Cuando hace 8 años recibió el mando de la nación de manos de Bill Clinton, Bush heredó un superávit fiscal de 237 mil millones de dólares. Hoy deja al país con un déficit superior a los 11 trillones de dólares, prácticamente en la ruina. Y todo el mundo pagará las consecuencias. Como expresó Jeffrey Sachs, Bush tuvo un infinito desprecio por el mundo.
El hombre que declaró una nueva cruzada en nombre de Dios contra los infieles, tanto dentro como fuera de EEUU, quien proclamó que “o estás con nosotros o estás con el enemigo”, quien rompió la Constitución, la Carta de las Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra, y quien encabezó el gobierno más sangriento en tiempos de paz, parte rumbo a su propio ocaso, apostando que será absuelto por la historia.
Sin embargo, hace justo un año publiqué una carta que leí en The Washington Post escrita por el senador y ex candidato a la presidencia George McGovern. En ella, McGovern pedía la renuncia inmediata de Bush, así como someter a ese gobierno a un juicio político por los crímenes cometidos y la forma en que le mintió al mundo una y otra vez.
Habrá que luchar para que esta vez, y a medida que comencemos a descubrir la verdad del 11-S, los crímenes en Irak y Guantánamo, el incondicional asedio a Gaza, la división y polarización del mundo, el aislamiento económico, político y diplomático en que deja a su propio país, se realice el esperado juicio no sólo a Bush, sino a toda la pandilla: Cheney, Powell, Rumsfeld, Rice, quienes no sólo le mintieron al mundo (las falsas armas de destrucción masiva; la falsa idea de Sadam Hussein como el eje del mal; los burdos pretextos para invadir Irak), sino que además lo han hundido en la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Nuestro mundo necesita una explicación a lo que ha ocurrido y sólo las respuestas concretas permitirán enfrentar el difícil futuro que viene.
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