Es parte de un artículo de Antoni Domenech
Hace unos días, el Financial Times publicó una encuesta de opinión sobre la crisis económica realizada entre las poblaciones del Reino Unido, Francia, Italia, Reino de España, Alemania y los EEUU. Preguntaba por las causas de la crisis financiera, con cuatro tipos de respuesta posibles: a) se trata de abusos del capitalismo; b) se trata de fallos intrínsecos del capitalismo; c) Ninguna de las dos cosas; d) No está seguro. He aquí los resultados:
ING | FR | IT | ESP | AL | EEUU | |
Abusos del capitalismo: | 52% | 68% | 65% | 62% | 46% | 66% |
Fallos del Capitalismo: | 13% | 17% | 11% | 15% | 30% | 7% |
Nada de eso: | 7% | 5% | 8% | 9% | 13% | 10% |
No está seguro: | 28% | 10% | 16% | 14% | 10% | 10% |
Se pueden sacar varias conclusiones de esta encuesta, algunas enjudiosas. Por ejemplo, ésta: la enorme desorientación de la población británica tras más de una década de "tercera vía" y "nuevo laborismo" (28% de los encuestados "no están seguros"). O esta otra: a pesar de tener el gobierno más derechista desde el final de la II Guerra Mundial, con un presidente que ganó abrumadoramente las elecciones prometiendo "americanizar" la vida económica francesa (aunque que ahora dice querer nada menos que "refundar el capitalismo" mundial), el formato republicano de la vida política gala parece todavía lo bastante robusto como para que un 17% de la población culpe directamente de la crisis a los males endémicos del capitalismo.
Pero lo que me importa destacar aquí es ésto: se da la coincidencia de que el país en donde la "guerra cultural" y la consiguiente polarización "artificial" inducida por la derecha en las campañas electorales ha sido más baja –Alemania— es también el país en el que el potencial de crítica al capitalismo como sistema económico intrínsecamente irracional y desastroso es más alto (30% de la población). Por el contrario, las actitudes más conformistas (¡en pleno suicidio del capitalismo financiero, sólo un 7% de la población norteamericana, un 11% de la italiana y un 15% de la española culpan al sistema!) se dan entre las poblaciones de países que cuentan con una derecha (los Bush, los Berlusconi, los Aznar) entregada a feroces "guerras culturales" y enterquecida en una crispante polarización elitista de la vida política, capaz de anestesiar políticamente el debate, o de distraer al menos la atención sobre la tremenda polarización socio-económica objetiva a que se ha asistido en las últimas décadas, y por lo mismo, capaz hasta ahora de frenar la polarización política de masas que esa situación objetiva debería normalmente propiciar. Se diría, pues, que las "guerras culturales" de la derecha son posibles sobre todo en países en los que las clases populares han perdido buena parte de la coherencia política cognitiva, y les resulta más fácil a las elites conservadoras buscar estrategias de polarización basadas en la radicalización de asuntos políticamente debatibles más o menos periféricos, pero capaces de dividir al adversario.
Se insiste estos días en España en el fiasco y aun el suicidio de Izquierda Unida y, en menor medida, de EUiA e Iniciativa per Catalunya-Verds, los restos de una izquierda que, aun si tremendamente disminuida por sus graves errores estratégicos en la llamada Transición democrática española, fue relativamente fuerte hasta hace poco, y a la que todavía se asigna razonablemente un potencial de voto superior a los 2 millones de votantes. A mí me parece fuera de duda que sus fracasos recientes, además de con el esperpéntico cainismo político de unos dirigentes sin otro oficio ni otro beneficio que el medro logrero programáticamente inane, tienen que ver también con la incapacidad para entender el peculiar modo en que se manifiesta la polarización política en el Reino de España. Una incomprensión que les ha llevado a oscilar epilépticamente entre, de un lado, la miopía de la subordinación a la (eficaz) estrategia reactiva del PSOE a las chillonas "guerras culturales" desencadenadas por los aprendices de neocon del PP (y por los "transversales" de UPyD) y sus poderosos altavoces mediáticos y, del otro lado, la ceguera de la atrabiliaria confrontación con un PSOE poco menos que vituperado como enemigo principal.
Las dimensiones y la profundidad de la crisis del capitalismo en España, que ponen un abrupto final a décadas de prosperidad ilusoria, a los odiosos alardes propios del pésimo gusto de los nuevos ricos y, sobre todo, a las ridículas fantasías neoimperiales en América Latina (¡había que ver a Zapatero pidiendo en San Salvador apoyo a Lula y a la señora Kirchner para lograr una silla en la reunión del G-20! ¡Hay que ver estos días al santo y seña del neoimperialismo español, la compañía Repsol –neciamente privatizada en su día— a pique de quedar a merced de los intereses geoestratégicos de Rusia!), deberían augurar unas perspectivas razonables a la izquierda anticapitalista española. Pero el futuro de una izquierda parlamentaria capaz de representar dignamente a cerca de tres millones de potenciales votantes, capaz de consolidarse como tercera fuerza política del Reino y capaz de crecer aupada por la evidente polarización de la vida social y económica de la España actual –casi un 60% de asalariados "mileuristas"; la mayor tasa de desempleo de la UE; la mayor tasa de crecimiento de millonarios en la última década— pasa, entre otras cosas, por comprender la peculiar dinámica de la polarización política en nuestro país.
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