Usted sostiene que “ganaron las ideas zombie”, ¿por qué llama de esta forma al plan presentado por el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, el lunes?
–Una idea zombie es una que matas muchas veces, porque es una mala idea, pero sigue apareciendo. Y eso es lo que es este plan. Estamos con la misma idea para solucionar todos nuestros problemas financieros desde que Henry Paulson (ex secretario del Tesoro de Bush) presentó su plan hace seis meses: nos dicen que el verdadero problema es que el mercado está devaluando todos los activos tóxicos y que lo que necesitamos hacer es que los contribuyentes entren y los compren a un precio justo. El plan de Geithner es complicado, una variante disfrazada de la misma idea. Es el zombie que matas una y otra vez pero sigue volviendo.
–¿Llamado “dinero por basura”?
–Sí, ésa es la frase que estuvo rondando por ahí hace seis meses y que yo retomé. Básicamente es eso. Es como decir que no hay nada que esté fundamentalmente mal en nuestro sistema bancario, está sólo esta crisis de confianza y por eso nadie quiere comprar cosas que estén respaldadas en última instancia por hipotecas. Si sólo pudiéramos conseguir que la gente vea que éstos son activos lo suficientemente decentes, entonces los bancos estarían en buena forma. Ese es el problema. Algunos sostienen que los activos están tal vez algo devaluados, pero hacer de este argumento la pieza central de tu plan de rescate me deja con un sentimiento de desesperación.
–Importantes asesores del gobierno de Obama salieron a apoyar el plan “público-privado” para comprar hasta un billón de activos tóxicos y le respondieron sus críticas a los riesgos del proyecto, ¿qué tiene para decir?
–Lo importante no son los activos compartidos. Perdón, pero es difícil no utilizar la jerga en este caso. De acuerdo con los primeros datos, el 85 por ciento del dinero va a ser un préstamo del gobierno, que va a ser respaldado sólo por los activos que estos tipos compren. Esto significa que si pierde más del 15 por ciento de su valor, algo altamente probable dada la incertidumbre sobre el precio de estas cosas, entonces los inversores privados simplemente se van. Es exactamente lo que yo digo, es una invitación a jugar cara y ceca: cara gano yo, ceca perdés vos. Si el activo que compraste a 100 dólares sube hasta los 150, te hiciste 50 dólares. Pero si lo compras a 100 y cae hasta 50, sólo perdés 15, porque los otros 35 recaen sobre los contribuyentes. Es lo mismo que antes. Es básicamente lo que pasó con las entidades de Ahorro y Préstamos (S&L) en los ochenta. Estaban desreguladas y los depósitos estaban garantizados, pero los dueños de los bancos podían hacer cualquier cosa que quisieran, entonces tomaron muchas posiciones de riesgo y en su mayoría resultaron malas. Y cuando esto sucedió era problema de los contribuyentes, no de los propietarios de las entidades. Lo mismo pasa ahora. Están preparándolo deliberadamente, básicamente la parte de arriba pertenece a los inversores privados, pero la mayor porción de abajo nos pertenece a nosotros.
–Entonces se socializan las deudas y se privatizan las ganancias, ¿por qué?
–Sí, es eso. Los que pierden son los contribuyentes y ganan los inversores privados.
–¿Por qué el gobierno no compra todos los activos tóxicos entonces, como hace la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC)?
–Bueno, la verdad es que la FDIC no está haciendo eso. Lo que hace es garantizar la deuda de los bancos para que los depósitos estén seguros. Así, si un banco está en quiebra la FDIC interviene, agarra los activos y vende las cosas tóxicas al mejor precio que se pueda. Eso es lo que yo apoyo, eso es lo que deberíamos estar haciendo. Yo creo que están intimidados por la escala de esto. Normalmente, la FDIC hace eso con 2 o 3 bancos por semana pero son pequeños. Acá estamos hablando muy posiblemente del Citigroup, que equivale a dos billones de activos. Esto es algo muy grande. Yo pienso que la razón por la cual ideas zombies no se quedan muertas es la atracción de una solución fácil, piensan que se puede tener una varita mágica y el problema desaparece. Todavía están buscando la magia.
–¿Cree que el secretario del Tesoro, Timothy Gaithner, debería dar un paso al costado?
–Sabés, no tengo una visión firme sobre eso. Se está convirtiendo en un problema y tiene que pulir sus acciones si se quiere quedar ahí. Pero básicamente éste no es Geithner. Últimamente, la responsabilidad recae en el Salón Oval (oficina presidencial). La pregunta es por qué el presidente está yendo por el lado débil en este tema. De todos modos, no tengo un fuerte compromiso con Geithner.
–¿Por qué no existen regulaciones estrictas sobre cómo usar el dinero de los rescates? ¿Por qué no hay controles para el pago de bonus?
