El veterano profesor acaba de publicar 'Economía humanista' y asegura que en veinte años serán inevitables cambios drásticos del modelo de desarrollo
-¿Cuál es su diagnóstico de la crisis?, ¿por qué se ha llegado a ella?
-Porque este es un sistema predatorio que busca las ganancias por encima de todo. Eso ha dado lugar a un verdadero desafuero en la banca, a una competencia por ganar más, a una sociedad en la que el máximo lucro es el ideal. Pero además hay otros elementos. En 1968, tras la oleada de revueltas en Occidente y al otro lado del telón de acero, hubo una reacción de los liberales, que llegó a su grado máximo con la globalización. La globalización transfiere el poder desde los gobiernos a los financieros. Se asienta en la tesis de la libertad del mercado, algo que es falso.
-¿Por qué?
-Porque no todos los que intervienen tienen el mismo poder: no influye lo mismo en el precio final el tendero de la esquina que la gran superficie. Ha prevalecido por encima de todo el mercado, que es indiferente a valores como la justicia social. Y mire lo que pasa en aspectos como la inversión: el mercado no contempla hacer inversiones pensando en lo que será necesario dentro de veinte o treinta años. La supuesta facilidad del mercado para resolver problemas es falsa. No es más que una justificación del interés del más fuerte. Y eso viene de muy atrás.
-¿De cuándo?
-Cuando Adam Smith elabora su teoría sobre el interés particular, la suma de los intereses particulares y la acción de la mano invisible, se está dando casi un carácter de divinidad a esa mano invisible y se está desplazando el poder de la tierra, como defendían aún en ese momento los fisiócratas, al dinero. Eso altera el equilibrio de poder. Luego llegará Franklin diciendo que el tiempo es oro y así se reduce ya todo al dinero, que se dignifica como toda fuente de riqueza y de honor. Eso se produce en el sigloXVIII. Ya ve que me remonto a causas lejanas, pero me parece que ahí está el origen de todo, eso explica en gran medida lo que está sucediendo ahora.
-¿Quizá los excesos cometidos en los últimos años se explican por la caída del modelo antagónico?
-Es cierto que no hay un poder compensatorio y eso se nota. Los liberales no tienen contrapeso. Por ejemplos, los sindicatos, que tan importantes fueron en EE UU en otras épocas, no han podido hacer nada ahora. Si a la codicia no se le contrapone un poder que la compense, se desborda. Aunque también es cierto que no se actúa sólo por dinero. Los banqueros también se han jugado su prestigio, su ganas de mostrar a los demás que eran capaces de ganar más y hacer operaciones más espectaculares. En el fondo, todos somos codiciosos.
-Nuestros abuelos no compraban nada que no pudieran pagar de inmediato. Nosotros nos hemos acostumbrado a vivir endeudados, incluso por encima de nuestras posibilidades...
-Claro. Una palabra frecuentísima en la actualidad es innovación. La científica es buena, pero la innovación mercantil no siempre lo es. Se hace que la gente compre cosas nuevas cuando no tienen una utilidad real mayor que las que ya tiene. Simplemente se cambia la marca y el diseño o se le añaden funciones que para la inmensa mayoría no tienen un uso real.
-Y cómo se cambia esa mentalidad, ese estilo de vivir?
-Con la educación, no hay otra forma. Pero eso por un lado tropieza con que los privilegiados no quieren que las cosas cambien y por otro con que los efectos de la educación son a largo plazo. Sinceramente, me temo que deberemos esperar a que se noten los efectos de una crisis catastrófica, o de varias, para que las cosas cambien. Hoy por hoy, lo único que funciona es la ciencia, aunque en buena parte está también en manos de los poderosos, que son quienes controlan los recursos que se asignan a la investigación.
-¿Usted confía en que el sistema pueda cambiar?
-El sistema está agotado. El capitalismo está agotado. El desarrollo económico que impulsa es insostenible. En el siglo XX se ha triplicado la población y sus recursos, no. El esplendor de la técnica ha contribuido a creer que todos los problemas pueden resolverse, y no es así. En veinte o treinta años, cuando tropecemos con una verdadera escasez de recursos, habrá cambios muy profundos. Serán inevitables.
-En la crisis de los treinta había teóricos de gran prestigio que diseñaron soluciones y políticos que siguieron sus recomendaciones. ¿Ve ahora algo igual?
-Hay una enorme diferencia entre la crisis de los treinta y la actual. Entonces, Occidente descargaba en sus colonias parte de sus problemas. Hoy no se puede esperar nada de eso. Por eso ahora existen ataduras que antes no existían. ¿Y qué decir de los líderes políticos? Berlusconi, imputado en varios procesos. Sarkozy, un adolescente hiperactivo... Compare la actuación de Bush en sus últimos meses respecto de la crisis con la de Roosevelt.
