS


Empiezo a pensar que los centros de yoga y terapias orientales y las editoriales dedicadas a vender y fomentar autoayuda, serán las áreas de negocio que saldrán mejor paradas de los malos tiempos económicos que parece que se avecinan. No lo digo tanto por las secuelas psicológicas derivadas de los apuros económicos que están por llegar, como por la receta unánime que las autoridades políticas y económicas y algunos especialistas en la materia, han prescrito a la población: tranquilidad y optimismo.

Esta recomendación ya es casi un tópico en la materia, que utilizan especialistas de diferentes tendencias ideológicas y dependencias salariales, casi siempre en los mismos términos, con la única diferencia de la relación entre la dirección del viento y su particular posición e interés. Por ejemplo, algunos neoliberales animaban no hace mucho a seguir comprando e invirtiendo en el mercado inmobiliario pese al riesgo de agotamiento de éste; entre ellos, el economista Tom Burns Marañón, instaba a no temer nada porque, según él, es «el pánico lo que pincha las burbujas» («Fuera Pánicos», 
El Mundo 3/09/2006). Más cerca, hace un mes, Amparo Estrada, que dirige la sección «Dinero» del diario Público, venía a decir más o menos lo mismo, esta vez sobre las señales que a final de año apuntaban hacía un empeoramiento general de la economía: «Detrás de las cifras macroeconómicas, de las estadísticas y de las cuotas de mercado, lo que hay son personas. Personas que actúan en función de sus expectativas y de la confianza que tengan en el futuro. Lo que quiero decir es que es posible que la crisis pudiera ser breve pero la vamos a convertir en un tremendo Tambora a fuerza de pesimismo y melancolía» («Somos unos románticos»,Público 24/12/2007). 

Para cualquiera de ellos, la economía es un problema de 
percepciónes y reacciones, y son sentimientos como la confianza, el valor o el miedo, las que hacen girar a un lado u otro la rueda de la fortuna. Este tipo de análisis, es uno de los preferidos por el periodismo económico para comunicarse con el gran público. Pero entendido al pie de la letra, podríamos pensar, que la pobreza endémica en el continente africano o, más cerca, la exclusión del mercado de la vivienda de amplísimos sectores de la población, no son culpa de las relaciones internacionales de dependencia y explotación o de la libertad absoluta del mercado inmobiliario para fijar los precios, sino de que la mayoría de la población africana o española está formada por una pandilla de cenizos. Eso sí, los africanos más, y por eso están peor.

Así, afirma Estrada que «si un trabajador cree que peligra su puesto de trabajo, no se embarcará en la compra de una casa; si un empresario piensa que no va a poder incrementar sus ventas porque el consumo se va a parar, no contratará nuevos trabajadores ni invertirá en maquinaria nueva; si un empleado en una tienda de muebles oye que no se van a seguir vendiendo pisos, no se atreverá a montar su propia tienda porque no habrá negocio». Por lo tanto, actualmente el riesgo no reside en la relación negativa entre el crecimiento de los precios y el de los salarios, o en la sangría de parados que pueda producir a partir de ahora el sector de la construcción; el peligro es que si la gente se asusta y no compra, no gasta y no invierte, es el crecimiento económico el que puede resentirse; y eso perjudicará a todos. 

Según esta tesis, el efecto dominó se producirá de abajo hacía arriba y no, como tememos muchos, de lo más alto de la pirámide contra su base. Pero, por lo general, el problema se cuece en otras esferas. Los mercados financieros y quienes concentran grandes cantidades capital, se lo guisan solitos a la hora de repartir beneficios; pero cuando una edad de oro se convierte en un callejón sin salida, cuando la 
riqueza de una época se volatiliza en unos meses, los cierres de empresas, las fugas de capitales o los despidos, vienen de las alturas, que de acumular beneficios pasan a repartir las pérdidas hacia abajo. Por poner dos ejemplos extremos pero representativos, el pánico capaz de provocar una catástrofe es el de los especuladores del crack del 29 o el de los bancos de la «crisis del corralito» del 2001 en Argentina, que cuando en vez de a dinero fresco huelen a muerto, saltan al grito de tonto el último. Ahí, el pánico de la mayoría de la población es una consecuencia, la de quién despierta una mañana cualquiera enjaulado junto a un león hambriento, pero no una causa.