–Bueno, si fuera a tomar la posición del gobierno diría que es difícil escribir esas regulaciones de forma tal que no tengan consecuencias inesperadas. Hubo una época en la que se intentó limitar el pago de los ejecutivos más altos (CEO), que terminó llevando a una explosión en el mercado de acciones, algo que no es bueno. Pero para mí se reduce a que perdura la visión dominante, aun con este gobierno, de que no hay nada fundamentalmente malo con el sistema. Hubo algunos errores y algo de mala suerte, pero no queremos sacudir mucho al sistema. No queremos reconstruirlo. No queremos romper las relaciones con esas personas que pensamos que eran tan inteligentes y ahora parecen tan tontos, queremos que se queden en su trabajo. Es un problema. En cierto sentido el gobierno de Obama está de fiesta como si todavía estuviéramos en 2006.
–¿Cómo sería un nuevo sistema? ¿Cuáles son sus propuestas?
–Al final, vamos a tener que volver a un sistema parecido al que emergió del New Deal, con ajustadas regulaciones para las instituciones financieras y bancos, límites en la toma de riesgos, altos impuestos para aquellos que ganan mucho. Tasas más bajas crean incentivos, pero son incentivos para arriesgar el dinero de otras personas en juegos peligrosos. Hay que actualizar muchas cosas para este siglo, pero básicamente nuestros abuelos lo habían hecho bien. Ellos entendieron que las finanzas sirven, pero que son peligrosas y que deben estar cercadas y ajustadas con regulaciones.
–Usted escribió que el gobierno de Obama considera que habrá un fuerte enojo si anuncia un plan para comprar los activos en problemas. Y por eso disfrazó con bombos y platillos el hecho de que terminemos pagando más por activos basura.
–Sí. Una vez que se dejan de lado las complejidades, sólo una forma rebuscada de hacer que el gobierno pague, que vos y yo paguemos, por comprar esos activos a un precio mayor al que cualquier inversor privado está dispuesto a hacerlo.
–¿Por qué cree que este es un momento crítico?
–Pienso que esto es una especie de juicio político. Es discutible. Pero me parece que Obama no tiene muchas oportunidades en esto, tal vez una sola. Ya existe una ira pública que no distingue entre las cosas que tenemos que hacer y las que han sido un error. Para Obama, elaborar este plan poniendo tanta plata de los contribuyentes y que no funcione, que es lo que estoy casi seguro que va a pasar, le va a hacer muy difícil volver al Congreso para impulsar un plan que pueda ser exitoso. Hay que hacer esto bien rápidamente porque el clima político se está poniendo feo, por una buena razón, y no hay mucha paciencia para los intentos fallidos, especialmente para aquellos en los que el gobierno parece estar tan cerca de Wall Street.
–La aseguradora AIG recibió miles de millones de dólares del gobierno que luego transfirió a sus “contrapartes”, se lo pasó a entidades como Goldman Sachs y a UBS, que tuvo que pagar una multa significativa al gobierno. Es como si le estuviéramos pagando su multa por violar nuestra ley.
–Para entender a las contrapartes hay que pensar al sistema financiero como una red de conexiones. La razón por la que estamos interviniendo para salvar a estas empresas en primer lugar es que tenemos miedo de que si se rompe la red en un punto, se expanda a un rango más grande. Eso no es sólo una teoría. Cuando se permitió que Lehman Brothers quebrara, se abrió un agujero gigante en el sistema financiero. Por eso los estamos rescatando. Ahora lo único que se puede decir es que si vamos a hacer esto, entonces tenemos que mirar a quiénes más estamos rescatando. Debemos decirles: “Miren, muchachos, ustedes tienen que hacer algunos sacrificios”. Lo que estamos viendo ahora es que les estamos entregando la plata de los contribuyentes sin quid pro quo. Y eso llega al centro de la disputa sobre cuál es nuestra política hoy.
–¿Lo ha llevado esta crisis a revisar su apoyo al Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y toda la presión para una globalización desregulada?
–La respuesta es no. Que continúe el comercio de mercancías, de bienes físicos, es terriblemente importante para los países más pobres. Cuando me preguntan por qué estoy más o menos a favor del libre comercio, mi respuesta es que estoy pensando en países como Bangladesh que sobreviven por su capacidad para vender cosas intensivas en mano de obra gracias a sus bajos salarios. Nunca fui un fan del movimiento desregulado de capitales. Cuando a finales de los noventa algunos dijimos que había que limitar esa situación, otros decían “no, tienen que confiar en los mercados”. El asunto acá es el dinero caliente, no son las autopartes mexicanas. Es el dinero caliente de todo el mundo el que está en crisis ahora.
–¿Qué opina sobre la recomendación que hará un panel de ONU al mundo para que abandone al dólar como su moneda de reserva en favor de una canasta de monedas?
–Han existido muchos planes en ese sentido. Esa no es una decisión que pueda tomar un organismo internacional. El dólar es la moneda de reserva porque la gente cree que es el lugar más seguro para poner su dinero. El euro es su competidor natural, con la salvedad de que los europeos tienen tanto o más conflictos en sus políticas que Estados Unidos. Pero la forma de tratar el tema no es que un organismo decida que vamos a hacer algo diferente, sino que los competidores naturales al dólar se vuelvan lo suficientemente valiosos como para pelearle el lugar.