lunes, 22 de diciembre de 2008

LA CRISIS VISTA DESDE BEIJING


De repente, parece que el mundo entero pasó a preocuparse por China, con los eventuales efectos de la crisis sobre su economía. Esto es así, porque China pasó a desempeñar un papel central en la economía mundial, y por la preocupación sobre la posibilidad de que el desempeño chino funcione como un atenuante de los profundos efectos de la recesión mundial generada en los países centrales del capitalismo y diseminada por todo el mundo, con diferentes intensidades.

Los chinos encaran con calma la crisis. Saben que por la propia presencia global de su economía – y por el papel que sus exportaciones, así como por la posesión de los valores de la deuda norteamericana y por la importación de las inversiones -, no saldrán incólumes. Pero creen que disponen de los instrumentos para enfrentarla, aunque tengan que disminuir un poco el espectacular ritmo de crecimiento que su economía exhibe en las tres últimas décadas.

Reconocida por el editorial de esta semana de la revista The Economist, la conservadora publicación británica, como "la mas asombrosa transformación económica en la historia de la humanidad”, mencionando, entre otros cosas, cómo "200 millones de personas fueron sacadas de la pobreza" en un país que, (como ningún otro en la historia) ha crecido un 9,8% de promedio en los últimos 30 años, pasando del 1,8% del PIB mundial en 1978 al 6%, entre otros datos. El editor del Financial Times, Martin Wolf, presente en este seminario, dijo que "la irrupción de China en las ultimas tres décadas es el acontecimiento económico y político mas significativo de todo el período que nos toca vivir."

Los chinos, orgullosos de las conquistas y de los elogios, mas modestos y realistas, pretenden seguir adelante, aunque con niveles mas bajos de crecimiento, lo que de cualquier manera se espera, porque es fácil crecer a partir de un nivel muy bajo de desarrollo, pero mantener ese ritmo, después de tres décadas, es prácticamente imposible. Crecer al 6%, por ejemplo, a partir del nivel que tiene hoy, significa continuar teniendo avances enormes en la economía china.

Transformados en los mayores portadores de valores de deuda de los Estados Unidos y de reservas en el mundo, ellos siguen incrementando su superávit comercial. En el año 2007, el superávit comercial obtenido por China equivale al 80% de los superávit sumados de Alemania y de Japón, competidores durante décadas entre sí para tener el primer puesto que les arrebatara China. Las reservas chinas representan el 27% del total de reservas existentes en el mundo, más del doble del Japón, que viene en segundo lugar.

La solidez de su sistema bancario – al contrario de lo que se propaló durante mucho tiempo, principalmente de los bancos estatales – y la acumulación de reservas permiten a China encarar con relativa tranquilidad la crisis. No obstante, el peso del mercado externo tendrá que disminuir en favor del interno, para que los efectos de la crisis disminuyan relativamente.

China anuncia que continuará comprando los valores de la deuda de los Estados Unidos, pues considera que continúan siendo, en el medio y largo plazo, buenos negocios. De hecho, cuando compraron acciones de empresas productivas norteamericanas, los chinos perdieron dinero por lo que no pretenden seguir por esta vía.

Las autoridades chinas consideran estratégicos los pasos dirigidos a acentuar la construcción de un mundo multipolar. De ahí la importancia que están dando a la reunión de los mandatarios de China, del Japón y de Corea del Sur para coordinar acciones y profundizar los intercambios comerciales y financieros. De la misma forma la prensa china está dando gran relevancia a la reunión de mandatarios latinoamericanos en Costa de Sauipe, Brasil, porque entienden que estos son procesos que convergen en la misma dirección.

Vista desde Beijing, la crisis no es considerada como un destino que llevará a todo el mundo a la depresión, pero sí como un factor que afectará a los ritmos de crecimiento y desplazará, más aún, el poder de decisión de las manos de los Estados Unidos y de las grandes potencias capitalistas hacia los países emergentes, especialmente para aquellos que reaccionen colectivamente frente a la crisis.



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