En general, y más allá de la gravedad o las dificultades de una determinada coyuntura económica, hay hechos en los que la mayoría de la población difícilmente puede intervenir. En sus manos está aplicar unas matemáticas racionales a los recursos de que disponen, pero en sus manos no están el PIB ni la inflación; entre otras cosas porque no está a su alcance evitar la especulación en el mercado inmobiliario, la estampida de constructores y promotores, los despidos, el precio del petróleo o la especulación en el mercado de cereales. Sí lo estaría, quizás, si hubiera una mayoría social dispuesta a ocupar los miles de pisos vacíos, a realizar una descomunal huelga de hipotecas o alquileres, o a realizar un boicot masivo en la compra de gasolina o pan. Pero no parece que este sea el caso ni el clima. 

Por otra parte, lo que no parecen tener en cuenta estos lamentos sobre el miedo o la cobardía económica de los cualquieras, es que si un trabajador teme ser despedido o si el empleado de una tienda de muebles ve que han bajado las ventas, no será porque lo hayan leído en los periódicos, sino probablemente porque la empresa lo ha dejado caer o porque se nota en la actividad diaria. Obviamente, si la economía es una cuestión de 
confianza, la confianza o la desconfianza son fruto, en buena parte, de la experiencia directa. Y que un montón de especialistas y el gobierno mismo digan que las cosas irán bien, servirá de bien poco para revocar un Expediente de Regulación de Empleo, una situación de incertidumbre laboral, un balance que no cuadra o una subida más del Euribor.

Por lo tanto, parece poco realista pedir a la gente que tome decisiones que afectarán a su supervivencia en función de las previsiones de crecimiento macroeconómico. No se le puede pedir a quienes están sujetos a contratos precarios, alquileres que absorben la mitad de un sueldo, movilidades geográficas, pagos de autónomos o hipotecas, que tomen sus decisiones no en función de lo que dice su cuenta corriente y los indicadores sobre su cierto o incierto futuro laboral, sino pensando en el Producto Interior Bruto como quien salta al ruedo y se santigua en el nombre de Cristo salvador. 

Puede que uno sea un cobarde, pero pienso que a quienes no les sobra ni siquiera lo ahorrado, tienen que ser necesariamente conservadores en lo económico, porque en conservar lo que tengan les va la supervivencia, y en esa capacidad para conservar reside también la base y la posibilidad de prosperar. Es curioso que la misma gente que les pide que sean emprendedores, son los que luego les exigen una moderación salarial con la que es difícil emprender nada. Debe ser que uno no sabe de psicología o de teología económica, o que simplemente es un 
desconfiado.



jueves, 6 de noviembre de 2008

IMPACTO GLOBAL

Ignacio Ramonet

05-11-2008   

 El apocalipsis financiero no ha terminado. Se está transformando en recesión global. Y todo indica que vamos hacia una Gran Depresión. Por espectaculares que sean, las medidas adoptadas en Europa y en Estados Unidos no van a provocar el final de las dificultades. Lo admitió el propio Henry Paulson, Secretario del Tesoro estadounidense: "A pesar de nuestro gran plan de rescate, más instituciones financieras van a ir a la quiebra". 


En un informe sobre las crisis de los últimos treinta años, el Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma que las que tienen a los bancos y al sector inmobiliario como protagonistas son especialmente "intensas, largas, profundas y dañinas para la economía real". Las efectos ya se extienden por los cinco continentes: en unas semanas, el real brasileño ha perdido el 30% de su valor; el zloty polaco, un 22%; la rupia india, un 10%; el peso mexicano, un 14%. Presiones similares afrontan Indonesia, Filipinas o la República Checa.


Las autoridades estadounidenses ya han inyectado más de billón y medio de euros (equivalente al doble de lo que ha costado, desde 2001, las guerras de Afganistán y de Irak) en sus diferentes planes de rescate de bancos, cajas de ahorros y compañías de seguros. Y los grandes bancos del mundo aún necesitan varios miles de millones de euros... Lo cual les conduce a restringir el crédito a las empresas y a los particulares. Con las consecuencias muy negativas que eso está teniendo en la economía real. 

Los países avanzados, entre ellos España, que han recurrido a la innovación financiera para garantizar altas rentabilidades a los inversores, son los que encajan el golpe más duro. El FMI estima que la economía de esos países tendrá el avance más débil desde hace 27 años. El mundo va camino de sufrir su peor pesadilla desde 1929.