-¿Confía en Obama?
-Tengo la mejor opinión de él, construida sólo a base de lo que veo y leo, claro. Pero temo que pueda ser prisionero del mundo en el que vive. Ojalá haga cosas, ojalá pueda hacerlas, pero el sistema en el que está es aterrador. Obama dirige un país que, según Huntington, es ahora más cristiano que nunca. Pero es que hoy, cuando hablamos de religión y de cristianismo, estamos hablando de una cosa muy diferente a la de la Edad Media. Hoy la religión es un factor político. En EE UU hubo un gran escándalo cuando a Latoya Jackson se le escapó un pecho mientras cantaba en un estadio, pero apenas lo ha habido con lo de Guantánamo. Si eso es cristianismo, que venga alguien a explicármelo.
-¿Puede la crisis promover comportamientos del modelo 'sálvese quien pueda'? En el episodio de semicolapso financiero de octubre, cada Gobierno tomó las medidas que quiso o pudo sin consultar a sus colegas...
-Yo he sido un europeísta convencido, pero con la UE lo que se ha logrado es una alianza de intereses económicos diferentes. Y sólo eso. Su incapacidad para hacer frente a actuaciones como la de Israel en Palestina me parece reveladora de lo que es la UE en realidad.
-¿Y los movimientos de extrema derecha? ¿Puede la crisis impulsarlos, como pasó también en los treinta?
-En los años veinte y primeros treinta hubo una constante presión sobre Alemania. En gran parte, el ascenso de Hitler estuvo ocasionado por la presión a la que los vencedores de la guerra sometieron a Alemania. ¿Qué puede pasar hoy? No temo otra guerra porque el miedo a un conflicto es mucho mayor que antes y porque cuando los contrarios tienen buenas posibilidades de defenderse se piensan las cosas mucho más. Ahora bien, en el interior de cada país sí se va a dar, se está dando ya, un movimiento de repulsa hcia los extranjeros. En un momento en que hay más facilidades de transporte y comunicación que nunca, no dejan de levantarse barreras. Como los problemas no se afrontan de manera global, con una decisión mundial, hay que levantar muros, como hicieron hace tantos siglos con la muralla china.
-El hecho de que las sociedades occidentales son hoy de una extraordinaria variedad de razas, religiones y estilos de vida, ¿ayudará a buscar soluciones o añadirá dificultades?
-En el plano humano, quizá ayude. Pero en el político lo hace más complejo. La gente tiene necesidad de identificarse, de hacer grupos. Pertenecer a una religión o a un club tiene hoy más importancia por la identidad que produce que por la actividad de ese grupo. Es curioso que sea precisamente en nuestra sociedad, con sus medios, donde se dé tanto aislamiento y tanta incomunicación.
-Antes hablaba de China, un país no demasiado respetuoso con los derechos humanos y con una política medioambiental desastrosa. ¿Mirará Occidente hacia otro lado porque en ese país están puestas tantas expectativas de negocio?
-China e India son países muy distintos de nosotros, pero la tentación de la eficacia productiva occidental es tan grande que su cultura no puede compensar los vicios capitalistas que están adquiriendo. En este momento, el país emergente que más se parece a EE UU es Brasil. Pese a las grandes diferencias entre ambos, Brasil está 'estadounizándose'. Todo ello, en un contexto de avance científico acelerado que está haciendo el mundo irreconocible. Yo pienso en cómo era el mundo cuando tenía 15 años y cómo es ahora y me parece irreconocible. Por eso no me atrevo a hacer un pronóstico de cómo serán esos países dentro de 25 ó 30 años.
1 comentario:
Me pregunto si hoy existe alguna alternativa al capitalismo. ¿Puedo yo elegir otro modo de vida distinto al que llevo? Pues, obviamente, no.
En la sociedad actual, necesito dinero para vivir y adquirir cosas, y cuanto más dinero, mejor. Y para conseguirlo, pues tengo que trabajar mucho o robar o estafar o jugar a la lotería, etc.
¿Alguien me ofrece otra alternativa? ¿Alguien me ofrece una sociedad en la que no tenga que depender del dinero para vivir? ¿En la que no tenga que trabajar tantas horas para ganar una miseria? ¿En la que no tenga que envidiar a mi vecino porque él se puede permitir un buen coche y unas buenas vacaciones y yo no? ¿Alguien me ofrece un sistema económico más justo que el capitalismo?
Pues, como parece que no hay alternativa, habrá que seguir intentando ganar dinero, ya sea trabajando mucho o robando o estafando o jugando a la lotería, etc.
He dicho.
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