sábado, 20 de junio de 2009

VICENTE FERRER, el economista intuitivo

David Cano


Hace tres años viajé a la India. Aunque en 21 días solo puede visitar una mínima parte del país, estar en sitios clave permite extraer una conclusión: el fin de la pobreza es posible. A esta visión optimista se puede llegar observando la pujante clase media de Nueva Delhi o el equipamiento y desarrollo tecnológico de Bangalore. Pero donde se perciben en su total dimensión las posibilidades de cambio es allí donde el punto de partida es especialmente desventajoso y adverso.

A apenas unos kilómetros del Silicon Valley asiático se encuentra Anantapur, una de las regiones más pobres del mundo, caracterizada por la ausencia de recursos tan básicos como el agua. Una visita al Rural Development Trust (RDT) permite comprobar que es factible erradicar la pobreza extrema, gracias a los recursos económicos pero, sobre todo, al buen criterio de su fundador Vicente Ferrer (1920-2009).

Su historia, cargada de contrastes, no puede dejar indiferente a nadie. Luchando como joven anarquista en la batalla del Ebro de la Guerra Civil española, sintió la llamada de Dios, se convirtió en jesuita y eligió ser misionero en la India, donde llegó en 1952. Terminó por abandonar la orden en 1970, consciente de que podía ejercer el sacerdocio no tanto oficiando y confesando sino entregándose a los demás y construyendo un mundo mejor. «Yo siento ejercer mejor mi apostolado excavando pozos o levantando escuelas, para sacar a los pobres del hambre y la ignorancia, algo que está en mi vocación personal».

Tuve la enorme fortuna de charlar un rato con él y me sorprendió su religiosidad, pero también que ésta la limitaba a su vida interior. Sostenía que, para acabar con la pobreza, la única estrategia es la acción, una prueba más de su actitud decidida que bien podría aplicarse a la actual crisis económica: «No hay que buscar recursos para mitigar el mal, sino para solucionarlo». Con esta visión, ha hecho posible que más de dos millones de habitantes de Anantapur hayan abandonado la pobreza.

Desde una perspectiva de economista, llama la atención de Vicente Ferrer que, sin contar con estudios reglados en la materia, haya puesto en marcha proyectos que demuestran que es posible erradicar la pobreza con un enfoque que está en línea con lo que marcan los postulados económicos. Como solo sucede en las personas inteligentes, Vicente Ferrer ejercía por instinto lo que el resto hemos necesitado estudiar, en este caso economía o gestión estratégica de la empresa. Los proyectos iniciales (en los primeros años de la década de los setenta) fueron campañas masivas de vacunación, formación sanitaria, desarrollo agrícola y ecológico. En definitiva, supo aplicar aquello de no dar peces, sino una caña y enseñar a pescar. «El esfuerzo necesita ser permanente para dar a los campesinos de Anantapur las herramientas necesarias para salir adelante. Y a sus hijos la formación adecuada para que el día de mañana puedan afrontar la vida». En esta frase se resume la estrategia más válida para combatir la pobreza.

Desde los primeros momentos se percató de la necesidad de aspectos tan relevantes para erradicar la extrema pobreza como la planificación familiar, algo que a priori podría chocar con sus profundas creencias religiosas. También en el terreno de lo religioso su obra tiene mucho de revolucionario: Vicente Ferrer ha sabido respetar las costumbres, las opiniones y los dioses presentes en la India sin imponer los suyos. Y fue más allá, tratando de influir en lo económico a través de lo espiritual: «[…] pero para que fuera universal no podía tener un cariz religioso, ya que debía ser aceptado por todo el mundo, por hindis, por musulmanes, por católicos, etc. No se puede ser adalid en la lucha contra el hambre y la pobreza con mentalidad extranjera». La implicación de los habitantes locales en el proyecto, a través de una red capilar que permite incrementar de manera exponencial el rendimiento de los recursos con los que cuenta el RDT, es otra de las claves de su proyecto. Muchas multinacionales deberían aprender el sistema diseñado y aplicado en Anantapur por Vicente Ferrer.

Vicente Ferrer fue consciente de la necesaria optimización de un recurso tan escaso en Anantapur como imprescindible para la agricultura: el agua. Sus primeras iniciativas buscaban excavar pozos, construir embalses y presas y, en los últimos tiempos, la utilización de técnicas innovadoras más eficientes como el goteo o la aspersión. También fue pionero en otros aspectos como las microfinanzas. Al igual que el Nobel de la Paz Muhhamad Yunus, confiaba en el efecto expansivo del crédito siempre y cuando sea devuelto por el prestatario, algo altamente probable si el destinatario es un pobre. Vicente Ferrer entendió el poder social del crédito y la utilidad de prestar al más desfavorecido para que pueda iniciar una pequeña actividad y, con ello, la cadena del desarrollo.

Otros de los pilares sobre los que sustenta el «modelo Ferrer» son la ecología, la diversificación de los cultivos, el comercio responsable y la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres, así como evitar la discriminación social de los discapacitados físicos o psicológicos. La visita de los hospitales dedicados a enfermos de SIDA o a los colegios de niños con discapacidades visuales o auditivas es un ejercicio que introduce buenas dosis de optimismo respecto a la eficacia de este sistema y su eficiencia si tenemos en cuenta lo reducido de las aportaciones económicas. Vicente Ferrer también apostaba por la permanente innovación, como demuestra el hecho de que, en 2006, la Fundación empezó a utilizar energía solar para alimentar los sistemas de riego por goteo en horticultura.

Vicente Ferrer ganó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998 y recientemente recibió, de manos de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, la Gran Cruz del Mérito Civil. La biografía de Vicente Ferrer está extraordinariamente recogida en la obra de Alberto Olivares Vicente Ferrer, una revolución silenciosa (2000).

Con la muerte de Vicente Ferrer hemos perdido a un gran economista, intuitivo, inteligente y visionario. Afortunadamente, su obra tendrá continuidad y debe servir de referencia para otros países. Vicente Ferrer ha demostrado que el fin de la pobreza es posible.

David Cano Martínez



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