Por sus inéditas dimensiones, esta crisis pone fin al periodo neoliberal basado en las tesis monetaristas de Milton Friedman que dominaron, durante tres décadas, el campo capitalista. Y encandilaron también a la socialdemocracia internacional. El repentino derrumbe de ese credo deja a la mayoría de los dirigentes políticos desamparados. El patético espectaculo de responsables multiplicando de modo disparatado las reuniones y las "medidas de rescate" da una idea de su despiste.


En Estados Unidos, los bancos han trabajado en unas condiciones de libertad absoluta concedidas en nombre de fundamentos ideológicos. Por ello, la clase política norteamericana tiene la responsabilidad del caos actual. El dogma del mercado infalible se ha autodestruido. En cambio, el modelo de los países que han mantenido algún tipo de control de cambio -China o Venezuela, por ejemplo- se ve ahora reivindicado. Y aunque el impacto de la crisis se hará sentir en todo el planeta, esas economías que no adoptaron la desregulacion ultraliberal saldrán mejor paradas. Algunos analistas resaltan, para América Latina, el interés de mecanismos como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), el Banco del Sur, o la idea de un banco de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) recientemente propuesta por el presidente venezolano, Hugo Chávez. 

Es un momento histórico (1). Se derrumba no sólo un modelo de economía sino también un estilo de gobierno. Eso altera el liderazgo de EEUU en el mundo. En particular su hegemonía económica. Sus finanzas dependen de que sigan entrando fuertes sumas de capital extranjero. Y los países de donde procede ese dinero -China, Rusia, petromonarquías del Golfo- van ahora a influir en su futuro.


En 2006, China y Oriente Próximo financiaron, a partes iguales, el 86% del déficit de los países industriales. En 2013, el superávit chino excederá la totalidad del déficit de los países industriales. Todo ello otorga a Pekín un papel decisivo en el mantenimiento de la estabilidad del sistema financiero internacional. Y es probable que, a cambio, China trate de obtener concesiones en asuntos como los de Taiwan o el Tíbet.


El declive de la economía anuncia, en general, la decadencia de los imperios (2). ¿Podrá la debilitada economía estadounidense seguir asumiendo la costosísima guerra de Irak? El conflicto de Vietnam acabó con la equivalencia entre el dólar y el oro, e hizo tambalear el sistema de Bretton Woods. La guerra de Irak, por su coste, ha provocado una transferencia de riqueza de EEUU a sus competidores. La influencia de los fondos soberanos y de China se ha reforzado. La crisis actual refuerza ese movimiento, y provoca un reequilibrio fundamental: el centro de gravedad del mundo se desplaza de Occidente hacia Oriente.


Pero tal desplazamiento desencadena consecuencias en cascada como las que plantea el ensayista británico John N. Gray: "Si EEUU se retira de Irak, Irán quedará como vencedor regional. ¿Cómo reaccionará Arabia Saudí? ¿Habrá más o menos probabilidades de una acción militar para impedir que Irán adquiera armas nucleares?" (3). Es evidente que Washington está perdiendo poder. La guerra de Georgia, en agosto pasado, mostró a Rusia rediseñando el mapa geopolítico del Cáucaso, sin que EEUU pudiera hacer nada. 

La situación económica es tan grave que muchos Gobiernos echan por la borda sus creencias ideológicas, y están dispuestos a adoptar medidas que ellos mismos habrían tachado de heréticas hace poco. Por ejemplo, aumentar el gasto público. Y relanzar las inversiones en obras de infraestructura importantes como estímulo económico. El propio FMI aboga por una intervención pública más radical.


El modelo de capitalismo, diseñado por los Estados del Norte para el mayor provecho de los países ricos, ha muerto. La nueva arquitectura de economía social de mercado la definirán, a partir de la reunión del 15 de noviembre en Washington, no sólo los Grandes del G8 sino también, por primera vez, potencias del Sur como Argentina, Sudáfrica, Brasil, China, la India y México. Ya era hora.



Notas: 
(1) John N. Gray, "Mucho más que una crisis financiera", El País , Madrid, 11 de octubre de 2008.

(2) Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias , Debolsillo, Barcelona, 2004. 
(3) Op. cit .