viernes, 2 de enero de 2009

RESUCITAR A MARX

Honorio Cadarso

Se había anunciado el fin de la historia, el capitalismo era proclamado como forma definitiva de organización social, y con ello la victoria definitiva de la derecha.
Pero de repente, en 2008, Daily Telegraph anuncia que “el capitalismo inglés ha fracasado”. Y las pancartas frente a Wall Street pregonan:“Marx tenía razón”.


Hace 150 años, Marx describía con trazos sorprendentemente exactos lo que hoy nos pasa: “Por el hecho de que la aristocracia financiera hacía las leyes, dirigía el Estado, disponía de todos los poderes públicos constituidos y dominaba la opinión pública, en los hechos y por medio de la prensa, se reproducían en todos los planos, desde la Corte suprema hasta el café de barrio, el mismo engaño vergonzoso, la misma sed de enriquecerse, no mediante la producción, sino escamoteando las riquezas del otro”.

Se intenta explicar que la crisis viene de la volatilidad de productos financieros sofisticados, de la incapacidad del mercado financiero para autorregularse, de la escasa moralidad de los hombres de negocios. En resumen del desinfle del único sistema vigente, la pretendida “economía virtual”. Como si no se pudiese medir hasta qué punto esa economía es cruelmente “real”.

Porque es muy real la incapacidad de los hogares americanos para hacer frente a sus deudas. Es real esa burbuja especulativa que se ha inflado, bajo la cual se esconde el acaparamiento por el capital de la riqueza creada por el trabajo, y bajo éste, la distorsión que ha empequeñecido en diez puntos la parte de los salarios, tras un cuarto de siglo de austeridad soportado por los trabajadores en nombre del dogma neoliberal.

¿Falta de regulación, falta de moralidad? Desde luego, pero algo mucho más hondo, la raíz del mal está en la ley de acumulación capitalista: en un sistema de propiedad privada de los medios de producción, el capitalista tiene los medios para dominar y explotar al productor. “la acumulación de la riqueza en un polo conlleva la acumulación de la miseria en el polo opuesto” dice Marx “y genera a largo plazo las premisas de crisis comerciales y bancarias violentas” (El Capital). Está claro que aquí se habla de lo que está pasando hoy.
La crisis se ha manifestado en el sector del crédito, pero se ha originado en el sector productivo. Ni el sindicalismo de escasos vuelos, ni mucho menos una izquierda socialdemócrata que renegó de Marx como de un perro reventado, han podido frenar este desastre.

¿Moralizar el capitalismo? Suena a humor de lo más negro, a publicidad barata! ¿Cómo se podría conciliar el dogma sacrosanto de la libre concurrencia con el de la moralidad? Siempre prevalecerá la eficacia… No hay moralidad posible cuando se da por supuesto que la actividad humana es pura mercancía, es decir, no es un fin en sí misma, sino un medio.

Esto nos sitúa en el plano de la alienación marxista. Al producir riqueza para otro, el obrero está produciendo para sí mismo despojo material y moral: ese despojo que se traduce en patologías laborales, inseguridad en el empleo y despidos, bajos salarios…

Dejado a su antojo, el mercado camina inexorablemente a la anarquía, a la crisis financiera, la crisis ecológica. la crisis antropológica. El hombre no controla la historia, la historia destruye poco a poco al hombre. Nadie queríamos estas crisis, pero todos las estamos padeciendo.

La salida está en devolver al hombre al dominio sobre sus instrumentos de producción. No se trata de volver al sistema nada comunista del socialismo soviético, estalinista-brezneviano o de las copias que han salido de él. Ninguna de ellas tiene nada que ver con la propuesta marxista. La superación del capitalismo se plantea hoy bajo unas coordenadas diametralmente opuestas a las anteriores. Se trata de devolver al trabajador el poder de decisión sobre los procesos productivos, y al estado el control de los mecanismos comerciales y financieros, y a ese mismo estado una democracia verdadera, arrancándolo de las cadenas de los poderes fácticos.

¿Que todo esto es pura utopía? ¿Que chocamos de frente con la naturaleza humana? El ideario liberal pretende definir al ser humano como un “homo oeconomicus” un frío calculador motivado exclusivamente por el interés individual, que solo es capaz de aceptar una sociedad de propietarios privados en competencia rabiosa entre ellos.

Justamente aquí se descubre una faceta bastante desconocida del marxismo. Marx, frente a esta concepción individualista, propone su definición abierta: la esencia humana no es una abstracción inherente del individuo considerado aisladamente. En su dimensión real, el hombre es la suma de sus relaciones sociales: “El hombre históricamente desarrollado es el mundo del hombre”. De ahí surge el lenguaje, de ahí nuestras funciones síquicas superiores, como lo ha demostrado espléndidamente Liv Vygotski, un sicólogo marxista del siglo XX.

Hoy, la biología se aleja de un “todo genético” simplista; las simplezas de la naturaleza humana saltan a los ojos. ¿Dónde están los genes anunciados a bombo y platillo de la inteligencia, de la fidelidad, de la homosexualidad? ¿Qué espíritu cultivado podría creer que la pedofilia es congénita?

Desde el punto de vista ético, llevamos dos siglos bombardeados por una ideología que nos presenta al individuo como un ser competitivo hasta límites como el asesinato, por una pedagogía deshumanizante, que pretende sistemáticamente liquidar todo sentimiento de solidaridad. Vivimos en una descivilización rabiosa por la locura del dinero fácil…Como para tragarnos ahora lo de la moralización del capitalismo…

No tiene ningún sentido apelar a la ética personal para igualar a las personas y remediar la pobreza extrema y seguir manteniendo como “de raíces cristianas” un sistema ideológico –el liberalismo– que nos dibuja como un homo oeconomicus producto de la naturaleza lo que no es sino un ser sin entrañas fabricado por la ideología capitalista…



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